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Location: Cordón, Montevideo, Uruguay

Sunday, June 14, 2020


No llores por mí Argentina..

Y nuevamente crece el interés de los hermanos argentinos por  información sobre las condiciones para  vivir y trabajar en Uruguay. Como causas, mencionan el derrumbe económico de su país, las restricciones cambiarias, los cambios impositivos, el default de la deuda, y la incertidumbre sobre cómo se saldrá de la cuarentena y cómo se recuperará la economía pos pandemia, entre otras. ¡Vaya! Son varias, y todas pesadas.

Y ¿por qué Uruguay? Un país pequeño, con un mercado pequeño, que no tiene riquezas naturales más allá de sus generosas tierras y sus hermosas playas, y su devenir pausado por el mundo. Sin duda que la proximidad geográfica y la similitud cultural mucho influyen. Pero también se destacan las certezas jurídicas que brinda el país; la institucionalidad, y el otorgamiento de beneficios fiscales para quienes deciden radicarse.  A ésto se le suman, una buena calidad de vida, y una mayor estabilidad. Y ésto es lo que cosecha un país frente al mundo, simplemente por el hecho de ser “serio”, y gestionar eficientemente sus recursos.

Mientras que Argentina parecería ser el país que aún cree en los “almuerzos gratis”, al decir de Milton Friedman,  con un estado sin limitaciones y con recursos infinitos, y que  aún cuando tiene muchos, no sabe ni le interesa utilizarlos seriamente. O sea, no le importa mayormente. Porque a sus gobernantes hace mucho tiempo ya que nos les importa la realidad que hay que enfrentar para volver a ser lo que en algún momento fue, y más que nada, lo que por vergüenza podría y debería ser: un líder en la Sudamérica. Pero Argentina parecería haber adoptado desde hace mucho tiempo ya, el engaño de los almuerzos gratos. Y digo el engaño, fundamentalmente para el pueblo, porque sus referentes políticos y sindicalistas nunca dejaron de disfrutar de suculentos almuerzos a costa del empobrecimiento de la nación.

Y es que estos “fenómenos” argentinos, han dado el mal ejemplo en todo; en corrupción, en falta de seriedad, en un sistema de justicia muy poco confiable, en el incumplimiento de sus obligaciones con los organismos financieros y demás acreedores, en la formulación de políticas destinadas siempre a “correr la arruga”, y nunca a enfrentar, fomentar e incentivar la inversión y el trabajo, como forma  genuina de generación de ingresos. Porque si no hay inversiones no hay trabajo, y no hay empleos,  ni hay ingresos genuinos para las familias, y para la nación.

Por el contrario, en Argentina se castiga al inversor, y para nada se favorece la inversión. Por ejemplo:  Argentina está entre los países del mundo que más presiona fiscalmente al campo y más desalienta las exportaciones. En un artículo de Infobae de marzo, 2020, se aclara queDesde 2002, el campo y la agroindustria aportaron USD 100.000 millones por el concepto de “retenciones”. ¡Un impuesto prácticamente único en el mundo! Pero además, los productores del agro pagan muchos más y hacen que el Estado se quede, en promedio, con el 77% del ingreso generado por el sector, y con el 23% restante el productor debe pagar todos los costos de producción, además de volver a invertir y vivir”.

Aún así, no falta quien tenga el tupé de responsabilizar de la crisis, al campo, y algún imbecilito nacido de los discursos populistas (y sólo de los discursos) que ha llegado incluso  a afirmar “si no barremos definitivamente con estos parásitos, nunca vamos a tener dignidad”. ¡Y hay gente que se lo cree! Como si estos parásitos que viven del discurso fácil, aportaran algo.

Contradictoriamente, esos USD 100.000 que la Argentina ha recauda sólo por retenciones, ¡es el endeudamiento que hoy tiene el país con sus creedores internacionales! ¿Y dónde están las obras y los servicios que en todo ese tiempo hayan mejorado la calidad de vida de sus habitantes, más allá de las que -macando un precedente histórico - dejó en apenas los cuatro años anteriores, la gestión de Mauricio Macri? Alguna cloaca, alguna carretera, algún servicio?

Nadie cree en la Argentina; ni ellos mismos ni los de afuera. Nadie le presta a la Argentina a no ser el FMI, y por ser socio aportante, a quien luego culparán de sus desgracias. Nadie confía en los argentinos ni en sus posibilidades a pesar de tener un país inmensamente rico en recursos naturales y también humanos.  Lo más triste de todo ésto, es el simple hecho de que los argentinos, que son sin duda buenos empresarios, innovadores, emprendedores, deban estar hoy replanteándose donde asentar sus inversiones, sus negocios, y hasta su vida familiar, en otro país. Siendo un país que lo tiene todo, para producir, para prosperar económica y familiarmente, y para ser felices, pero son ellos mismos su propio enemigo.

Y no es culpable el pueblo; el pueblo vota lo que hay para votar, y dentro de ello, lo que contemple sus necesidades. Hay quienes se preguntan ¿los pueblos se equivocan? Bueno, si no tienen otra opción de cambio más que un obligado y profundo cambio de paradigmas -aún cuando los nuevos paradigmas nunca aseguran certezas a futuro -votarán el mejor engaño. Y la historia recogerá sus aciertos o desaciertos. Porque la historia siempre espera y se hace, con la actuación de los pueblos; pero los pueblos no pueden esperar a ser historia.

Tampoco creo que en Argentina los responsables de este tobogán de desastres económicos, financieros y sociales, hayan sido  los empresarios.  No creo que ningún empresario argentino sea tan estúpido como para irse a otro país teniendo una población de 43 millones de habitantes y  un mercado interno más que apetecible ¿Por qué deberían preferir invertir en un país de apenas poco más de 3 millones de habitantes, y un mercado interno tan reducido? ! De hecho, los uruguayos hemos aprendido mucho de los empresarios argentinos.

Pero sin duda tampoco son tan estúpidos como para permitir que se les confisquen sus aportes, buenos o malos, muchos o pocos, simplemente para perderlos en un vertedero de fracasos, destinados a favorecer las ambiciones personales de los mediocres de turno.  Porque el problema no está siquiera tanto en los abusivos o no, impuestos, retenciones, gravámenes, o lo que sea, sino en una diabólica maquinaria política que absorbe y devora todas las rentas, utilidades, ganancias productivas, impuestos al consumo que grava a quienes más necesitan consumir, y todas esas maquiavélicas formas  de expropiación social, sino en un interminable juego de la “mosqueta”, en el cual es difícil encontrar el cubo  que contiene  los aportes a la sociedad, de todos esas renuncias y sacrificios  económicos y sociales. ¿Está en éste.. en aquél.. o en  el de más allá?

Sí; aunque parezca un juego estúpido, creo -y con perdón de hermano -que los argentinos se han jugado el país a la facilista mosqueta de “yo cobro por tus apuestas y gano siempre, aunque tú no ganes nunca, pero te digo que sí se puede”. 

“No llores por mí, Argentina..”  dice la bonita canción que cantan la San Basilio, Nacha Guevara y hasta Madonna.  Yo también te digo te digo: Mi alma está contigo. Y te creo cuando dice “Debéis creerme, mis lujos son solamente un disfraz, un juego burgués, nada más; las reglas del ceremonial”.


Amen.

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