O cambiamos, o nos cambian.
“Nada
lo obliga a usted a cambiar; -decía Edwards Deming, el hombre
que produjo el milagro japonés después de la segunda guerra mundial - usted cambia si quiere, después de todo,
sobrevivir no es obligatorio”. Así de simple. Deming se refería,
fundamentalmente, a la necesidad del cambio en los modelos productivos de las
fábricas norteamericanas, puesto que se producían considerables porcentajes de
productos defectuosos, a la par que los buenos, influyendo en la productividad
y en la rentabilidad de las empresas. Y desarrolló, con los empresarios
japoneses su famoso método de la Calidad Total, mediante el cual, en menos de
treinta años, aquel Japón hecho chatarra tras la Segunda Guerra Mundial, se
convertiría en la segunda potencia económica mundial.
Dicen que las crisis crean oportunidades. Y
para mí no hay nada más cierto. Las crean por la necesidad insoslayable de
asumir los cambios que nos exigen las nuevas e impensadas situaciones, frente a
los paradigmas establecidos que nos hacen prisioneros de nuestras emociones y percepciones.
El caso de Japón es un ejemplo; pues habría que preguntarse si hubiera sido posible, sin aquella devastadora
derrota, convertirse más tarde en la
segunda potencia económica mundial. Hoy, ante el vertiginoso ritmo de
crecimiento que han tomado fenómenos como la tecnología y las transformaciones
productivas, ha quedado demostrado que,
tanto en el mundo político, empresarial, social, el no aceptar la necesidad de
los cambios, puede ser más suicida que el temor a enfrentarlos. En Uruguay, por
suerte divina o por habilidades genuinas, logramos cambiar lo suficiente, como
para seguir siendo diferentes.
Por ello las crisis, desde las más agudas
como la de Japón en aquellos años ‘40, o la del Frente Amplio en Uruguay, al
perder una cuarta elección, encarando la segunda década del Siglo XXI, son
estupendos ejemplos del necesario sentido de resiliencia, de cara al futuro -tanto de una nación que
necesitó reconstruirse - como de un modelo de gobierno exitoso que -cumplido su
tercer ciclo -necesita detenerse, autocriticarse, recomponerse, y
fundamentalmente, sacar las lecciones que únicamente se pueden aprender desde
el llano, porque las alturas siempre confunden. Sin duda, habrá que introducir
cambios.
Era
casi inevitable que tres períodos de gobierno consecutivos transformando al
país como nunca antes, más un cúmulo de errores por motivos emocionales más que
racionales, y la falta de respuestas contundentes ante reclamos crecientes de
la población, produjeran el natural desgaste que -gracias a nuestro reconocido
y ejemplar sistema democrático - dio lugar a una pacífica y ejemplar
transición. Creo que si; que es saludable
que cada tanto y cuanto, algunos hechos ajenos a nuestra opinión y percepción, remuevan
nuestro status quo y nuestra aceptada zona de confort, para obligar a reinventarnos
y a demostrar nuevamente, nuestra máxima riqueza colectiva.
A veces, perdiendo también se gana. Porque
entre otras cosas, depende de lo que se entienda y acepte como victoria, o como
derrota. Por ejemplo, perder en una elección presidencial por apenas un punto
de diferencia, no es necesariamente una victoria para el adversario, y ni
siquiera una derrota para el vencido. Sino que se produjo un llamado de
atención, dado que aún conservas tu gran parte de esa mayoría compartida. Y por
ello, mientras no sientas que existen razones para sentirte derrotado, aún
sigues manteniendo tu victoria.
Por otra parte, yo hablaría mucho menos de
derrota cuando para derrotar al Frente Amplio debieron unirse cinco partidos
con perfiles tan distintos, lo cual dispersa las preferencias, no aclara las
diferencias, y no da mayoría a ninguno. Mientras
que el Frente Amplio sigue siendo el partido más votado del país. Y lo cual me
sugiere una gran confusión entre el electorado, que votó cosas tan extrañas
como sorpresivas. Es el caso de un desconocido que ni siquiera sabe el himno de
Uruguay por no haber vivido en el país, y que simplemente mediante un chorro de
dólares, en siete meses pasó por encima de máximas figuras del Partido que
lidera la oposición -y a quien pese al aporte de sus votos y sus dólares y a
que llegó a comprarse un puesto de senador - no le dieron ningún cargo
ministerial.
Como también el resurgimiento de una extrema
derecha personificada en un alto jerarca militar, desobediente y retirado, que
acunó los sentimientos más radicales de parte de la población. En fín; creo que
es bastante diverso y complicado este equipo de gobierno, como para anticipar
el éxito común en la gestión. Dios quiera, y la Señora Virgen también, que haya
humo blanco.
Y entonces me pregunto; ¿al fín y al cabo,
que es la victoria y que es la derrota? El Frente Amplio sufrió una derrota
electoral; pero con apenas un punto y décimas de diferencia, ¿puede sentirse
derrotado en sus convicciones y valores - que tantas satisfacciones y
reconocimientos de las máximas referencias mundiales -han aportado al Uruguay?
¿Y sus adversarios victoriosos, si haber aportado nada? No; creo que acá hubo
una gran lección, además de una excelente elección, que nos distinguió una vez
más, ante el mundo entero. Creo que este resultado fue más que nada como
aquella famosa frase futbolera de nuestros campeones mundiales, un “tuya
Héctor..” y un “te la presto” referida
al nuevo gobierno.
Pero creo también que es imprescindible -y
esta vez de verdad -que el Frente Amplio asuma una profunda autocrítica; acepte
la realidad de los errores ideológicos y conceptuales que lo mantienen prisionero
- desde la génesis de su formación - y
asuma los cambios necesarios que le permitan reposicionarse para recuperar el
lugar prestado. ¿Un nuevo y actualizado Frente Amplio, es posible? Sólo sé, que es necesario. ¡Y que no va a ser
fácil!
Son muy distintas las condiciones del país y
las motivaciones que encendieron los sueños frenteamplistas - desde aquel primer
gobierno del 2005 - asumiendo necesidades
básicas de una gran parte de la sociedad empobrecida - hasta este nuevo status
donde las necesidades, al ser menores, determinan que las exigencias, ahora, sean
mayores. ¿Complicado, no? Bueno, es que cada tanto, y para entender las
necesidades humanas, hay que revisar la
pirámide de Maslow. Y por ello es esencial enfrentar cambios; porque, o
cambiamos, o definitivamente nos cambian!
Nota: Y es que el Frente Amplio fue un fenómeno! -“Nunca se había vivido 17 años de
crecimiento económico consecutivo en Uruguay”, aseguró Danilo Astori. “El producto por persona creció 126 % en 15
años, lo cual ubica a Uruguay a la cabeza de América Latina al respecto”: “En el corto plazo, habrá un mayor
crecimiento de la inversión, mediante 13 proyectos de participación público-privada
(PPP) en infraestructura vial, Ferrocarril Central y en nuevos jardines de
infantes y Centros de Atención a la Primera Infancia (CAIF), por un monto total
de 1.900 millones de dólares”. Y añadió -como pa’ despedirse - que el
desarrollo en infraestructura en este período de Gobierno (2015-2020) totalizó
11.000 millones de dólares.
Tuya Luis; mejorála si podés..!
0 Comments:
Post a Comment
Subscribe to Post Comments [Atom]
<< Home