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Wednesday, October 15, 2025

Apuntes sobre la pobreza infantil.

Nuestra preocupación por la pobreza infantil, nuevamente está creando ronchas que pican y molestan a la sociedad uruguaya. Y eso es bueno. Políticos, analistas, observadores, investigadores, periodistas, y  variados sectores de la sociedad, (familias, iglesias, ongs, etc)  alzan su voz de alerta una vez más.  

Los políticos, por su parte, hacen y prometen lo suyo; lo de siempre. Destinan más recursos económicos a los planes familiares en los sectores más vulnerables, mientras que los analistas, observadores, investigadores, periodistas, etc., procesan, divulgan y comentan lo suyo. El tema no es nuevo. Y siempre lo empezamos a analizar desde el hoy, y no desde el ayer. O sea, cuando el mal ya está hecho, y se sigue multiplicando.

Recientemente, la Academia Nacional de Economía organizó una mesa redonda sobre este tema, en la que economistas de cuatro universidades hablaron sobre qué pasa con la pobreza infantil, entre otras consideraciones. Allí se recordó que el 32 y algo, de los niños menores de 6 años son pobres en Uruguay. Estos profesionales opinaron sobre la gran deuda que tiene el país, en esta materia, y sobre cómo solucionarla.

Todos ellos coinciden en que, un factor clave para atacar el problema está en las transferencias económicas. Y lo cierto es que, según el proyecto de ley del Poder Ejecutivo que se estudia en el Parlamento, el gobierno destinará el 40% de las asignaciones incrementales en el Presupuesto a la infancia. Se aclara que, si bien probablemente no será suficiente, los economistas opinaron que el rumbo parece ser el correcto.  Veamos el desglose previsto y propuesto.

Matías Brum (Universidad ORT), evaluó como positivas algunas medidas específicas planteadas en el Presupuesto y enumeró incrementos previstos, por ejemplo, para el club de niños en 154%, para los centros juveniles 240%, para apoyos de educación media 130%, para becas de educación media 270%, en bonos de apoyo escolar 78%, la suba en programas de precariedad habitacional es de 100%, y se crean dos partidas nuevas: una de alimentación para educación media ($ 590 millones mensuales) y visitas domiciliarias a recién nacidos (que pasa a ser de $ 50 millones anuales).  “Los recursos son limitados, pero pienso que el 40% de la distribución del gasto está en la dirección correcta”, opinó Brum. Y en mi modesta opinión, también.

También hubo consenso en que la inversión y las políticas para mitigar la pobreza, deberían ser no solo multidimensionales (educación, vivienda, trabajo para los padres, salud, etcétera), sino también alcanzar a las familias en situación de vulnerabilidad, dado que muchas están en el borde y pueden caer bajo la línea de pobreza. Personalmente, esto es lo que más me preocupa. Pero, ¿cómo les llegamos a esas familias?

¿Simplemente con mayores transferencias, cuando no hay una base cultural para recibirlas y gestionarlas, en beneficio de sus hijos? ¿Qué ejemplos y enseñanzas están recibiendo esos niños (teniendo en cuenta que esos primeros años son los que marcarán la mayor parte de sus creencias y valores, de por vida) desde sus hogares? Recordemos que la familia es la primera escuela del ser humano. (¡Y hasta diría en el mundo animal, en general!) Y es que, en las últimas crónicas policiales, sobresalen chicos de 14,15.16 años, ¡algunos muertos, y otros matando! Y no dejo de preguntarme: ¿Y dónde están sus padres? ¿Es que el problema está en los hijos o en los padres?

La mayoría de los uruguayos tenemos hijos, y sabemos que los hijos son seres conflictuados, por naturaleza, mientras investigan su verdadera razón de ser, y cómo ser. Y de alguna forma, esta mayoría logramos inculcarles principios y valores de vida, para irse insertando, dentro de la familia, primero, y luego dentro de la sociedad. ¿Ello depende, mayormente, del dinero que generamos, o los beneficios que el Estado nos proporciona? Sin duda que no. Porque si algunos de nosotros generamos un poco más, también nos exponemos a que, a nuestros hijos y nuestra familia, la sociedad nos exija mucho más.

Por ello creo que la mayor transferencia que podemos hacerles a esos hogares, no es tanto la económica, sino la de valores que les permitan el enriquecimiento personal y familiar, para poder enfrentar y decidir su futuro. La económica ayuda, pero es complementaria.

Mauricio De Rosa (Universidad de la República, UdelaR), coincide, en parte, con mi afirmación: “No hay niños pobres, sino hogares pobres. “Las transferencias monetarias no son asistencialismo, está comprobado que tienen efectos duraderos”. Pero yo vuelvo a mi interrogante ¿en qué condiciones? “Son caras, pero mueven la aguja”, dice De Rosa. Y aquí me permito otra disidencia: nuestra experiencia - e incluso otras –Indican que, gobierno tras gobierno hemos venido aumentando nuestras transferencias (¡ningún grupo político quiere quedarse excluido socialmente!) y, sin embargo, ¡no movemos ni el segundero!

Las transferencias pueden servir de alfombra y aliciente, para facilitar el proceso de mejora personal, pero de por sí solas, y cualquiera sea su monto -aunque coyunturalmente alimenten  la canasta básica familiar - no alimentan las mentes. Y si no cambiamos y preparamos las mentes, no cambiaremos nada, por más transferencias económicas existentes.  

Germán Deagosto (Universidad Católica, UCU), advirtió que “es difícil competir” cuando el valor de una beca para cada niño necesitado es de $ 10.000 al año, mientras que, por ejemplo, coordinar una boca de droga puede representar unos $ 10.000 o $ 15.000 semanales. De ahí que el abordaje multidimensional de las familias, con énfasis en la educación y en el acompañamiento, resulten fundamentales. De acuerdo; y por esto mismo insisto en la necesidad de abordar aprendizajes y ejemplos de convivencia, que motiven, incentiven, y estimulen, a adquirir hábitos, creencias y valores, con sentido de pertenencia al resto de la sociedad.  ¡Nunca podremos competir, con las transferencias económicas de la delincuencia!

Y por ello mismo, necesitamos una gran penetración en los hogares;  en los CAIF, en los  centros de reclusión y capacitación, y todos aquellos que pretenden aportar valores a la convivencia social. Con transferencias culturales, más que intentos viscerales. ¡Necesitamos rescatar, y ocupar, para la sociedad, esa presencia que tan bien saben aprovechar, las bandas delincuenciales!

¡Y es urgente!

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