La Tercera Opinion

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Tuesday, January 26, 2021

 Uruguay; ¿Socialismo emocional, o complicidad irracional?

Al regreso de Venezuela, en 2009, escribí varios artículos dentro de los cuales hoy quiero rescatar especialmente este, de Noviembre, 2011. “Luego de dieciocho años fuera del país y retornado a Uruguay hace ya un año y medio, observo con satisfacción que, sin duda, el país es otro. Y los titulares de  la prensa internacional no cesan en proclamarlo: “Uruguay encabeza ranking de confianza democrática”; Uruguay: segundo país menos corrupto de América Latina”; “Uruguay es líder en nivel tecnológico”; Uruguay: estabilidad atrae inversiones”; “Uruguay lidera índice de clima económico de la región”; “Uruguay mantiene su liderazgo en acceso a internet en América Latina”; “Uruguay, el mejor ubicado en la región más desigual”; “PIB de Uruguay: primero en la región”; Uruguay, segundo país en Latinoamérica en brindar cobertura básica a niños”. Hasta el último y reciente que indica que: “Uruguay registra la menor pobreza en la región”, detallando un reciente informe de la Cepal, según el cual durante 2009 la pobreza bajó 3,3 puntos hasta ubicarse en 10,7%, mientras que la indigencia descendió 1,5 puntos ubicándose en 2%.”

Sin duda, datos más que alentadores que indican que los uruguayos que quedaron en el país, han hecho muchas cosas bien. Pero frente a estos destacables esfuerzos por crear y redistribuir riqueza, mejorando la calidad de vida de la población, luce deprimente ver aún a tantos compatriotas que noche a noche duermen en la calle, arropados en mantas sobre las aceras, o metidos dentro de cajas de cartón. Lamentable por ellos, que se sientan excluidos en momentos en que la sociedad toda hace grandes esfuerzos por incluirlos, incluso brindándoles generosos programas sociales, y hasta refugios adecuados.

O esa otra de veinteañeros hurgando en la basura sin mayor compromiso ni ambición, en momentos en que el país ha registrado un nivel de desempleo de los más bajos de su historia, y con déficits de mano de obra en algunas de sus actividades.

Lamentable que estos seres humanos, muchos de ellos jóvenes y en edad de trabajar, se conformen con pedir “un peso”, un pedazo de pan, o unas monedas, que lejos de significarles una solución para el futuro, son el engaño momentáneo que les impide enfrentar su realidad. Y pienso que el Gobierno tiene una especial y comprometida responsabilidad, que no es la de seguirlos engañando con dádivas que los ayuden a seguir viviendo en la miseria, sino exigiéndoles que asuman el reto de su superación, en respuesta al esfuerzo que por ellos realiza la sociedad. Lo demás, en lugar de “socialismo”, es simple complicidad.

Y lo demuestran, además, las experiencias de todos los países hermanos que, a partir del nuevo siglo XXI, se denominaron “progresistas”. Ni Brasil, ni Argentina, ni Venezuela, ni Honduras, ni Nicaragua, ni menos Cuba, han logrado darles una mejor calidad de vida a sus habitantes. Algo que sí, logró Uruguay, aunque muchos de los uruguayos no sepan reconocerlo ni aceptarlo. Porque hemos hecho del quejido y del reclamo, un deporte nacional.

Y es que le damos razón al libro escrito por aquella venezolana que se vino a vivir al Uruguay(Leila Macor) titulado “Lamentablemente, estamos bien”. Y sí, es que es algo así. Los uruguayos parecemos hijos de un parto arrepentido cuando todavía no se había aprobado la ley de la suspensión voluntaria del embarazo. Somos los hijos no deseados de un satisfactorio éxtasis emocional, nacional, que llegó a transportarnos a los más altos índices de reconocimiento internacional, y nos da vergüenza aceptarlo. Y de ahí en más, somos totalmente emocionales, irracionales, y pasionales.

Hasta el punto de que seguimos admirando el modelo económico cubano -y copiado por Venezuela - aun cuando ya en agosto del 2010, el ex presidente Fidel Castro, entrevistado en La Habana por el periodista estadounidense Jeffrey Goldberg, y consultado sobre el éxito del modelo económico, afirmó: "El modelo cubano no funciona, incluso para nosotros".

Y es que Cuba ya prometía reformas estructurales desde el año 2007. Pero nunca se concretaron. En julio, 2009, el presidente Raúl Castro anunciaba un nuevo ajuste en la precaria economía cubana y exigió más eficiencia en reparto de tierras y producción de alimentos, al conmemorar el 56 aniversario del asalto al cuartel Moncada. (¡Como si ésta no fuera tarea del Estado..!) Castro pedía a los cubanos que trabajen y produzcan más, asegurando  que los alimentos son un asunto de "seguridad nacional", y primera prioridad, por encima de las consignas políticas. "No es cuestión de gritar ¡patria o muerte! ¡abajo el imperialismo!... Y la tierra ahí, esperando por nuestro sudor", rugió el presidente: el país no puede gastar "cientos y miles de millones de dólares" en importar alimentos que se pueden producir.

Lamentablemente, no fueron estas las lecciones transmitidas a los gobernantes Hugo Chávez y Nicolás Maduro, en Venezuela, quienes se aferraron más que nunca a esas consignas aprendidas y ahora ya desterradas, de sus mentores, cubanos. ¡Y así le va a uno de los países más ricos del planeta! Venezuela fue un país agrícola, al igual que lo es Cuba, además de ser inmensamente rico y petrolero; pero los dos importan más del 80% de los alimentos que consumen. Y en noviembre, 2010, Raúl Castro, advirtió que la revolución irá "al precipicio" si no aplica las reformas económicas que incluyen la eliminación de 500.000 empleados estatales en seis meses.

Pero las mentadas reformas económicas tampoco llegaron, y Raúl Castro, en una reunión plenaria de la Central de Trabajadores de Cuba, se excusaba afirmando: "Para defender las medidas y explicarlas, la clase obrera tiene que tener conocimientos y estar convencida de su importancia para la subsistencia de la revolución, de otra manera iremos al precipicio". Muy buena estrategia, sin duda, tirarle la responsabilidad al pueblo de las decisiones que no se atreven a tomar sus dirigentes, como forma de excusar y blindar su incompetencia.

¡Joder! ¡Si nos faltará seguir aprendiendo, para no seguir aplaudiendo!

Alberto Rodríguez Genta

 

Saturday, January 23, 2021

 Periodismo, virus, y virulencias.

El periodista Stefano Casini escribió un interesante artículo en Uypress del 13.01.2021, titulado “LO MALO Y LO BUENO QUE OCULTA EL COVID”. Y Stefano no es cualquier chanta periodista como puedo ser yo. Comenzó en Radio Clarín, su primer noticiero en 1968. Después continuó por L'Eco D'Italia, L'Ora D'Italia, Guía Financiera, suplementos en El País, El Observador, La República, fue 23 años Corresponsal de RAI, Gente dItalia, 5 años de Radio TV Suiza Internacional y 2 años de CNN.

Pero me llamó mucho la atención la afirmación de Stefano cuando dice: “Todo periodista, como lo hemos señalado en otras ocasiones, por disciplina profesional, debe resaltar las malas sobre las buenas noticias”. ¡Vaya! Y a continuación nos regala una serie de acontecimientos sobre lo peor sucedido durante el 2020 en USA, como el ataque al Capitolio en Washington, el asesinato de un hombre de color que provocó furibundos disturbios sociales; los cinco años de guerra en Yemen, escenario de una de las peores crisis humanitarias de la humanidad, y la peor hambruna del último siglo en el mundo. 

Pero también nos recrea con la situación de Irak, donde el conflicto entre grupos armados y fuerzas "gubernamentales" produjo solamente en 2018 la friolera de 1,8 millones de desplazados y el 53% son niños. La guerra de Siria, la más larga y cruenta de la región, con 6,1 millones de personas que en 2020 siguen desplazadas de sus hogares y 5,6 millones son refugiados en otros países de la región.

Ni que hablar de Sudan del Sur con sus millones de personas en la peor miseria y sus 4,2 millones de desplazados forzosos; o Somalia, uno de los países más emblemáticos por ser considerado de los que viven la peor situación en la Tierra, y sus 5.1 millones de refugiados. ¡Ufff!; la verdad que si esta es la principal tarea del periodismo, Stefano, me meto en la bañera y me corto las venas! ¿Pa’ que mierda vivo en este mundo cruel? Mas vale me agarre el Coronavirus y terminamos la función!

Obviamente, no les hablé de buenas noticias, aclara Stefano! “Muchas siguen siendo muy malas” -y enumera un poco de mierdas más. “Pero una buena noticia la hay. Hace más de 12 meses que no hay grandes enfrentamientos bélicos de consideración y que, de gripe común y de pulmonía, en 2020, en lugar de 4 millones de personas, por el uso de las mascarillas, fueron un poco más de 3 millones!! A reflexionar”.

Ah, bueno; así que me das una aspirina cuando tengo una metástasis total!  ¿Y cómo no van a bajar los enfrentamientos bélicos si todo el mundo está metido en su casa y la orden es “quédate en casa”? Sólo los virus andan de paseo y haciendo compras! Y hasta los rifles y los tanques de guerra se están oxidando.

Pero bueno, si para justificar y honrar tu profesión de periodista necesitas andar por ahí juntando y regando las peores noticias del planeta, lamento decirte que yo, desde mi pequeño Uruguay, me dedico adversamente a lo otro; a juntar y desparramar por el mundo las buenas noticias que se producen, todos los meses, aquí en esta hermosa “tacita del Plata”. Y hago todos los meses -honorariamente -un boletín llamado “Buenas Noticias Uruguay”. ¿Porque sabes qué? Ya está bueno con eso de que las malas noticias son las que les dan el mayor rating a las televisoras y alimentan el negocio de sus dueños. Es cierto si, que los seres humanos tenemos un especial sentido de avidez por la violencia y lo morboso y todo lo que active nuestra adrenalina.

Y no es que yo no esté de acuerdo en que se nos informe sobre los acontecimientos jodidos que se viven en este planeta, simplemente advierto contra los excesos de seguir colonizando las mentes humanas con el masoquismo de que nos importe más la reseca muerte que la savia de la vida, o que nos asombre más la vergüenza humana que la virtud. Porque allá en el fondo de mi alma, sigo soñando con que el periodismo llegue a un grado de servicio social tal, que priorice el bien sobre el mal, y no que “por disciplina profesional, debe resaltar las malas sobre las buenas noticias”. Y porque con esto me das a entender algo así como que si no existieran las malas noticias, el periodismo perdería su principal atractivo profesional!

En fín, Stefano, como periodista me considero un virus más a la hora de contradecirte; pero creo que si no comenzamos por crear nuestra propia inmunidad intelectual, cualquier virus nos va a matar con su virulencia. Y virulencia, en latín, significa “lleno de veneno”. ¡Y yo me resisto!

Chau, Stefano,

 

 

Thursday, January 14, 2021

 ¿Maduro, Trump, o el Coronavirus?

Muy poco ha podido el pueblo venezolano disfrutar de sus abundantes riquezas naturales que tanto disfrutaron otros, y que tan próspero y feliz hubieran hecho su futuro, desde aquella feroz dictadura de derecha que lideró el golpista y dictador General Marcos Pérez Jiménez (1953-1958) hasta la del militar también golpista y dictador, que se convirtió al socialismo, Hugo Chávez, (1999 -2013) Pasando desde una dictadura de “derecha” hasta una fallida democracia de “centro”, y terminando en una burda dictadura de “izquierda”.

Mucho y muy malo se podrá decir de aquel dictador Pérez Jiménez que ocupó la presidencia entre 1953 y 1958, pero lo cierto es que su mandato de apenas cinco años se caracterizó por un marcado progreso económico y social. En cambio 50 años después, Venezuela cayó en las manos de un también golpista, dictador, y además traidor, que comenzó entregando la soberanía nacional de la cual tanto se jactaba, al fracasado modelo económico de una isla regida por otro dictador. Expropiando, desmantelando, y apoderándose de empresas productivas que nunca más volvieron a producir. Hasta caer más tarde, en las manos de un burdo dictadorzuelo inmoral, que terminó rematando al mejor postor las riquezas que nadie le autorizó a enajenar.

 Bastaron veinte años de esta traición perpetuada -y aprovechada simplemente para hacer de Venezuela un rehén de ideologías trasnochadas y una lucha encarnizada contra el imperio del norte - para sumir a los venezolanos en la pobreza más extrema y vergonzante y en la mayor indignidad nacional. Venezuela es hoy un país fallido donde la inflación se mide por millones; donde el sueldo mínimo es de apenas dos dólares mensuales; donde el hambre, la falta de alimentos y medicamentos y la represión autoritaria del Estado, han obligado a más 5 millones de venezolanos a huír de su país.

No necesitó el Covid 19, Venezuela, para registrar la mayor y más vergonzosa cantidad de muertos; las muertes de ciudadanos por causas violentas se cuentan por decenas de miles (16.506 en 2019 y 11.891 en 2020)  y según el OVV (Observatorio Venezolano de Violencia) desde el año 2016  se da un aumento sostenido de la letalidad policial en relación a las muertes atribuidas a la delincuencia, ya de por sí históricamente alarmantes.

Detallando que del número de muertes registradas este año, 4.153 corresponden a homicidios; 4.231 resistencia a la autoridad, y 3.507 muertes aún están en averiguación. ¡Y 99% eran venezolanos! Si, esta “revolución bonita” heredada de Chávez y continuada por Maduro, usa la fuerza de seguridad que debería servir para proteger a los venezolanos para, en cambio,    ejecutarlos miserablemente en las calles a manos de facinerosos y mercenarios armados, para coartar sus sagrados derechos a la libre elección de sus autoridades.

Para quien no quiera creerlo, la Misión Internacional Independiente de las Naciones Unidas que investigó los hechos sobre Venezuela, y la propia  Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, la Socialista Michelle Bachelet,  aseguran que el gobierno de Venezuela ha cometido "violaciones atroces" que equivalen a crímenes de lesa humanidad, revelando, además, las brutales técnicas de tortura del régimen de Maduro.

Y la propia fiscal de la Corte Penal Internacional, Fatou Bensouda, determinó que la dictadura de Maduro cometió crímenes de lesa humanidad en Venezuela, y que sus autoridades son culpables de “encarcelación, tortura, violación y/u otras formas de violencia sexual y persecución de un grupo o colectividad en motivos políticos”.

A nadie le importó un carajo dignificar al pueblo venezolano; simplemente lo utilizaron como una mercadería menor, para servir a intereses espurios en su mísero rencor. Mucho les cobrará la historia venezolana del gran Simón Bolívar a los traidores Hugo Chávez y Nicolás Maduro, máxime cuando, actualmente, Maduro está forzando una guerra civil entre los venezolanos al estilo del violento “Caracazo” de 1989, cuya cifra exacta de civiles muertos nunca pudo conocerse, pero se habla de entre 2.000 y más de 3.500 personas asesinadas.

Y es que dentro de esta locura gobernada por locos e incompetentes, podemos citar también al país supuestamente más poderoso del planeta; Estados Unidos de Norteamérica, con más de 300 millones de habitantes, y quién a pesar de ser fuente de iluminación para el desarrollo del resto del mundo, registra la mayor cantidad mundial de muertos y afectados por esta pandemia del Covid 19. ¿Cómo se entiende esto?  Pues simplemente tiene un nombre: Donald Trump; un presidente que los estadounidenses nunca debieron votar.

Un presidente políticamente incorrecto, ejemplo de lo peor que la sociedad y las leyes norteamericanas han tratado de combatir de por vida. Mentiroso, estafador del fisco (algo por lo cual pudieron meter preso al mafioso Al Capone), estúpido intolerante que apartó a su país de las mejores iniciativas mundiales por el bien de la humanidad y para proteger el medio ambiente. Belicoso y ridículo que arriesgando la imagen de su país, ridiculizó la constitución y sus leyes, al no querer reconocer la legítima victoria de su oponente en las últimas elecciones presidenciales. ¿Acaso esto no se parece al mejor espectáculo de un circo, donde los payasos toman el escenario para demostrar sus habilidades? 

¡GOD SAVE AMERICA!

Dictadorzuelos como Trump y Maduro únicamente pueden ser presidentes en repúblicas africanas como Uganda, donde lo fue Idi Amín, conocido popularmente como «El carnicero de Uganda», y considerado uno de los déspotas más crueles de la Historia. Porque no creo que  haya mucha diferencia entre elegir a alguno de ellos para que nos gobierne, o a un Coronavirus para que nos destruya! Los tres configuran una pandemia aparte.

 

Alberto Rodríguez Genta                                                                                                           

Thursday, January 07, 2021

 La última vergüenza americana.

Entre el “Make América great again” (Hagamos grande a América otra vez) o el “God save América” (Dios salve a América) como exhortaciones y deseos comúnmente utilizados por los políticos norteamericanos, la vigencia toma mayor dimensión en los momentos actuales,  dado los últimos y vergonzosos acontecimientos vividos este 6 de enero del recién iniciado año 2021, con el vencido presidente Trump azuzando a sus huestes a ir a meter relajo y parar a prepo el conteo del Congreso para ratificar el triunfo de Joe Biden,

¡A la mierda Constitución; a la mierda leyes, a la mierda instituciones, y a la mierda todo lo que ha significado el basamento de una de las democracias mas sólidas y estables del mundo occidental. Y es que los estadounidenses no pudieron, o no quisieron, tomarse en serio las lecciones de “El aprendiz”, y pensaron que en un showman trastornado podrían estar sus soluciones.

Vergüenza mayor, sin duda, que el mundo todo contempla con estupor. Esto no ayuda en nada al “Hagamos grande América otra vez” pomposamente agitado por Donald Trum durante su campaña presidencial, sino más bien dio lugar al llamado “Dios salve a América” de esta barbaridad y de estos bárbaros que atentaron contra la Constitución y las leyes y las Instituciones más sagradas de la democracia norteamericana, avergonzando a la nación que históricamente ha sido considerado el baluarte ejemplar de la democracia y el primer mundo, y descendiéndola a las más bajas prácticas de un país tercermundista.

Personalmente, no me asombra. Siempre tuve claro y afirmé, que Donald Trump es un enfermo mental; es más, hoy me atrevo a asegurar que es el más claro ejemplo de un caso de esquizofrenia. Esquizofrenia es el nombre genérico de un grupo de enfermedades mentales que se caracterizan por alteraciones de la personalidad, alucinaciones y pérdida del contacto con la realidad. Es un trastorno mental grave por el cual las personas interpretan la realidad de manera anormal; puede provocar una combinación de alucinaciones, delirios, y trastornos graves en el pensamiento y el comportamiento, afectando el funcionamiento diario y puede, incluso, ser incapacitante.

A lo largo de mis muchos años de vida, de experiencias vividas, de aciertos y errores conocidos, y de tratar de interpretar las necesidades y las motivaciones de los humanos, he llegado a entender que hay individuos que ante determinadas incapacidades para conectarse normalmente con sus semejantes, adoptan actitudes beligerantes, de rechazo y de negación, como forma de protegerse contra lo que no pueden entender y compartir con los demás. Sus mentes se cierran a otras interpretaciones que no coincidan con sus percepciones y modos de ver, sentir y comprender, los sentimientos de los demás.

Y por ello, aún ante determinadas situaciones que muestren claramente una determinada e irrebatible conclusión, se negarán a aceptarla porque ello significa sacarlos de su zona de confort mental, y obligarlos a entrar en un paradigma desconocido, y por lo tanto amenazante para su supervivencia.

En un artículo anterior, publicado en mi blog  http://la-tercera-opinion.blogspot.com el primer día de noviembre 2020, bajo el título “Trump: el aprendiz y el farsante”, yo expresé mis conclusiones, mis alertas y mis opiniones sobre la humanidad de Donald Trump. No se cuantos estarán o no de acuerdo con ellas (yo no soy ni vivo la realidad de los norteamericanos) pero me atreví a fundamentar mis opiniones simplemente como uno más de los “americanos” que el señor Trump ha tratado de ignorar.

“Make América great again” debería ser algo mucho más allá de los limitados conceptos del sentido nacionalista y exclusionista del Señor Trump, con el cual engañó a algunos ciudadanos norteamericanos que en algún momento se sintieron excluidos, olvidados, no contemplados, dentro de le enorme riqueza que produce su país.  Pero cuidado; porque Trump decidió apalancar a aquellos grupos más extremistas, intolerantes y radicalistas, que son los terroristas internos de la nación. 

En Estados Unidos hay una amalgama de organizaciones en la extrema derecha. La más numerosa es el KKK (130 agrupaciones), que es el segundo grupo de odio con mayor presencia después de los separatistas negros (193). También hay nacionalistas blancos (100), neonazis (99), skinheads (78), neoconfederados (43) o antiinmigrantes (14).


Y hay 917 grupos de odio, según datos de 2016 del Southern Poverty Law Center (SPLC), la institución de referencia sobre extremismo.

 Esos grupos que no faltan tampoco en los países europeos como Alemania y sus neofacistas, como la organización de extrema derecha Reichsbürger (ciudadanos del Reich), que  destaca por afirmar que no reconoce la República Federal de Alemania y el Estado de derecho. 

Los rusos con sus Spartak de Moscú, del Dinamo, o los del Zenit de San Petersburgo, todos de ideología ultranacionalista y xenófoba. Y  en Gran Bretaña con movimientos como Patriotic Alternative, el grupo que ha atraído a miles de fascistas de todo el Reino Unido, o Acción Nacional,  una organización racista, antisemita y homofóbica que predica el odio e incita al violencia". En fín, también los hay en España y muchos otros países.

¿Pero porqué Donald Trump, sabedor de que las fuerzas del orden y la justicia lo iban a sacar de escena en unas pocas horas, se atrevió a montar ese show en el Congreso, degradando la imagen y la credibilidad de los Estados Unidos ante el mundo entero? Porque al conductor de El Aprendiz, y despedidor de cuanto ineficiente no cumpla los requisitos de su programa, no le gusta que lo despidan a él, dejando en claro su propia ineficiencia. 

Y porque sabedor de que una vez que baje de la presidencia legalmente, le caerán encima decenas de denuncias que develarán sus tropelías, sus negocios sucios y corruptos, y sus mentirosas y vergonzantes declaraciones de impuestos, necesita rodearse de simpatizantes sin ética ni escrúpulos, fanatizados al punto de desafiar el orden establecido y las leyes, aún burlando lo más sagrado de la nación norteamericana. Ellos serán sus escuderos contra los defensores de la honestidad y la decencia americana.

¡El Aprendiz hizo una vez más su show! Se convirtió en un exitoso político fracasado. Y aunque el pueblo norteamericano le dijo cortesmente y por vía electoral “estás despedido”, ha mostrado al mundo que su show es más fuerte que él, y solo él puede conducirlo hacia el éxito o el fracaso. 

¡Dios salve a América de quienes quieran hacerla grande otra vez, a costa de utilizarla como escenario de un espectáculo bochornoso, ridiculizando su Constitución, sus leyes y sus instituciones!

 Alberto Rodríguez Genta                                                                                                           argentaster@gmail.com