La Tercera Opinion

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Location: Cordón, Montevideo, Uruguay

Wednesday, April 14, 2021

 Argentina, el país del harakiri..


Reconozco que tengo una interrogante existencial con respecto a mi país hermano, la Argentina. ¿De qué vive la Argentina? O mejor dicho ¿Qué ingresos produce la Argentina para alimentar, educar, y ofrecer un elemental conjunto de servicios sociales a la mayoría de su población? Sé que recibe muchos miles de millones de dólares por las cosechas de soja y por los préstamos del FMI (Fondo Monetario Internacional), pero veo que en lugar de atraer productivas inversiones, alentando, promocionando y favoreciendo a quienes producen las necesarias divisas, fuentes de trabajo y empleos dignos, castiga a las empresas productoras de bienes y servicios, nacionales y extranjeras,  ordeñándoles sistemáticamente sus legítimas ganancias a través de un suicida sistema impositivo, para desarrollar fracasados planes sociales que -gobierno tras gobierno -empobrecen cada día más, económica y socialmente,  a su población. 

¡Recursos que caen en un infinito agujero negro, de donde no brota nada! ¡Y que por supuesto, desalienta y ahuyenta, a quienes quieren producir en su propia tierra!

Un país que, a pesar de contar con ingentes riquezas humanas y materiales, y considerando además que cuenta con exitosas empresas y empresarios, capaz de producir desde aviones, automóviles, y centrales nucleares, hasta bytes, algoritmos, y la más amplia variedad de materias primas -desde petróleo, gas, litio, y otras, hasta una excelente producción agropecuaria (se le ha bautizado como “el granero del mundo”)  se encuentra en plena pandemia COVID 19, con una pobreza general de más del 42%, (que entre los más jóvenes se remonta a más del 50), la inflación más alta de América Latina después de Venezuela (más de 40%) una deuda externa casi impagable, y a su vez, un riesgo país de más de 1.600 puntos.

Les juro que no me gusta hacer comparaciones. Y menos entre hermanos. Pero es que, luego de mi regreso del desastre de Venezuela, encontrando a mi Uruguay tan cambiado y transformado y reconocido a nivel mundial, me dio por hacer, mes a mes, un boletín especial rescatando las mejores noticias que se producen en el país. Se llama simplemente “Buenas Noticias Uruguay”, y aclaro que no gano ni un peso por las ingentes horas empleadas día a día en buscar las noticias, y luego armar los diferentes formatos.

¿Por qué lo hago entonces? Simplemente para darle la mayor difusión y reconocimiento a nivel nacional e internacional a los esfuerzos de tantos compatriotas y convivientes extranjeros, que han hecho del Uruguay su lugar para convivir y para producir, ayudándonos a consolidar nuestra imagen país ante el resto del mundo. Y potenciar, en común, nuestras máximas posibilidades. 

¿Y por qué entonces nosotros, siendo tan chicos en población y territorio logramos enamorar a tantos, más allá de diferencias ideológicas, partidarias, o experiencias de éxitos y fracasos compartidos?

Franciso (Pancho) Vernazza, un reconocido y exitoso publicista uruguayo que trabajó con el Frente Amplio en su fundación; luego fue asesor para el presidente Sanguinetti (Partido Colorado); luego de Mujica (otra vez Frente Amplio) y finalmente de Talvi (Partido Colorado) en un reciente reportaje del diario El  País de Uruguay, analizando la situación política uruguaya y comparando la herencia dejada por el Frente Amplio al nuevo gobierno,  con la misma situación en la Argentina, afirmó que  “Se pincharon todos los globos ideológicos,” y resume, impecablemente, las grandes diferencias de conceptos.

“El componente populista de la izquierda uruguaya no lo llevó a la irresponsabilidad de gastarse todo; fueron capaces de pensar que existe un país que tiene que salir adelante -aclaró Vernazza -En la Argentina de Kirchner, y en menor grado en la de Macri, los exportadores agropecuarios tenían un impuesto, una retención sobre el valor bruto. En el Uruguay de José Mujica no se tocó con un dedo al sector exportador. Es inimaginable la fiesta de despilfarro, de dinero para los jubilados o el carnaval que se habría podido dar si hubieran puesto retenciones. En el FA fueron sobrios, evitaron hacer esto que podría haber determinado que la gente los adorara y que ganaran, seguramente, una cuarta elección”. ¡Gran lección, sin duda, desde Uruguay!

Y en este sentido, más allá de comentarios magnificados por la prensa entre nuestros presidentes, Lacalle Pou y Alberto Fernández, con motivo del 30 aniversario del Mercosur, me detuve en una entrevista que recoge impresiones de un empresario argentino que explica, en muy buena medida, las diferencias entre las políticas uruguayas y argentinas, y sobre una actividad en común. Las fábricas de celulosa.

Entrevistado recientemente por la revista Mercado, Claudio Terrés, el ejecutivo de Ledesma, grupo agroindustrial con fábrica de celulosa y papel, y presidente de la Asociación de Fabricantes de Celulosa y Papel de la Argentina, se refirió a un plan presentado al gobierno nacional a través del Consejo Foresto-industrial Argentino (Confiar)  “..para que finalmente Argentina tenga su primera nueva planta de celulosa en el corto plazo, y que en el mediano y largo, seamos el país donde se instalen todas las plantas de celulosa en los próximos años”.

¿Recuerdan ustedes el calvario que nuestros hermanos argentinos nos hicieron pasar por el hecho de haber aceptado la inversión en nuestro suelo de la primera planta papelera europea (Bosnia) considerada dentro de las más modernas y eficientes del mundo? Pues bien, “para que estén dadas las condiciones de que se instale una planta de celulosa en el país -asegura Terrés -es fundamental resolver el tema del financiamiento, junto con el de la competitividad del sector y de la Argentina en particular. Porque para atraer una inversión como esa, que requeriría de unos US$ 2.000/3.000 millones, el país tendría un costo logístico y de puertos muy alto, fundamental en un proyecto celulósico, que moviliza muchísimas toneladas de madera, de residuos de madera.

“Uruguay tenía una plantación reducida a pesar de que contaba con una ley de promoción y había recibido muchas inversiones externas, pero a partir de la instalación de la planta de Botnia la forestación siguió creciendo de una manera impresionante. Y lo mismo hubiera sucedido en Argentina si hubiese sido de este lado del río. El sector forestal invierte en la medida en que sabe que puede colocar el producto.

“El Plan Estratégico 2030 Foresto-industrial presentado al gobierno argentino busca atraer esa suma que en cuatro años permitiría incrementar en US$ 2.600 millones las exportaciones y crear 186.000 empleos de calidad. Pero lo primero que se debe hacer -aclara Terrés -es que el país genere las condiciones para que un extranjero que piense en radicar una planta en la región considere que los costos internos que se le ofrecen constituyen la mejor alternativa”. Hoy Argentina produce un poco menos de un millón de toneladas de celulosa, y Uruguay está aproximadamente en 4 millones, y varios proyectos en danza, el cuádruple”.

Y es que, así como creo que las empresas y la dirigencia política uruguayas se prepararon para los cambios indispensables para sobrevivir como nación, insertándose al desafío mundial, no creo que no lo hayan hecho las empresas argentinas por propia voluntad. Creo que ni las dejaron, ni las fomentaron, ni las apoyaron. Simplemente las ordeñaron económicamente, con un estricto sentido populista, para ganar las elecciones y seguir estirando la miseria del pueblo y las prebendas de la clase política y sindical.

Y si no hay suficiente credibilidad entre el empresariado argentino que produce las divisas y la riqueza del país, la dirigencia política que debe administrar los recursos y velar por el respeto a la Constitución y las leyes, y la población que no ve, no siente, y no cree, en su propio país, mal destino puede esperarle.

Y repetiré una vez más, la frase de los hermosos versos de Atahualpa Yupanki: “Triste destino, los caballos argentinos..”, pero en este caso no son los caballos los que van al matadero, sino los propios argentinos que, por no saber entenderse, reconocerse, respetarse y respetar su compromiso nacional, van hacia la misma suerte. Es como una especie de harakiri incorporado; el acto voluntario usado por los guerreros japoneses para evitar caer en manos del enemigo, o para expiar un fallo al código del honor, u obligatorio, por mandato de un señor (o señora, ya que respetamos la diversidad de género) feudal.

Alberto Rodríguez Genta                                                                                                                                                       argentaster@gmail.com