Tomando un café, con el Presidente.
La familia, no tiene precio. Y ¿sabe porqué me siento un tipo feliz, Sr. Presidente? Porque mas allá de los mínimos bienes materiales que tengo, tengo en Venezuela una esposa fuera de serie, y un hijo que sacó todo lo mejor de ella y algo de lo bueno mío. Lástima, Presidente, que usted no pueda sentir el calor de un hogar, sabiendo que tiene al lado una compañera que está para las buenas y las malas, y transmitiendo a su hijo esa sensación de “familia” que no se da tanto por los lazos sanguíneos, sino por los sentimientos de cariño, de comprensión, de tolerancia, de amor, de sacrificio personal muchas veces, para lograr la felicidad grupal. Esa sensación, Sr. Presidente, ¡vale toda una oligarquía y una monarquía juntas! Déjeme contarle además que soy uruguayo, que hace 16 años vivo en este hermoso país, que tengo excelentes amigos venezolanos, y que en mi “paisito” de nacimiento tengo otros tres hijos, grandes ya, que por ser como son, son el orgullo más grande que un hombre pueda sentir en su vida. Y me han dado tres nietos, en los cuales mirarme para asegurar como Neruda: “Confieso que he vivido”.. Pero perdón, no quiero hacer de esto un “Aló, Rodríguez Genta”; en realidad yo quería tomarme el atrevimiento de expresarle algunas preocupaciones que sentimos muchos de los “clase media” que vivimos en este país..¿Tomamos otro café, Presidente?
Le aclaro que yo nunca pensé que usted fuera un diablo, una mala persona, un tirano, un déspota, o tantas otras cosas que suelen decirse por ahí. ¿Qué razones tengo yo para pensar esas cosas de usted? No se las razones que puedan tener los demás, pero como los demás tampoco han demostrado ser ningunos “bebé de pecho”, en todo caso me reservo las “reservas” que pudieran llevarme a pensar mal de su persona. ¿Acaso un Presidente cuya primera consigna ha sido rescatar a su pueblo del hambre, la exclusión y la miseria y devolverles la dignidad robada, puede ser tan mala gente? No; no lo creo. Lo que si creo, y esto suele ocurrirnos a muchos cuando tenemos responsabilidades y presiones sociales –y cuánto mayores son más nos sentimos presionados –es que nos obstinamos en ver las cosas desde una convicción y una percepción demasiado personalistas, y nuestras percepciones y emociones suelen jugarnos malas pasadas.
Las dudas razonables del Socialismo..Por ejemplo: yo escribí en esta misma página, “La Tercera Opinión”, y con fecha 1º. de noviembre, un artículo titulado “Socialismo: unos van y otros vienen”, reflexionado sobre los enormes avances que está teniendo la China comunista, haciendo precisamente todo lo contrario a lo que usted está planteando en su Reforma Constitucional. Adoptando –luego de más de trece años de discusión –una legislación que promueve una apertura y un reconocimiento cada vez mayor hacia la propiedad privada; dictando expresamente medidas destinadas a sancionar la corrupción, los abusos e injerencia del Estado sobre las actividades privadas; permitiendo la entrada y competencia de la banca extranjera; promoviendo el mercado de valores, y otras realmente “revolucionarias”.
Y el 12 de noviembre, escuchando su exposición ante la prensa nacional e internacional explicando las bondades del Estado Socialista que usted propone, y su intención de conceder la gestión de las bombas de gasolina a las comunidades organizadas, no pude menos que recordar que en el año 2005 –y por haber implantado este sistema en su país -Fidel debió ordenar una campaña contra el robo y la corrupción en el mercado interno de combustibles, extrañado por el hecho de que el sector oficial gastaba enormes cantidades de barriles diarios de gasolina que nadie se explicaba. Y es que pese a su economía socialista estrictamente controlada, se asegura que en la isla existe un fuerte mercado negro de gasolina, hasta el punto de que su consumo interno de derivados llegó a 204 mil barriles al día en 2006, que es casi la mitad de lo que se consumió en Venezuela en el mismo período!
Para ello, nos invita a derrumbar todos aquellos cimientos sustentados en creencias, costumbres, principios y valores, los cuales bien o mal –quizá más mal que bien –pero han soportado unas creencias dentro de las cuales nos hemos formado. Se han formado nuestros abuelos, nuestros padres, y hasta ahora, nuestros hijos. Y lo que muchos percibimos, entonces, es que usted quiere utilizarnos para librar su guerra contra el imperio; "el más genocida, asesino y sanguinario de todos los imperios que ha habido sobre la faz de la tierra", dijo refiriéndose a los EE.UU. al finalizar la cumbre del MERCOSUR en Río de Janeiro en enero de este año. Y esto también nos confunde, porque percibimos que su particular odio hacia el Sr. Bush y lo que él representa –sumado a su particular estilo del manejo de la diplomacia -están personalizando decisiones que condicionan el futuro de la nación. En este aspecto, Presidente, al tratar de imponernos su modelo socialista como pensamiento único, usted se pone en la misma posición del odiado Sr. Bush: “quien no este conmigo está contra mi”.. "Quien no esta con nosotros, está en el eje del mal..” ¡Cuánta estupidez!
¿Qué bienes van a abandonar, Presidente, si no tienen ni pocetas? ¿Porqué no les habla más bien de un gran compromiso nacional con los empresarios privados para sacarlos de esas pésimas condiciones de vida, y ayudarlos a construir sus viviendas dignas, incorporándoles ideas –no sólo sobre sus derechos sino también sobre sus deberes - para que puedan y sepan crear unas familias sanas en torno a valores sociales que los defiendan contra las drogas, la delincuencia, los abusos sexuales y tanta promiscuidad? En lugar de esto, usted insiste en el mensaje guerrerista: “Yo necesito hombres y mujeres dispuestos a dar su vida por impulsar la revolución socialista". Bueno, puede que usted los necesite para eso, pero ¿se ha preguntado si es eso lo que ellos necesitan para ser felices?
El absurdo de las armas. Y fíjese que todos los presidentes de ideas avanzadas que están hoy gobernando sus países, no lo han logrado con las armas en la mano, sino “dando la guerra de las ideas todos los días”. Usted mismo es un ejemplo de esta manifestación: cuando quiso tomar el poder por las armas, fracasó. Y los Tupamaros en Uruguay, igual. Pero cuando decidieron cambiar las armas por las ideas, y presentarles a sus pueblos una opción seria dentro de la institucionalidad, el pueblo los aceptó! Las ideas, Presidente, las propuestas, valen mucho más que 100.000 fusiles Kalashnikov, o los misiles y las bombas del retrógrado Señor Bush. Los gobiernos que han caído últimamente en nuestra región, Sr. Presidente, no han caído por falta de armas, ¿verdad que no? Nadie desarmó sus Fuerzas Armadas o los superó en armamento. Han caído por el voto popular, porque fracasaron en sus ideas: porque no tenían ya nada para aportar. ¿Y acaso usted cree que los graves fracasos de su oposición han estado en no tener armas para combatirlo?
El error de la exclusión. Usted tuvo la virtud, y eso hay que reconocérselo, de identificar y construir opciones para las clases más necesitadas. Y eso es justicia, nadie lo puede negar. Pero cometió el error de no saber construir puentes para unirlas con la clase media. Y son las clases medias quienes dinamizan, transforman, y modernizan una sociedad. Entonces, pretendió aislarse con “sus pobres” radicalizando el discurso, fomentando la división y con ello el resentimiento, la intolerancia, y la violencia. Su discurso, además de agresivo es ofensivo, Sr. Presidente, y no le hace ningún bien a una sociedad que ya viene de muchos años de violencia. Hace unos días, un profesor de mi hijo que tiene 12 años, mientras me felicitaba por haber sido elegido Presidente de la Asociación de Padres y Representantes del Colegio Francia, me hacía ver que nuestros hijos son hijos de la intolerancia y la violencia de la última década, en la cual nacieron.