Uruguay Sigo XXI: más respuestas que
preguntas.
Dijo en su momento
nuestro gran Mario Benedetti, “Cuando
creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto cambiaron todas las preguntas”. Y yo pienso que hoy el Frente Amplio, en
Uruguay, ha cambiado tanto las respuestas, que ha obligado a formular nuevas
preguntas. Las preguntas que deberíamos hacernos para entender, valorar, y explicar,
el formidable avance de un país tan pequeño que - hasta el Siglo XX - apenas
podíamos lograr que nos nombraran. Lo más parecido a Uruguay, era nombrar al
Paraguay.
Y sin embargo, al
igual que el ejemplo del Japón resucitado desde las cenizas tras ser derrotado en la Segunda Guerra Mundial, y
convertido en menos de tres décadas en la segunda potencia económica mundial, Uruguay logró, luego de quedar pauperizado por la crisis
financiera del año 2002 - recién comenzado el Siglo XXI -y en menos de tres
lustros, ser reconocido y admirado por 18 organismos internacionales
representantes de los principales prestadores de fondos, calificadoras y analistas
de riesgo, inversores, foros, organismos regionales y bancos mundiales. No voy a nombrarlos porque
ya los nombré en mi artículo anterior “El milagro Uruguayo”.
Un ejemplo más: El
riesgo país. Cada país, de acuerdo
con sus condiciones económicas, sociales, políticas, o incluso naturales y
geográficas, genera un nivel de riesgo específico para las inversiones que se
realizan en él, expresando el nivel de
probabilidad de sufrir una pérdida. Este riesgo es específico, y se lo conoce
como "Riesgo País", lo cual determinará la credibilidad de cada
nación. Y ante las graves y conflictivas situaciones que enfrentan actualmente
algunos de nuestros países hermanos, un reciente relevamiento de la empresa
consultora Puente, de Argentina, nos revela el grado de relevancia de este
indicador, y los comparativos con nuestros hermanos mayores del Mercosur:
NOMBRE PUNTO VAR%
FECHA
ARGENTINA 2.146 2,77 28/10/19
BRASIL 231 -1,70 28/10/19
URUGUAY 162 -2,99 28/10/19
Vean ustedes la abismal diferencia, hoy, entre nuestra hermana República
Argentina, y nuestro pequeño país. La credibilidad y la confianza que ha
logrado Uruguay en los últimos años, es sin duda alguna, el recurso más valioso
de una nación. Porque es un recurso humano renovable e inagotable, en la medida
que lo desarrollemos entre nuestra
sociedad. Y es el que por más de setenta
años, no han podido desarrollar nuestros hermanos argentinos. País con enormes
recursos naturales, pero sin ningún valor que lo haga creíble y confiable ante
el resto del mundo. Y ese guarismo impresionante de riesgo país de más de 2.000
puntos, lo convierten prácticamente en un país inviable.
Creo firmemente, que este es el petróleo del Uruguay. Y por ello insisto en
que Uruguay es uno de los países más ricos del mundo. Yo comparo el valor de
este recurso humano con el de los enormes recursos naturales de algunos países
hermanos, inmensamente ricos, y su fracaso en brindar el elemental bienestar a
sus ciudadanos. Sí; sin que los propios uruguayos nos demos cuenta, somos
muchísimo más ricos que muchos países poseedores de enormes riquezas naturales.
Y por ello mismo somos tan ricos; porque no dependemos de las riquezas
naturales como el petróleo, el gas, el acero, el aluminio, oro, o ni siquiera
litio, que ahora amenaza convertirse en una nueva riqueza (lo tienen nuestros
hermanos argentinos y no han sabido explotarlo.)
Y porque los uruguayos creamos cada día la única riqueza que tenemos para
renovarnos y enriquecernos como nación; nuestro recurso humano, y la capacidad
intelectual y laboral de nuestra gente! Para pagar nuestras deudas, solventar
nuestras políticas sociales, nuestra educación, nuestra salud, nuestros
servicios esenciales, y ser hoy, ante el mundo, un modelo de crecimiento
económico con la mayor inclusión social. Lamentablemente, la propia y egoísta condición
humana de sobrevalorar el esfuerzo individual, y no querer darnos cuenta que
una nación se compone de toda la realidad que haya construido -y aún destruido
-.toda la sociedad de esa nación, nos hace ser seres tan individuales, como
egoístas y sectoriales. Observemos,
además, un cuadro muy ilustrativo que está circulando en estos días, titulado
“Sudamérica on fire”, que describe las complejas situaciones que enfrentan hoy muchos de
nuestros países hermanos, y las cuales, Uruguay ha sabido sortear.
Por ello, a la luz de
los acontecimientos más recientes, quienes nos representan políticamente deberían internalizar algunos mensajes que
obligan a un cambio de estrategia, con más respuestas que se adelanten a las
preguntas. Y debemos reconocer sin necedades, que ésto ha sido precisamente el
gran mérito del frente Amplio.
¿Acaso alguien pudo
imaginarse hasta comenzado el Nuevo Siglo, que Uruguay pudiera disminuír a
mínimos históricos su dependencia del petróleo en apenas tres lustros,
cambiando su matriz energética por fuentes renovables? ¿Y que en estos tres últimos lustros se convertiría en el tercer país con mayor producción de
energía eólica en el mundo, el cuarto en energía solar, y primero en ambas
clasificaciones de América Latina en 2018, según la Agencia
Internacional de la Energía?
¿Y que durante 2019, batió récord en exportación de energía eléctrica,
logrando que “en
lo que va del año, el 23% de la energía generada en el país fue exportada”? ¿Y que la Organización de las Naciones
Unidas situaría a Uruguay entre los países más avanzados del mundo en gobierno
electrónico, y el único de América Latina en alcanzar la "elite" del
gobierno digital?
Hay muchas respuestas
más, como éstas, que se anticiparon a las pocas preguntas existenciales que nos
hacíamos cuando me fuí al exterior, en 1991, y que superaban la capacidad de
las respuestas. Había comenzado a
escribir un libro titulado “¿Quo vadis, Uruguay”, interrogando sobre qué destino podía esperarle al Uruguay.
¿Hacia dónde podía ir el Uruguay? ¿Y en
base a qué, y con qué, y con quién? Todo ello luego del brutal endeudamiento de los años ’80
-la “década perdida” según Cepal - luego de la “quiebra de la tablita”, como se
denominó a la salvaje maxidevaluación, detrás de la cual siguieron cerrando muchas de las empresas más icónicas del país, y tras el
quiebre y la venta por U$S 1,00 de los bancos privados más representativos del
país. (¡Menos mal que no se les ocurrió -o no pudieron - vender el Banco de la
República!)
Por ello creo,
siguiendo la reflexión de Benedetti, que
hoy en Uruguay, “cuando
hemos logrado tener tantas respuestas, deberíamos cambiar las preguntas”,
valorando lo tanto que hemos avanzado y logrado, en tiempos en que las
respuestas de nuestros vecinos y buena parte del mundo, han sido y son, tan
escasas como insatisfactorias. Y deberían estar dirigidas a nosotros mismos,
porque es una condición del ser humano, que cuanto más avanza y más tiene, más
exige y más quiere. Pero nos cuesta hacernos cargo de la realidad que componen,
tanto nuestro presente, como nuestro pasado.
Y es que los seres
humanos somos presa y prisioneros de nuestras emociones y nuestras
percepciones. Y esta mezcla es la que aprovechan, precisamente, los políticos y
los medios de comunicación. Porque votamos con nuestras emociones, más que con
nuestras razones. Y en este sentido, las apariciones de nuevos Mesías reivindicadores logran mover
nuestras preferencias, desplazándonos de uno a otro lado. Representando
necesidades - algunas básicas - otras por
motivaciones superiores. Recordemos la pirámide de Maslow, una teoría que trata de explicar las
motivaciones que impulsan a actuar al ser humano, según sus necesidades, desde
las más básicas para su supervivencia, hasta las más sofisticadas para su
existencia.
¡Siempre aparecen Mesías que prometen llevarnos al cielo, pero muy pocos que
ayuden a mejorar nuestra convivencia en la tierra!
Amen.
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