Apuntes sobre la pobreza infantil.
Nuestra preocupación por la pobreza infantil,
nuevamente está creando ronchas que pican y molestan a la sociedad uruguaya. Y
eso es bueno. Políticos, analistas, observadores, investigadores, periodistas, y variados sectores de la sociedad, (familias,
iglesias, ongs, etc) alzan su voz de
alerta una vez más.
Los políticos, por su parte, hacen y prometen lo
suyo; lo de siempre. Destinan más recursos económicos a los planes familiares
en los sectores más vulnerables, mientras que los analistas, observadores,
investigadores, periodistas, etc., procesan, divulgan y comentan lo suyo. El
tema no es nuevo. Y siempre lo empezamos a analizar desde el hoy, y no desde el
ayer. O sea, cuando el mal ya está hecho, y se sigue multiplicando.
Recientemente,
la Academia Nacional de Economía organizó una mesa redonda sobre este tema, en
la que economistas de cuatro universidades hablaron sobre qué pasa con la
pobreza infantil, entre otras consideraciones. Allí se recordó que el 32 y
algo, de los niños menores de 6 años son pobres en Uruguay. Estos profesionales opinaron
sobre la gran deuda que tiene el país, en esta materia, y sobre cómo
solucionarla.
Todos ellos coinciden en que, un
factor clave para atacar el problema está en las transferencias económicas. Y lo
cierto es que, según el proyecto de ley del Poder Ejecutivo que se estudia en
el Parlamento, el gobierno destinará el 40% de las asignaciones incrementales
en el Presupuesto a la infancia. Se aclara que, si bien probablemente no será
suficiente, los economistas opinaron que el rumbo parece ser el correcto. Veamos el desglose previsto y propuesto.
Matías Brum (Universidad
ORT), evaluó como positivas algunas medidas específicas planteadas en el Presupuesto y
enumeró incrementos previstos, por ejemplo, para el club de niños en 154%, para
los centros juveniles 240%, para apoyos de educación media
130%, para becas de educación media 270%, en bonos de apoyo escolar 78%, la
suba en programas de precariedad habitacional es de 100%, y se crean dos
partidas nuevas: una de alimentación para educación media ($ 590 millones
mensuales) y visitas domiciliarias a recién nacidos (que pasa a ser de $ 50
millones anuales). “Los recursos son
limitados, pero pienso que el 40% de la distribución del gasto está en la
dirección correcta”, opinó Brum. Y en mi modesta opinión, también.
También hubo consenso en que la
inversión y las políticas para mitigar la pobreza, deberían
ser no solo multidimensionales (educación, vivienda, trabajo para los padres,
salud, etcétera), sino también alcanzar a las familias en situación de
vulnerabilidad, dado que muchas están en el borde y pueden caer bajo la línea
de pobreza. Personalmente, esto es lo que más me preocupa. Pero, ¿cómo les
llegamos a esas familias?
¿Simplemente con mayores
transferencias, cuando no hay una base cultural para recibirlas y gestionarlas,
en beneficio de sus hijos? ¿Qué ejemplos y enseñanzas están recibiendo esos
niños (teniendo en cuenta que esos primeros años son los que marcarán la mayor
parte de sus creencias y valores, de por vida) desde sus hogares? Recordemos
que la familia es la primera escuela del ser humano. (¡Y hasta diría en el
mundo animal, en general!) Y es que, en las últimas crónicas policiales,
sobresalen chicos de 14,15.16 años, ¡algunos muertos, y otros matando! Y no
dejo de preguntarme: ¿Y dónde están sus padres? ¿Es que el problema está en los
hijos o en los padres?
La mayoría de los uruguayos
tenemos hijos, y sabemos que los hijos son seres conflictuados, por naturaleza,
mientras investigan su verdadera razón de ser, y cómo ser. Y de alguna forma,
esta mayoría logramos inculcarles principios y valores de vida, para irse
insertando, dentro de la familia, primero, y luego dentro de la sociedad. ¿Ello
depende, mayormente, del dinero que generamos, o los beneficios que el Estado
nos proporciona? Sin duda que no. Porque si algunos de nosotros generamos un
poco más, también nos exponemos a que, a nuestros hijos y nuestra familia, la
sociedad nos exija mucho más.
Por ello creo que la mayor
transferencia que podemos hacerles a esos hogares, no es tanto la económica,
sino la de valores que les permitan el enriquecimiento personal y familiar,
para poder enfrentar y decidir su futuro. La económica ayuda, pero es
complementaria.
Mauricio De Rosa (Universidad
de la República, UdelaR), coincide, en parte, con mi afirmación: “No hay
niños pobres, sino hogares pobres. “Las transferencias monetarias no
son asistencialismo, está comprobado que tienen efectos duraderos”.
Pero yo vuelvo a mi interrogante ¿en qué condiciones? “Son caras, pero
mueven la aguja”, dice De Rosa. Y aquí me permito otra disidencia: nuestra
experiencia - e incluso otras –Indican que, gobierno tras gobierno hemos venido
aumentando nuestras transferencias (¡ningún grupo político quiere quedarse excluido
socialmente!) y, sin embargo, ¡no movemos ni el segundero!
Las transferencias pueden
servir de alfombra y aliciente, para facilitar el proceso de mejora personal, pero
de por sí solas, y cualquiera sea su monto -aunque coyunturalmente alimenten la canasta básica familiar - no alimentan las
mentes. Y si no cambiamos y preparamos las mentes, no cambiaremos nada, por más
transferencias económicas existentes.
Germán
Deagosto (Universidad Católica, UCU), advirtió que “es difícil
competir” cuando el valor de una beca para cada niño necesitado es de $ 10.000
al año, mientras que, por ejemplo, coordinar una boca de droga puede
representar unos $ 10.000 o $ 15.000 semanales. De ahí que el
abordaje multidimensional de las familias, con énfasis en la
educación y en el acompañamiento, resulten fundamentales. De acuerdo; y
por esto mismo insisto en la necesidad de abordar aprendizajes y ejemplos de
convivencia, que motiven, incentiven, y estimulen, a adquirir hábitos,
creencias y valores, con sentido de pertenencia al resto de la sociedad. ¡Nunca podremos competir, con las
transferencias económicas de la delincuencia!
Y por ello mismo, necesitamos
una gran penetración en los hogares; en
los CAIF, en los centros de reclusión y
capacitación, y todos aquellos que pretenden aportar valores a la convivencia
social. Con transferencias culturales, más que intentos viscerales.
¡Necesitamos rescatar, y ocupar, para la sociedad, esa presencia que tan bien
saben aprovechar, las bandas delincuenciales!
¡Y es urgente!