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Location: Cordón, Montevideo, Uruguay

Thursday, December 19, 2019


O cambiamos, o nos cambian.

Nada lo obliga a usted a cambiar; -decía Edwards Deming, el hombre que produjo el milagro japonés después de la segunda guerra mundial - usted cambia si quiere, después de todo, sobrevivir no es obligatorio”. Así de simple. Deming se refería, fundamentalmente, a la necesidad del cambio en los modelos productivos de las fábricas norteamericanas, puesto que se producían considerables porcentajes de productos defectuosos, a la par que los buenos, influyendo en la productividad y en la rentabilidad de las empresas. Y desarrolló, con los empresarios japoneses su famoso método de la Calidad Total, mediante el cual, en menos de treinta años, aquel Japón hecho chatarra tras la Segunda Guerra Mundial, se convertiría en la segunda potencia económica mundial.

Dicen que las crisis crean oportunidades. Y para mí no hay nada más cierto. Las crean por la necesidad insoslayable de asumir los cambios que nos exigen las nuevas e impensadas situaciones, frente a los paradigmas establecidos que nos hacen prisioneros de nuestras emociones y percepciones. El caso de Japón es un ejemplo; pues habría que preguntarse si  hubiera sido posible, sin aquella devastadora derrota,  convertirse más tarde en la segunda potencia económica mundial. Hoy, ante el vertiginoso ritmo de crecimiento que han tomado fenómenos como la tecnología y las transformaciones productivas, ha quedado demostrado  que, tanto en el mundo político, empresarial, social, el no aceptar la necesidad de los cambios, puede ser más suicida que el temor a enfrentarlos. En Uruguay, por suerte divina o por habilidades genuinas, logramos cambiar lo suficiente, como para seguir siendo diferentes.

Por ello las crisis, desde las más agudas como la de Japón en aquellos años ‘40, o la del Frente Amplio en Uruguay, al perder una cuarta elección, encarando la segunda década del Siglo XXI, son estupendos ejemplos del necesario sentido de resiliencia,  de cara al futuro -tanto de una nación que necesitó reconstruirse - como de un modelo de gobierno exitoso que -cumplido su tercer ciclo -necesita detenerse, autocriticarse, recomponerse, y fundamentalmente, sacar las lecciones que únicamente se pueden aprender desde el llano, porque las alturas siempre confunden. Sin duda, habrá que introducir cambios.

 Era casi inevitable que tres períodos de gobierno consecutivos transformando al país como nunca antes, más un cúmulo de errores por motivos emocionales más que racionales, y la falta de respuestas contundentes ante reclamos crecientes de la población, produjeran el natural desgaste que -gracias a nuestro reconocido y ejemplar sistema democrático - dio lugar a una pacífica y ejemplar transición.  Creo que si; que es saludable que cada tanto y cuanto, algunos hechos ajenos a nuestra opinión y percepción, remuevan nuestro status quo y nuestra aceptada zona de confort, para obligar a reinventarnos y a demostrar nuevamente, nuestra máxima riqueza colectiva.
  
A veces, perdiendo también se gana. Porque entre otras cosas, depende de lo que se entienda y acepte como victoria, o como derrota. Por ejemplo, perder en una elección presidencial por apenas un punto de diferencia, no es necesariamente una victoria para el adversario, y ni siquiera una derrota para el vencido. Sino que se produjo un llamado de atención, dado que aún conservas tu gran parte de esa mayoría compartida. Y por ello, mientras no sientas que existen razones para sentirte derrotado, aún sigues manteniendo tu victoria.

Por otra parte, yo hablaría mucho menos de derrota cuando para derrotar al Frente Amplio debieron unirse cinco partidos con perfiles tan distintos, lo cual dispersa las preferencias, no aclara las diferencias,  y no da mayoría a ninguno. Mientras que el Frente Amplio sigue siendo el partido más votado del país. Y lo cual me sugiere una gran confusión entre el electorado, que votó cosas tan extrañas como sorpresivas. Es el caso de un desconocido que ni siquiera sabe el himno de Uruguay por no haber vivido en el país, y que simplemente mediante un chorro de dólares, en siete meses pasó por encima de máximas figuras del Partido que lidera la oposición -y a quien pese al aporte de sus votos y sus dólares y a que llegó a comprarse un puesto de senador - no le dieron ningún cargo ministerial.

Como también el resurgimiento de una extrema derecha personificada en un alto jerarca militar, desobediente y retirado, que acunó los sentimientos más radicales de parte de la población. En fín; creo que es bastante diverso y complicado este equipo de gobierno, como para anticipar el éxito común en la gestión. Dios quiera, y la Señora Virgen también, que haya humo blanco.

Y entonces me pregunto; ¿al fín y al cabo, que es la victoria y que es la derrota? El Frente Amplio sufrió una derrota electoral; pero con apenas un punto y décimas de diferencia, ¿puede sentirse derrotado en sus convicciones y valores - que tantas satisfacciones y reconocimientos de las máximas referencias mundiales -han aportado al Uruguay? ¿Y sus adversarios victoriosos, si haber aportado nada? No; creo que acá hubo una gran lección, además de una excelente elección, que nos distinguió una vez más, ante el mundo entero. Creo que este resultado fue más que nada como aquella famosa frase futbolera de nuestros campeones mundiales, un “tuya Héctor..” y un  “te la presto” referida al nuevo gobierno.

Pero creo también que es imprescindible -y esta vez de verdad -que el Frente Amplio asuma una profunda autocrítica; acepte la realidad de los errores ideológicos y conceptuales que lo mantienen prisionero -  desde la génesis de su formación - y asuma los cambios necesarios que le permitan reposicionarse para recuperar el lugar prestado. ¿Un nuevo y actualizado Frente Amplio, es posible?  Sólo sé, que es necesario. ¡Y que no va a ser fácil!

Son muy distintas las condiciones del país y las motivaciones que encendieron los sueños frenteamplistas - desde aquel primer gobierno del 2005 -  asumiendo necesidades básicas de una gran parte de la sociedad empobrecida - hasta este nuevo status donde las necesidades, al ser menores, determinan que las exigencias, ahora, sean mayores. ¿Complicado, no? Bueno, es que cada tanto, y para entender las necesidades humanas,  hay que revisar la pirámide de Maslow. Y por ello es esencial enfrentar cambios; porque, o cambiamos, o definitivamente nos cambian!

Nota: Y es que el Frente Amplio fue un fenómeno! -“Nunca se había vivido 17 años de crecimiento económico consecutivo en Uruguay”, aseguró Danilo Astori. “El producto por persona creció 126 % en 15 años, lo cual ubica a Uruguay a la cabeza de América Latina al respecto”:En el corto plazo, habrá un mayor crecimiento de la inversión, mediante 13 proyectos de participación público-privada (PPP) en infraestructura vial, Ferrocarril Central y en nuevos jardines de infantes y Centros de Atención a la Primera Infancia (CAIF), por un monto total de 1.900 millones de dólares”. Y añadió -como pa’ despedirse - que el desarrollo en infraestructura en este período de Gobierno (2015-2020) totalizó 11.000 millones de dólares.

Tuya Luis; mejorála si podés..!

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