Padre rico, padre pobre.
Este es el título de un muy consagrado libro sobre el mundo de las finanzas, que escribieron Robert Kiyosaki y Sharon Lechter (1997) que remarca las diferentes actitudes hacia el dinero, el trabajo y la vida de dos progenitores, y como ellos tuvieron influencia en la vida de ambos.
Uruguay es un país pequeño pero
reconocido por sus beneficios sociales. Es más, está considerado como uno de
los máximos creadores del modelo de “Bienestar Social”, por parte de un Estado
“padre rico”, que marcó fuertemente la impronta de los uruguayos políticamente,
dando origen a una verdadera revolución social latinoamericana. Por ejemplo: desde hace más de una década, el que
los niños acudan a clases escolares, es una exigencia para recibir la
llamada Asignación Familiar-Plan de Equidad (AFAM-PE), una prestación
económica, orientada a los más vulnerables.
Sin
embargo, a noviembre de 2025, más de 3.000 asignaciones familiares fueron
suspendidas por inasistencias a centros de enseñanza, después de un proceso de
revinculación, entre más de 5.000
estudiantes, que dejaron de asistir a los centros educativos. La pregunta
entones es, ¿porque motivo, estos últimos dejaron de percibir asignaciones
familiares? El BPS informó además que ejecutó el pago de un bono de apoyo
económico de $2.500 a más de 114.000 niñas y niños que asisten a escuelas
públicas en contextos vulnerables.
Pero
es evidente, que si no existe una conducta familiar responsable, asociada al
objetivo del beneficio social, este se vuelve absolutamente ineficaz. Por lo
cual redistribuir más recursos para combatir la pobreza infantil gravando a los
más ricos, como propone el PIT-CNT,
parece entonces tan ineficaz como
tratar de mejorar el mar, echándole baldes de agua.. sacados del propio mar.
Creo que no es necesario quitarle a
los más ricos, algo de su riqueza, para construir el país que queremos todos, y
que, entre todos, sin tener los enormes recursos naturales como petróleo, gas,
acero, aluminio, litio, diamantes, oro, y otras “tierras raras” que tanto le
interesan a Donald Trump, en Estados Unidos, los uruguayos hemos logrado
financiarnos con cada gota y neurona de nuestro esfuerzo, innovación,
investigación, y mucho trabajo. Nuestro modelo de crecimiento económico con
inclusión social, es un ejemplo para el mundo.
Y porque al mismo tiempo, estoy
leyendo una información reciente sobre la inauguración de un importante tomógrafo, en el novel Hospital
del Cerro, en Montevideo - construido por la anterior administración gubernamental
- opuesta políticamente al actual gobierno.
¡Qué lindos que somos los uruguayos, cuando nos ponemos de acuerdo!
Cada cual y cada quién, tiene que
identificar donde están sus fortalezas y sus debilidades. Como también sus responsabilidades. Estoy se
guro de que si hoy, Uruguay, a través de sus creíbles y confiables
instituciones, les pidiera un sacrificio fiscal mayor a nuestros residentes más
ricos, para eliminar la pobreza infantil, y también las otras, fundamentado en
un proyecto bien estructurado, planificado, y fundamentado, nadie le diría que
no. Hay muchos ricos que colaboran, voluntariamente, con obras sociales de gran
impacto, que mejoran la convivencia existencial, de nuestra nación. A ellos no
los obliga nadie a desprenderse de parte de su riqueza. Lo hacen porque se
sienten motivados a hacerlo.
Y porque así, ¡construimos todos, un
país mejor! Los recursos materiales simplemente pueden ser un aliciente, en
búsqueda de mejores oportunidades. Pero
¿de qué sirve redistribuir riqueza, entre quienes no están preparados para
utilizarla?
El
PIT-CNT subrayó que esta propuesta es “una prioridad para el movimiento
sindical”, porque es inadmisible que exista pobreza infantil en Uruguay y aún
más inadmisible que esta pobreza sea hija directa de la desigualdad, cuando en
el mismo país conviven mil millonarios. Sin duda, suena muy razonable. ¿Pero
así nomás? ¿Porque sea una prioridad
para el movimiento sindical, y no una prioridad para la colectividad nacional?
E
insiste, además, en que desde el punto de vista social, “permite que
nuestros gurises lleguen de otra forma al sistema educativo, se formen, y no
sigamos hipotecando, como hoy, la perspectiva de desarrollo del país”.
Pero, frente a las experiencias ya vividas en diferentes gobiernos ¿qué
garantías tenemos de que, obteniendo mas recursos financieros de los que más
tienen, estos cumplirán su objetivo? Lo que no pudieron lograr los sucesivos
gobiernos, de una y otra orientación, ¿será capaz de lograrlo ahora el PIT-CNT,
por su sola disposición?
¿Una
respuesta sindical y sectorial, cuando -en todo caso- debería ser una respuesta
nacional, ante un tema existencial? En todo
caso, el tema ha estado muy mal planteado: viniendo de un sindicato que
permanentemente, pretende negar y exorcizar a los productores de la riqueza,
bajo consignas como; "Mientras las patronales acumulan
ganancias récord gracias al esfuerzo diario de nuestra clase, pretenden seguir
profundizando la precarización laboral, imponiendo condiciones indignas y
negando derechos conquistados". ¡Siempre la exclusión social!
Por otra
parte, “solo el 15% de los uruguayos se siente representado por el
PIT-CNT”. Incluso “La mayoría de los
frenteamplistas (63%) no se siente representada por la central sindical
mientras otro 11% no tiene opinión formada sobre el tema”. (Factum -El Observador, 2002) “La gran mayoría de la población en edad
de trabajar no se siente representada por la central, ni tampoco la gran
mayoría de los trabajadores en relación de dependencia”.
Por
otra parte, al PIT-CNT no le ha ido bien en otras propuestas presentadas, como
el plebiscito contra la LUC (durante el cual manipuló artículos, mintiendo,
para ponerlos en negativo) Ni contra la Reforma de la Seguridad Social, durante
la cual en un exceso de populismo ideológico pretendió congelar la edad
jubilatoria en los 60 años, contra las evidencias que exigen mínimamente cinco
años más de trabajo, para poder financiar las jubilaciones a futuro.
Tampoco
se ha vuelto muy simpático para la población, patrocinando la cantidad de
paros, huelgas, manifestaciones, que han inquietado al país recientemente
-causando daños y perjuicios -por luchas sindicales imposibles de justificar.
El pesquero, el lácteo, y el portuario, son ejemplos elocuentes. El país pierde
puntos en confianza institucional, a pesar de que hoy tenemos Consejos de
Salarios, acordados entre obreros y empresarios, y reconocidos por la propia
OIT (la mayor expresión internacional representante de los obreros y
trabajadores del mundo) para alinear sus conveniencias.
Conclusiones. Uruguay es hoy un país
suficientemente fuerte, creíble, y confiable institucionalmente; por lo cual
estoy seguro de que, si en caso de una emergencia social -como fue la pandemia del
COVID - nuestras instituciones nos pidieran un especial esfuerzo a “todos”, para
llevar a cabo un plan consensensuado, para erradicar la pobreza infantil, no lo
negaríamos. ¡Y hasta lo aplaudiríamos! El problema está en quién, cómo, y con
que fundamentos, lo exige. Y en manos de quiénes caerán esos rubros. ¡Que no
serán los niños! Y repito mis conceptos anteriores: “a nadie debería gustarle
vivir en un país de pobres; y menos, de niños pobres.”
Y
si; aunque el PIT-CNT y sus asesores lo nieguen, es motivo para que los
inversores, tanto nacionales como extranjeros, desconfíen de ese poder
autoritario e irracional. Digo desconfiar; no hablo de ahuyentar, pero…cada
quien, y cada cual, sacarán sus propias conclusiones.



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