Río de Janeiro, ya no es solo carnaval.
La hermosa, alegre, y vistosa, Río de Janeiro, ha sido herida de muerte. La belleza de sus impresionantes y deslumbrantes carnavales, que han asombrado al mundo entero por su majestuosidad, su alegría contagiosa, sus bailes, su música tan única, y su lección de convivencia para la humanidad, ha sido sustituida, esta vez, por impresionantes escenas que impresionan por su brutalidad. Esta vez, más que los papelitos y serpentinas que inundan sus calles, durante las festividades, las poblaron decenas de cadáveres que hablan de sus miserias y necesidades.
Y esta reciente y sangrienta lucha contra el crimen
organizado, en nuestro Brasil hermano, nos golpea una vez más en la cara, con
una realidad social de la cual no somos ajenos. Y bueno; es una más, que sumada
a las (¡por suerte aún no tan graves experiencias dentro de nuestra pequeña
y hermosa sociedad uruguaya!) nos interpela; ¿estamos haciendo lo
necesario para que esta metástasis delictiva no nos invada completamente?
Ante hechos como éste, en un país hermano donde apenas nos separan unas calles
que se cruzan caminando, ¿estamos
dispuestos analizar muy seriamente que nos estamos jugando el futuro de la
nación?
Este
caso, muy reciente, es quizá, un alerta más cerquita del oído, de quienes aparentemente
oyen, pero no escuchan. (Oír es la acción involuntaria de percibir sonidos
con el oído, mientras que escuchar es un acto voluntario que implica prestar
atención e interpretar activamente lo que se oye.) Antecedido por el caso
-que ya nos ha sacudido a nosotros mismos -del atentado contra nuestra valiente
y meritoria fiscal Mónica Ferrero.
Lo
cual nos lleva a radicalizarnos, y pensar, si es tan malo el inhumano modelo de
Bukele, en El Salvador, contra el inhumano modelo de Chapo Guzmán/Pablo
Escobar, en México y Colombia, que además de prostituir y envenenar a nuestras
jóvenes generaciones, les alimenta la posibilidad de un mundo deslumbrantemente
mejor, a través del éxito fácil -aunque no gratuito- de jugarse la vida ante
mejores oportunidades. ¿Puede haber una tercera vía?
E
insisto una vez más, en que tenemos -aún con algunas deficiencias y errores
-una buena policía. Hay encuestas de opinión que certifican la aceptación, por
parte de la población. Y repito una vez más que tenemos una buena justicia.
¡Claro, depende del espejo desde la cual la mire, cada quien y sus intereses!
Porque eso de tratar de buscar explicaciones y resultados inmediatos, a un
existencial problema de educación,
pública y privada, y deficiencias sociales, me tienen harto.
Porque
me pregunto, ¿tenemos una educación pública (y aún privada) suficientemente actualizada,
y preparada, para afrontar -con nuestros más jóvenes y adolescentes - los
desafíos de estos modelos delincuenciales? Y me permito hacer, y hacernos, a
todos responsables. A la educación
pública y privada, que forman y preparan ciudadanos, para ser ejemplares;
ingenieros, investigadores, emprendedores y gerentes exitosos, pero no para
ser, simplemente, ciudadanos ejemplares. Y si; sin pretender descalificar a nadie,
entiendo que aquí estamos ante un enorme precipicio, entre la educación
empresarial y la educación social.
Al
parlamento nacional y nuestros representantes políticos, que en lugar de
ocuparse en estudiar, crear, y proponer, leyes e iniciativas que nos ayuden a
mejorar la convivencia, dan el triste espectáculo de diaria una riña de gallos,
atacándose permanentemente con acusaciones tan estúpidas, como inconducentes.
En verdad; ¡dan lástima!
Nuestra
fiscal “subrogante”, Mónica Ferrero, (que definición circunstancial tan
estúpida) porque demuestra la mediocridad política existente, por no
haberla nombrado al fín, y pese a su méritos, en el cargo mayor; en su
comparecencia en el parlamento hizo sus advertencias: "Estoy barriendo
los vidrios de los destrozos que me hicieron". "El crimen
organizado no solo atacó en mi persona a la institución, sino que
mandó un mensaje terrorífico a todo el Estado, y eso no es menor".
Y
ahora, Mónica Ferrero, casi ruega por un refuerzo de presupuesto para la
fiscalía, haciendo hincapié en que es necesario un aumento presupuestal para
seguir operando. “La realidad de la Fiscalía hoy es que casi no tenemos
presupuesto. Estamos viviendo del rubro cero”, expresó. “Ya estoy en la desesperación de pedir
lo mínimo que me puedan dar, lo que me sirva para seguir operando. Se lo digo
de verdad”, expuso.
O
sea, nuestra máxima representante de la justicia tiene que rogar un elemental
aumento del presupuesto para que la justicia pueda seguir operando con una decente
eficiencia. ¿Y esto no es otra vergüenza? A la educación (obsoleta y totalmente
desactualizada) le aumentamos cada vez más.
A la Justicia, cada día más necesitada, y a la cual le reclamamos tanta
injusticia, cada vez menos. Y siempre ha sido así. La experiencia de Rio de Janeiro,
debería dejarnos un mensaje.
Nota:
Voy a repetir, una
vez más, y ya que estamos hablando de Río de Janeiro, las sabias reflexiones de
Marina Maggessi, Jefe de la Policía Antinarcóticos de Río de Janeiro, hace unos
años atrás, cuando dijo:
“La policía es el último recurso; cuando todas las demás
instituciones han fallado - la familia, la iglesia, las escuelas, y el estado
-la gente recurre a la policía, pero la solución no está en nosotros”.


