La Tercera Opinion

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Location: Cordón, Montevideo, Uruguay

Sunday, January 23, 2022

 Portabilidad numérica, ¿quién la va a usar?


Cuando en los años 1800, Alexander Graham Bell –quien tuvo la habilidad (y los medios económicos) para patentar el teléfono inventado por el italiano Antonio Meucci,  (quien a su vez tuvo la habilidad para crearlo pero no los medios para patentarlo),  andaba buscando inversionistas para desarrollarlo, y presentó su proyecto al presidente norteamericano Rutheford Hayes, éste le comentó: “Sin duda, es un invento extraordinario Bell; pero, quién lo va a usar..?”  

¡Y claro que el presidente Hayes tenía toda la razón! ¡Era un invento extraordinario, pero no había nadie en aquel entonces que pudiera usarlo, ni “imaginarse” siquiera su utilidad! Hoy día, no somos capaces de imaginarnos a nadie sin uno de estos aparatitos /teléfono, en su versión celular, en la mano. Además de otros milloncitos en sus hogares.

Más teléfonos que habitantes. Luego de aquella loca invención patentada por Alexander Graham Bell (y creada por Antonio Meucci), las investigaciones nos dicen que, con una población mundial estimada en 7.400 millones de personas, el mundo tiene actualmente 7.700 millones de suscripciones a teléfonos móviles, es decir, hay más aparatos de este tipo, que habitantes. Pero ahora en Uruguay estamos abocados a un tema más trascendental y existencial, por cuanto ante una nueva ley se derriban los obstáculos para que estos aparatitos, que eran comercializados con identificadores/números iniciales pertenecientes a las distintas empresas comerciales, ahora serán identificados solamente como pertenecientes al usuario del aparatito, sin importar quien es la madre del borrego.

Y como suele suceder casi siempre (más bien siempre) en Uruguay, se alborotó una vez más el gallinero, dando lugar a la más implacable búsqueda de protagonismos entre facciones políticas, en contra u a favor, de quien inventó el nuevo problema. (O solución) Buena parte de la hoy oposición -muy penetrada históricamente por el sistema socialista - cree que todos los servicios deben ser prestados por el Estado, a través de su reconocida burocracia, y sin competencia. Cuando mucho, compartidos con organizaciones sociales, en cooperativas o autogestión, pero -eso sí -¡prohibidos los inversores  particulares!  (¡Aun cuando son ellos los que generan riqueza y empleos para el país!)

Y es que históricamente, los sectores de la izquierda uruguaya han marcado a fuego una impronta anticapitalista, anti empresarial, y anti todo lo que no sea un dominio estatal sobre la economía y los servicios. Al más puro estilo soviético, cubano, venezolano, y creo que ya no hay más. (Aun cuando estos modelos autoritarios han fracasado rotundamente).  Ya ha quedado absolutamente demostrado que, pensar un país sin los aportes privados de quienes producen la riqueza, es inviable.

Otros creen que es mejor una libre competencia donde los servicios los ofrezcan empresas privadas que compitan entre ellas; que los clientes tengan libertad para elegir su proveedor, y además logren los beneficios por fidelidad y preferencia, al optar por una u otra. En este sentido, la mayoría de quienes integran el oficialismo quiere un régimen con mayor inversión privada, y con incentivo a la competencia entre particulares. (Tampoco son unos santos..)


Personalmente, y como uruguayo, me da gusto reconocer que precisamente Antel, la empresa estatal involucrada en esta polémica, ha hecho una excelente gestión empresarial, hasta el punto de mantener una clara predominancia en el mercado, aún compitiendo con dos empresas multinacionales. Habiendo concretado, además, ambiciosas obras de infraestructura que han enriquecido al sistema en especial, y al país en general. Creo que, en este sentido, Uruguay ha dado un ejemplo de convivencia empresarial púbico/privada, con sana competencia y alta eficiencia.

En un reciente artículo el periodista Nelson Fernández nos recuerda que, “Cuando era niño -y aun adolescente- Antel no existía. Y aunque aclara que no comparte lo de que “todo tiempo pasado fue mejor”, advierte a los jóvenes que, sin teléfonos celulares, y sin Antel, en aquellas épocas también éramos felices. Nadie se moría sin la presencia soberana de esa cosa”.

Es cierto, pero me permito recordarte, estimado Nelson, que cuando tu y yo éramos niños, el mundo no era el mismo. ¡Era otro, y totalmente diferente! No era tan consumista porque no había tanto para consumir. Y no dejábamos de ser felices porque tampoco conocíamos otras realidades. Los chicos de hoy ya no nacen con un pan debajo del brazo, sino más bien con un celular. Para ellos sería imposible vivir en nuestro tiempo.

En lo que sí estoy absolutamente de acuerdo contigo, es con tu afirmación de que “La vida cambia si uno vive en un sistema capitalista o comunista, pero no cambia tanto si el número empieza con nueve o con siete”. ¡Brillante reflexión! Porque la he vivido, y conozco las diferencias.  Y por eso también en este caso, del cambio de la portabilidad numérica, creo que lo importante no es pensar en el invento, sino que, al decir del presidente Hayes “quién lo va a utilizar”.

Si facilita y beneficia el servicio para los usuarios, permitirá más competencia. Y la competencia comercial -en un sistema democrático -es la madre de la innovación, de la superación, y la única garante de más y mejor servicio.

 Alberto Rodríguez Genta

argentaster@gmail.com

 

Tuesday, January 18, 2022

 Argentina, el país que pierde, mientras muchos ganan.


Dicen que la nueva revelación política de la Argentina, Javier Milei, decidió sortear su salario y la web colapsó. Dicen que la página “Mi Palabra Javier Milei” recibió más de 1.200.000 visitas en menos de 24 horas y se inscribieron más de 200.000 personas en ese tiempo.

Y esto me demuestra, a su vez, lo débiles de opinión y lo volubles que son los electores argentinos. Un país que no aprende nada, y sigue permitiendo que lo engañen una y mil veces con promesas tan absurdas como ridículas. A veces pienso que dentro de la política argentina hay un maleficio - que es a su vez un beneficio - compartido. O una complicidad compartida. Porque es imposible que a lo largo de tantos años de gobiernos más o menos peronistas (¿70?) supuestamente representando a los obreros y a los menos favorecidos, justamente son estos, hoy, los más empobrecidos.  Mientras que la clase política, y los sindicalistas, cada vez más enriquecidos. Hay algo raro, ¿no?

 ¡Llega un momento en que uno se pregunta, ¿qué pasa, que, en un país de buena cultura general y excelentes profesionales en todas las áreas, sociales y económicas, y científicas, más las suficientes riquezas naturales como para alimentar a un tercio de la población mundial, y a buena parte de la industria nacional e internacional, haya más de un 47% de pobreza (y entre los niños más de 50%) y está nuevamente a orillas de un nuevo default? ¡Y ya van ¿8,10,?, por un nuevo incumplimiento ante el FMI (Fondo Monetario Internacional) un organismo que lo integramos y financiamos 184 países!


Y ahora, presionado por su mayúscula ineficiencia, el presidente argentino, Alberto Fernández, afirmó que el Fondo Monetario Internacional (FMI) busca “imponer un programa” a su país para refinanciar deudas por más de US$ 40.000 millones con el organismo, una máxima con la que su Gobierno “no está de acuerdo”. ¡Hay que tener una cara muy grande y una vergüenza muy chica, para afirmar estas estupideces, cuando todo el mundo sabe muy bien, y desde el principio de toda negociación, cuáles son las condiciones que el FMI impone para no desbaratar irresponsablemente el capital aportado por los 184  países que lo integramos!


¿Acaso no las pone también cualquier tarjeta de crédito? ¡Pero es el señor Alberto Fernández y su cúpula de ineptos, quienes pretenden imponerle al FMI, sus abusivas condiciones! ¡Basta de abusar del FMI y hacerlo culpable de sus mediocridades! Recientemente, la revista de finanzas inglesa The Economist criticó, en su editorial semanal al FMI, por el préstamo otorgado a Argentina en 2018.  Y lo acusó de “querer salvar su propia pésima reputación en el país” en su evaluación ex-post, en la que admitió el fracaso del programa de rescate impulsado durante el gobierno de Mauricio Macri

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Señala, además, que el gobierno de Macri se enfrentó a “fuertes restricciones políticas” y que, al tener que buscar su reelección en 2019, no hubo tiempo para que “cualquier dolorosa reforma económica diera frutos”. El análisis manifiesta que, “dadas estas dificultades, el fondo sabía que el préstamo era arriesgado, y no insistió en planes de contingencia adecuados por adelantado”. ¡En otras palabras, yo no le hubiera prestado un mango a la Argentina, sabiendo que en la próxima elección, podía volver Cristina!

 De acuerdo con el artículo, “el fondo esperaba en un principio que un gran préstamo restaurase la confianza de los inversores extranjeros, estabilizando el peso y permitiendo al gobierno renovar su deuda en dólares en condiciones razonables”. De ese modo, “los pasivos del gobierno resultarían más fáciles de soportar y la confianza de sus acreedores se vería reforzada”, pero la apuesta, concluye The Economist, “no tardó en fracasar, el capital extranjero siguió retirándose, el peso siguió cayendo y la inflación siguió aumentando”.


 ¡Y era lógico que pasara! Y era lógico que el FMI debió haber tomado precauciones. Si todo el mundo sabía que las medidas de Macri, por más serias y necesarias, y responsables que fueran, iban a volver a causar el rechazo suficiente como para volver al paradigma anterior: “yo quiero más beneficios, no quiero más sacrificios”. Y es que una buena parte de la sociedad argentina no aceptará nunca que se le pidan sacrificios, porque han sido y son, precisamente, las más engañadas, pero viviendo de los beneficios.


 Y por eso tampoco, esa otra buena parte de la sociedad argentina en la cual Macri había confiado para que, con sus inversiones, “dar vuelta la pisada”, a falta de una credibilidad que asegurara su permanencia en el poder, lo dejaran estaqueado. (Lo lamento, chinito se equivoca, pero la historia no). O sea, Macri, en tan poco tiempo, no pudo crear credibilidad ni confianza para ninguna de las dos partes.


 Pero hay algo que yo me pregunto y que a los argentinos debería darles vergüenza: ¿Dónde está el dinero producido por tantos años de riquezas pertenecientes a todos los argentinos, vendidas, y dónde las mejoras y beneficios sociales debidas, a su población? ¡Más de medio siglo sin aportarle nada! Porque sin duda las riquezas vendidas deben representar billones, en dólares norteamericanos, y a su vez, la pobreza se ha multiplicado por millones en todo el hermoso y rico territorio argentino.


 Y este es un reclamo válido a todos los argentinos. Los políticos corruptos, los empresarios complacientes, y la población obediente a tantas mentiras y tantos engaños repetidos y obsecuentes. ¿Me dirán que Argentina no puede pagarle al FMI una ridícula suma de 44.000 millones de dólares cuando han dilapidado billones? De acuerdo con la estadística del INDEC , y con datos del Banco Central, los argentinos acumulan más de 222.807 millones de dólares en dinero depositado en el exterior, cajas de seguridad, o lo que se conoce como "colchón", al primer trimestre del año 2020.


 Se aclara, además, que, comparado con el primer trimestre del 2019, esos activos en dólares crecieron 17,1%. ¡Por lo cual, posiblemente, al primer trimestre del 2021 puedan superar los 250.000! ¡Y se aclara, además, que semejante volumen de fondos, supera la mitad del Producto Bruto del país! ¿Y ahora se resisten a pagar la deuda que, sin que nadie se los exigiera, contrajeron con un organismo prestatario? ¡Rostros de piedra!


 ¡Por eso repito que, de alguna forma, este paradigma maléfico y destructor que empobrece a la Argentina, enriquece a muchos más de los que uno se pueda imaginar! Porque además de los argentinos listos, ganan los fondos buitres, los prestamistas del Club de París, los bancos internacionales, los políticos, los dirigentes sindicalistas, y tantos otros que picotean.

¡Hay que concluir pues, en que es un gran negocio fundir a la Argentina!

 

Alberto Rodríguez Genta

argentaster@gmail.com

Sunday, January 16, 2022

 Entre pestes y pandemias, Uruguay salva el puchero.


Recordaba hace unos días con unos amigos, que esta peste del COVID me hace recordar una experiencia vivida en 1971, cuando, trabajando en el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca de Uruguay, nos invadió una peste de enorme poder de propagación que amenazó con diezmar -en no más de quince días -la mayor parte de la producción avícola de Uruguay.

La temible y agresiva peste, mucho más letal que esta mariconería del Omicron y toda su apestosa familia del coronavirus, se llama Newcastle, y es el mayor azote de los gallineros del mundo entero. La enfermedad de Newcastle “es una infección altamente contagiosa y con frecuencia severa que existe en todo el mundo y afecta a las aves, incluidas las aves de corral domésticas. Es altamente patógena y dado su veloz poder de propagación puede diezmar poblaciones avícolas en pocos días”.

En aquellos momentos yo estaba contratado por el Ministerio de Ganadería, para coordinar y ejecutar un préstamo de EE.UU., bajo la “Alianza para el Progreso” (USAID) instaurada por el presidente Kennedy, destinado a equipar el funcionamiento de las distintas Direcciones del Ministerio, y el cual se hallaba inoperativo desde hacía unos dos años atrás, debido a la burocracia gubernamental uruguaya. Aún siendo muy necesario y reclamado por las Direcciones operativas del Ministerio.

Lo cierto es que, en su momento, me llaman desde las alturas ministeriales  para que recibiera a una delegación de avicultores, quienes, enormemente preocupados, me informaron que a causa de una infección del virus de la enfermedad  Newcastle ya se estaba perdiendo cerca de un 35% de la producción avícola, y que si no lográbamos obtener, en menos de quince días, una partida de 1 millón de dosis  de vacunas a virus “muerto” del laboratorio Salsbury, de Iowa, EE. UU., nos quedábamos sin gallinas.  La propagación del virus de la enfermedad era tan veloz como la del Omicron, de hoy, pero tremendamente más letal.

-Señores; ¿antes de quince días? ¿Tienen ustedes una idea de la burocracia que significa gestionar a una solicitud como ésta en Uruguay? -fue lo primero que se me ocurrió decirles, impactado por la gravedad de la situación. Como fuera, lo cierto es que no había lugar para imposibles ni para indecisiones. Todas las expectativas estaban puestas en que se pudiera gestionar el embarque de las vacunas a través del préstamo AID, (528-L-021), y por medio de la embajada norteamericana avalando la operación, ante la imposibilidad de cumplir en tiempo y forma con los trámites normales.

Normalmente, luego de recibir la solicitud formal de los productores debíamos coordinar con la oficina del oficial de préstamos en la embajada de EE.UU. en Uruguay, comprobar si estaba en la lista de artículos “elegibles”, gestionar además un preventivo de divisas ante el Ministerio de Economía y Finanzas, abrir una carta de crédito por medio del BROU (Banco de la República de Uruguay), notificar a su vez al Banco Central, etc. etc.

Pero, además, atender un detalle no menor: ponernos en comunicación con el Laboratorio Salsbury en Iowa, EE. UU., para asegurarnos de que no estuvieran de licencia, y que su vez dispusieran de stock de las vacunas, y la posibilidad de un embarque aéreo urgente, aún sin recibir el pago correspondiente. ¡Nada fácil! Máxime, además, y para completar el panorama,  cuando en plena arremetida Tupamara, habían secuestrado al Ingeniero Agrónomo Claude Fly, un simpático viejito norteamericano, que también venía como asesor para la Dirección de suelos, bajo el programa de la USAID.

Pero como siempre sostuve que era mejor cultivar relaciones confiables que enemistades irreconciliables, contaba con un as a favor, y era el hecho de una muy buena relación laboral con el joven oficial de préstamos de la embajada norteamericana en Uruguay: Tom Potter, durante casi un año y medio en el cual pudimos concretar varias adquisiciones imprescindibles para las distintas direcciones del Ministerio, lo cual, sin duda, también beneficiaba su responsabilidad ante su gobierno. Y a él me dirigí, con el desafío de solicitarle establecer desde su oficina, en la Embajada, el “comando”, que significaba, además del contacto con el Laboratorio Salsbury y las averiguaciones correspondientes, el hecho de gestionar una compra urgente, sin ningún tipo de trámite ni garantías, más que mi palabra.

 Por mi parte, había demostrado ser un funcionario responsable y eficiente, ganándome la confianza de ambos gobiernos; tanto del uruguayo, como la del país otorgante del préstamo.  

Confieso que también debí responder a algunas advertencias de posibles represalias y requerimientos internos, por estar favoreciendo los intereses norteamericanos, ante los cuales simplemente respondí: “No soy político ni me interesa serlo. Si hoy los gringos nos brindan una oportunidad de adelantar tecnológicamente un 100% la labor de nuestros compatriotas al servicio de la principal producción nacional, yo cumplo con mi responsabilidad, y bienvenida sea. Si mañana hay que putearlos, los putearemos”.

Para finalizar, les aclaro que gracias a la buena relación y a la buena voluntad de mi amigo el gringuito Tom Potter, tuvimos la suerte de que el Laboratorio Salsbury estuviera operativo y dispusiera de las dosis de vacunas necesarias. También, de que el gobierno norteamericano no objetara por motivos políticos la operación. Y logramos que las vacunas llegaran al país por línea aérea Pan Am, ¡a los 12 días! de haberlas solicitado, y si haber adelantado ni un dólar de pago.

¡Salvamos las gallinas del Uruguay, me decían luego unos compañeros! Si, y las salvamos de la misma forma que hoy, ante esta nueva pandemia del COVID, en base a nuestra credibilidad y confianza como nación, conseguimos las dosis suficientes de los laboratorios más confiables y en los momentos necesarios para que la peste nos se nos fuera de las manos, y salvar a la gran mayoría de los uruguayos. Mérito, sin duda, de una correcta gestión por parte del actual gobierno. Pero que sin duda no hubiera sido tan posible, si el anterior no le hubiera dejado un sistema de salud modernizado, organizado, y envidiablemente inclusivo, que evitara una crisis social de muy alto riesgo. 

Y bueno; es lo que nos salva a los uruguayos y lo que nos admiran desde el extranjero: ¡cuando las papas se nos queman, nos ponemos todos el delantal del Estado, para salvar el puchero! Con ollas populares, subsidios por desempleo, ayudas familiares, y una excelente campaña de vacunación, fuimos y somos un ejemplo de responsabilidad social para con nuestros compatriotas. (Y aún vacunando, como muestra de solidaridad, a los turistas extranjeros).