La última vergüenza americana.
¡A la mierda
Constitución; a la mierda leyes, a la mierda instituciones, y a la mierda todo lo
que ha significado el basamento de una de las democracias mas sólidas y
estables del mundo occidental. Y es que los estadounidenses no pudieron, o no
quisieron, tomarse en serio las lecciones de “El aprendiz”, y pensaron que en
un showman trastornado podrían estar sus soluciones.
Vergüenza
mayor, sin duda, que el mundo todo contempla con estupor. Esto no ayuda en nada
al “Hagamos grande América otra vez” pomposamente agitado por Donald Trum
durante su campaña presidencial, sino más bien dio lugar al llamado “Dios salve
a América” de esta barbaridad y de estos bárbaros que atentaron contra la
Constitución y las leyes y las Instituciones más sagradas de la democracia
norteamericana, avergonzando a la nación que históricamente ha sido considerado
el baluarte ejemplar de la democracia y el primer mundo, y descendiéndola a las
más bajas prácticas de un país tercermundista.
Personalmente,
no me asombra. Siempre tuve claro y afirmé, que Donald Trump es un enfermo
mental; es más, hoy me atrevo a asegurar que es el más claro ejemplo de un caso
de esquizofrenia. Esquizofrenia es el nombre genérico de un
grupo de enfermedades mentales que se caracterizan por alteraciones de la
personalidad, alucinaciones y pérdida del contacto con la realidad. Es un
trastorno mental grave por el cual las personas interpretan la realidad de
manera anormal; puede provocar una combinación de alucinaciones, delirios, y
trastornos graves en el pensamiento y el comportamiento, afectando el
funcionamiento diario y puede, incluso, ser incapacitante.
A lo largo de
mis muchos años de vida, de experiencias vividas, de aciertos y errores
conocidos, y de tratar de interpretar las necesidades y las motivaciones de los
humanos, he llegado a entender que hay individuos que ante determinadas
incapacidades para conectarse normalmente con sus semejantes, adoptan actitudes
beligerantes, de rechazo y de negación, como forma de protegerse contra lo que
no pueden entender y compartir con los demás. Sus mentes se cierran a otras
interpretaciones que no coincidan con sus percepciones y modos de ver, sentir y
comprender, los sentimientos de los demás.
Y por ello, aún
ante determinadas situaciones que muestren claramente una determinada e
irrebatible conclusión, se negarán a aceptarla porque ello significa sacarlos
de su zona de confort mental, y obligarlos a entrar en un paradigma
desconocido, y por lo tanto amenazante para su supervivencia.
En un artículo
anterior, publicado en mi blog http://la-tercera-opinion.blogspot.com
el primer día de noviembre 2020, bajo el título “Trump: el aprendiz y el
farsante”, yo expresé mis conclusiones, mis alertas y mis opiniones sobre la
humanidad de Donald Trump. No se cuantos estarán o no de acuerdo con ellas (yo
no soy ni vivo la realidad de los norteamericanos) pero me atreví a fundamentar
mis opiniones simplemente como uno más de los “americanos” que el señor Trump
ha tratado de ignorar.
“Make América great again” debería ser algo mucho más allá de los limitados conceptos del sentido nacionalista y exclusionista del Señor Trump, con el cual engañó a algunos ciudadanos norteamericanos que en algún momento se sintieron excluidos, olvidados, no contemplados, dentro de le enorme riqueza que produce su país. Pero cuidado; porque Trump decidió apalancar a aquellos grupos más extremistas, intolerantes y radicalistas, que son los terroristas internos de la nación.
En Estados Unidos hay una amalgama de
organizaciones en la extrema derecha. La más numerosa es el KKK (130
agrupaciones), que es el segundo grupo de odio con mayor presencia después de
los separatistas negros (193). También hay nacionalistas blancos (100),
neonazis (99), skinheads (78), neoconfederados (43) o
antiinmigrantes (14).
Y hay 917 grupos de odio, según datos de 2016 del Southern Poverty Law Center (SPLC), la institución de referencia sobre extremismo.
Los rusos con
sus Spartak de Moscú, del Dinamo, o los del Zenit de San Petersburgo,
todos de ideología ultranacionalista y xenófoba. Y en Gran Bretaña con movimientos como Patriotic
Alternative, el grupo que ha atraído a miles de fascistas de todo el Reino
Unido, o
Acción Nacional, una organización
racista, antisemita y homofóbica que predica el odio e incita al
violencia". En fín, también los hay en España y muchos otros países.
¿Pero porqué Donald Trump, sabedor de que las fuerzas del orden y la justicia lo iban a sacar de escena en unas pocas horas, se atrevió a montar ese show en el Congreso, degradando la imagen y la credibilidad de los Estados Unidos ante el mundo entero? Porque al conductor de El Aprendiz, y despedidor de cuanto ineficiente no cumpla los requisitos de su programa, no le gusta que lo despidan a él, dejando en claro su propia ineficiencia.
Y porque sabedor de que una vez que baje de la presidencia
legalmente, le caerán encima decenas de denuncias que develarán sus tropelías,
sus negocios sucios y corruptos, y sus mentirosas y vergonzantes declaraciones
de impuestos, necesita rodearse de simpatizantes sin ética ni escrúpulos, fanatizados
al punto de desafiar el orden establecido y las leyes, aún burlando lo más
sagrado de la nación norteamericana. Ellos serán sus escuderos contra los
defensores de la honestidad y la decencia americana.
¡El Aprendiz
hizo una vez más su show! Se convirtió en un exitoso político fracasado. Y aunque
el pueblo norteamericano le dijo cortesmente y por vía electoral “estás
despedido”, ha mostrado al mundo que su show es más fuerte que él, y solo
él puede conducirlo hacia el éxito o el fracaso.
¡Dios salve a América
de quienes quieran hacerla grande otra vez, a costa de utilizarla como
escenario de un espectáculo bochornoso, ridiculizando su Constitución, sus
leyes y sus instituciones!
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