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Location: Cordón, Montevideo, Uruguay

Wednesday, November 21, 2007

Tomando un café, con el Presidente.


La "Clase Media" también existe..

Si usted y yo, Presidente Chávez, tuviéramos la oportunidad de sentarnos a tomar un café –algo que a usted mucho le gusta y a mi también –me gustaría expresarle algunas preocupaciones que tenemos muchas de las personas que vivimos en este bellísimo país, llamado Venezuela. Antes que nada, le aclararía que no soy ni un “cachorro del imperio”, ni un “oligarca”, ni un “capitalista imperialista”, ni un enemigo de sus ideas ni mucho menos de sus mejores intenciones. En todo caso soy un tipo que me siento muy feliz siendo lo que ha sido mi familia toda la vida y lo máximo que he podido llegar a ser yo: simplemente un “clase media”.

La familia, no tiene precio. Y ¿sabe porqué me siento un tipo feliz, Sr. Presidente? Porque mas allá de los mínimos bienes materiales que tengo, tengo en Venezuela una esposa fuera de serie, y un hijo que sacó todo lo mejor de ella y algo de lo bueno mío. Lástima, Presidente, que usted no pueda sentir el calor de un hogar, sabiendo que tiene al lado una compañera que está para las buenas y las malas, y transmitiendo a su hijo esa sensación de “familia” que no se da tanto por los lazos sanguíneos, sino por los sentimientos de cariño, de comprensión, de tolerancia, de amor, de sacrificio personal muchas veces, para lograr la felicidad grupal. Esa sensación, Sr. Presidente, ¡vale toda una oligarquía y una monarquía juntas! Déjeme contarle además que soy uruguayo, que hace 16 años vivo en este hermoso país, que tengo excelentes amigos venezolanos, y que en mi “paisito” de nacimiento tengo otros tres hijos, grandes ya, que por ser como son, son el orgullo más grande que un hombre pueda sentir en su vida. Y me han dado tres nietos, en los cuales mirarme para asegurar como Neruda: “Confieso que he vivido”.. Pero perdón, no quiero hacer de esto un “Aló, Rodríguez Genta”; en realidad yo quería tomarme el atrevimiento de expresarle algunas preocupaciones que sentimos muchos de los “clase media” que vivimos en este país..¿Tomamos otro café, Presidente?

Le aclaro que yo nunca pensé que usted fuera un diablo, una mala persona, un tirano, un déspota, o tantas otras cosas que suelen decirse por ahí. ¿Qué razones tengo yo para pensar esas cosas de usted? No se las razones que puedan tener los demás, pero como los demás tampoco han demostrado ser ningunos “bebé de pecho”, en todo caso me reservo las “reservas” que pudieran llevarme a pensar mal de su persona. ¿Acaso un Presidente cuya primera consigna ha sido rescatar a su pueblo del hambre, la exclusión y la miseria y devolverles la dignidad robada, puede ser tan mala gente? No; no lo creo. Lo que si creo, y esto suele ocurrirnos a muchos cuando tenemos responsabilidades y presiones sociales –y cuánto mayores son más nos sentimos presionados –es que nos obstinamos en ver las cosas desde una convicción y una percepción demasiado personalistas, y nuestras percepciones y emociones suelen jugarnos malas pasadas.

Las dudas razonables del Socialismo..Por ejemplo: yo escribí en esta misma página, “La Tercera Opinión”, y con fecha 1º. de noviembre, un artículo titulado “Socialismo: unos van y otros vienen”, reflexionado sobre los enormes avances que está teniendo la China comunista, haciendo precisamente todo lo contrario a lo que usted está planteando en su Reforma Constitucional. Adoptando –luego de más de trece años de discusión –una legislación que promueve una apertura y un reconocimiento cada vez mayor hacia la propiedad privada; dictando expresamente medidas destinadas a sancionar la corrupción, los abusos e injerencia del Estado sobre las actividades privadas; permitiendo la entrada y competencia de la banca extranjera; promoviendo el mercado de valores, y otras realmente “revolucionarias”.

Y el 12 de noviembre, escuchando su exposición ante la prensa nacional e internacional explicando las bondades del Estado Socialista que usted propone, y su intención de conceder la gestión de las bombas de gasolina a las comunidades organizadas, no pude menos que recordar que en el año 2005 –y por haber implantado este sistema en su país -Fidel debió ordenar una campaña contra el robo y la corrupción en el mercado interno de combustibles, extrañado por el hecho de que el sector oficial gastaba enormes cantidades de barriles diarios de gasolina que nadie se explicaba. Y es que pese a su economía socialista estrictamente controlada, se asegura que en la isla existe un fuerte mercado negro de gasolina, hasta el punto de que su consumo interno de derivados llegó a 204 mil barriles al día en 2006, que es casi la mitad de lo que se consumió en Venezuela en el mismo período!

Frente a hechos como éstos y muchos más que podría relatarle, Sr. Presidente, es que surgen nuestras dudas. Usted nos quiere llevar a una experiencia socialista que ni usted mismo conoce, ni ha experimentado, ni mucho menos tiene referencias sobre sus resultados. Un Socialismo que tenemos que “crearlo”, que “inventarlo”-dice usted. Y por lo que vemos, las experiencias de estos países socialistas y aún otras –que me imagino también han tratado de crear, o inventar el suyo -no son demasiado alentadoras.

Para ello, nos invita a derrumbar todos aquellos cimientos sustentados en creencias, costumbres, principios y valores, los cuales bien o mal –quizá más mal que bien –pero han soportado unas creencias dentro de las cuales nos hemos formado. Se han formado nuestros abuelos, nuestros padres, y hasta ahora, nuestros hijos. Y lo que muchos percibimos, entonces, es que usted quiere utilizarnos para librar su guerra contra el imperio; "el más genocida, asesino y sanguinario de todos los imperios que ha habido sobre la faz de la tierra", dijo refiriéndose a los EE.UU. al finalizar la cumbre del MERCOSUR en Río de Janeiro en enero de este año. Y esto también nos confunde, porque percibimos que su particular odio hacia el Sr. Bush y lo que él representa –sumado a su particular estilo del manejo de la diplomacia -están personalizando decisiones que condicionan el futuro de la nación. En este aspecto, Presidente, al tratar de imponernos su modelo socialista como pensamiento único, usted se pone en la misma posición del odiado Sr. Bush: “quien no este conmigo está contra mi”.. "Quien no esta con nosotros, está en el eje del mal..” ¡Cuánta estupidez!

¿Transformar los pobres en guerrilleros? Usted también afirmó que: “la guerra de las ideas hay que darla todos los días”. Bueno, si; en eso estamos de acuerdo. ¡Eso es hablar como un estadista! Pero lo de formar batallones y escuadrones y comandos armados y darles fusiles a la gente que vive en los cerros para que le hagan ¡pum! a los gringos, etc. etc. ¿a usted le parece que es un mensaje serio para un pueblo sufrido que merece respeto, atención, solidaridad y mejores condiciones de vida? Pedirles que “estén dispuestos a dar su vida y abandonar los bienes materiales por construir un partido socialista que promulgue la ideología bolivariana de un nuevo modelo económico de propiedad social”, como expresó en su “Aló Presidente” 276. ¿Acaso pretende transformarlos en guerrilleros?

¿Qué bienes van a abandonar, Presidente, si no tienen ni pocetas? ¿Porqué no les habla más bien de un gran compromiso nacional con los empresarios privados para sacarlos de esas pésimas condiciones de vida, y ayudarlos a construir sus viviendas dignas, incorporándoles ideas –no sólo sobre sus derechos sino también sobre sus deberes - para que puedan y sepan crear unas familias sanas en torno a valores sociales que los defiendan contra las drogas, la delincuencia, los abusos sexuales y tanta promiscuidad? En lugar de esto, usted insiste en el mensaje guerrerista: Yo necesito hombres y mujeres dispuestos a dar su vida por impulsar la revolución socialista". Bueno, puede que usted los necesite para eso, pero ¿se ha preguntado si es eso lo que ellos necesitan para ser felices?

La “Clase media” también existe. Yo desearía que en este país que tanto quiero, al igual que en mi Uruguay querido, todos fuéramos “clase media en positivo”; un slogan que alguien de su gobierno inventó mientras “incluían” en nuestros espacios públicos, aceras, salidas del metro, plazas, parque y lugares de tránsito y esparcimiento, miles y miles de vendedores informales, pero trataban de hacernos ver que también existimos. Si, existimos Presidente; y no sólo existimos sino que en realidad, más allá de los malos capitalistas, y los malos socialistas, y los torpes políticos, somos la “clase media siempre castigada” la que hemos aportado lo mejor que en estos países se ha construido! Y también la que ha llevado la peor parte. ¿Es que acaso usted rechaza a los “clase media” que hemos trabajado muy duro para tener un techo confortable bajo el cual criar a nuestros hijos y darles una educación que –aunque cara y mala –es la mejor herencia para asegurarles un futuro que ellos mismos deberán y podrán construirse, si les dejamos las herramientas?

Yo le he oído decir que usted no tiene casa propia ni le interesa tenerla, ni tampoco vehículo porque tampoco lo necesita; está bien, se lo respeto, pero entienda que no es esa la idea de la mayoría de la gente que quiere progresar en la vida y darle a los suyos una mínima seguridad para el mañana. Yo no quiero que mis hijos vivan en la selva ni que me los dejen en la calle por no tener para pagar un alquiler. Yo por mis hijos si, Sr. Presidente, agarro un arma y pierdo la razón. No por una revolución; no soy un guerrillero.

El absurdo de las armas. Y fíjese que todos los presidentes de ideas avanzadas que están hoy gobernando sus países, no lo han logrado con las armas en la mano, sino “dando la guerra de las ideas todos los días”. Usted mismo es un ejemplo de esta manifestación: cuando quiso tomar el poder por las armas, fracasó. Y los Tupamaros en Uruguay, igual. Pero cuando decidieron cambiar las armas por las ideas, y presentarles a sus pueblos una opción seria dentro de la institucionalidad, el pueblo los aceptó! Las ideas, Presidente, las propuestas, valen mucho más que 100.000 fusiles Kalashnikov, o los misiles y las bombas del retrógrado Señor Bush. Los gobiernos que han caído últimamente en nuestra región, Sr. Presidente, no han caído por falta de armas, ¿verdad que no? Nadie desarmó sus Fuerzas Armadas o los superó en armamento. Han caído por el voto popular, porque fracasaron en sus ideas: porque no tenían ya nada para aportar. ¿Y acaso usted cree que los graves fracasos de su oposición han estado en no tener armas para combatirlo?

No; han estado en no saber proponer mejores opciones. Y desde ya me atrevo a asegurarle que por más que puedan recolectar algunos generales y coroneles más para su saco, mientras no se ganen la voluntad de ese pueblo mayoritario que al fin ha sido tocado por los beneficios mínimos que se le han negado por décadas, no van a avanzar demasiado. Pero también me temo que si a su vez usted sigue insistiendo en tener un séquito millonario de soldaditos armados para defender su revolución -hasta de los abusos que todo modelo genera - tampoco va a avanzar demasiado. Si usted tiene tanta fe en el pueblo como dice tenerla, Sr. Presidente, ¿que temores puede tener de ese pueblo, si es él quien va a decidir a quien quiere en el poder? ¿Para que tantas armas, entonces? No quiero creer que usted se tomó en serio eso de enviar venezolanos a defender una confrontación con Irán?!

El error de la exclusión. Usted tuvo la virtud, y eso hay que reconocérselo, de identificar y construir opciones para las clases más necesitadas. Y eso es justicia, nadie lo puede negar. Pero cometió el error de no saber construir puentes para unirlas con la clase media. Y son las clases medias quienes dinamizan, transforman, y modernizan una sociedad. Entonces, pretendió aislarse con “sus pobres” radicalizando el discurso, fomentando la división y con ello el resentimiento, la intolerancia, y la violencia. Su discurso, además de agresivo es ofensivo, Sr. Presidente, y no le hace ningún bien a una sociedad que ya viene de muchos años de violencia. Hace unos días, un profesor de mi hijo que tiene 12 años, mientras me felicitaba por haber sido elegido Presidente de la Asociación de Padres y Representantes del Colegio Francia, me hacía ver que nuestros hijos son hijos de la intolerancia y la violencia de la última década, en la cual nacieron.

Usted nos esta excluyendo a nosotros y a nuestros hijos para incluir a otros, cuando debería tratar de incluirnos a todos para que no hubiera los “unos” y los” otros”. ¡Y nos negamos por igual a excluir, que a ser excluidos! Teniendo tanto por lo cual trabajar juntos, Presidente, es estúpido estar divididos por no poner la voluntad suficiente para entendernos. Por ello, antes de decidir unilateralmente convocar a construir un modelo socialista del cual no tenemos ninguna referencia aleccionadora, yo lo invito a una gran consulta nacional acerca del modelo de convivencia, producción, y trabajo, que desean los venezolanos. Y de paso, a buscar juntos las verdaderas soluciones a los gravísimos problemas –como el de la seguridad personal –que sigue cercenando la vida de miles de padres, madres, e hijos venezolanos, sin distinción política, económica o social. La muerte de un solo venezolano digno, Sr. Presidente, debería ocupar los días y las noches de todo aquel que se precie de ser hijo de esta nación. Y más, de quien se precie de ser su Presidente. A decir verdad, yo no veo una verdadera “voluntad política” para enfrentar este problema por parte de su gobierno. Y como ya lo he dicho en otras oportunidades, este no es un problema “policial”, es un problema de “gerencia”; y el principal gerente de este país es usted. Para esto -y por mi parte ya he presentado algunas ideas -yo estoy a la orden Sr. Presidente. No, no se preocupe Presidente; este café lo pago yo. El próximo es suyo..

Argenta
Noviembre, 2007
Conste que a mi también me gusta mucho esa frase de Artigas con la que usted le respondió a Zapatero: “Con la verdad, ni ofendo ni temo”.

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