Uruguay; ¿una aldea, una pulpería, un almacén de barrio?
¿Quién hace que una noticia se vuelva un chisme? ¿Y quién hace que un chisme se vuelva noticia? Históricamente, los chismes surgieron como comentarios que se daban de boca en boca en grupos sociales pequeños, ya sea en alguna colonia, pueblo o etnia, y la información dada generaba un enorme impacto en dicha sociedad.
En
Uruguay, años atrás, los hombres se juntaban en las pulperías de campaña, a
tomarse unas cañas y comentar sobre las bondades o maldades de los políticos
(aunque no había mucha información) y las de los compadres y comadres que
habitaban su vecindario. Y las mujeres, a su vez, se juntaban en el almacén de
barrio, o barriendo la calle, escoba en mano, para chismear sobre los hombres,
las vecinas, las hijas de las vecinas, los amigos de las vecinas, los novios, y
otras cositas. Les decían las chismosas del barrio.
Y desde
entonces el chisme, y su socio, el amarillismo, han marcado su protagonismo en
nuestra sociedad, de la mano de la prensa, y facilitado por los beneficios
otorgados a los medios de comunicación. Y es que el chisme es como tomarse una
grapamiel; es dulce pero fuertecita como pa’ que revolucione nuestras neuronas
y active nuestras endorfinas.
Vamos al
Uruguay moderno. Ahí tenemos por ejemplo los casos del
supuesto narcotraficante Marset, a quien incluso fuimos a entrevistarlo a sus
aposentos para edulcorar, o romantizar, según algunos, una historia de un tipo
simpático, canchero, familiar, laburador en lo suyo, y un verdadero influencer
(como se dice ahora) capaz de iluminar a más de un pelotudo barato, rapiñero, o
hurtador, a convertirse en un poderoso emprendedor, capaz de figurar entre las
personalidades del suplemento Fortune. Lo cierto es que el tipo logró la fama y
el reconocimiento mundial, y con seguridad ya saldrá quien escriba un libro a
su favor, pues salieron miles de chats y sus correspondientes chismes, que le
cagaron la vida a más de un funcionario: le dieron los más altos puntos de
ratings a algún canal televisivo, y le llenaron el bolsillo a algún periodista.
Aclaración:
no es criticable la información sobre los manejos de este indeseable que nos
quemó la cara y el prestigio como nación: pero sí lo es el chismerío mediático
con el que la prensa uruguaya se relamió durante semanas y meses montando un
circo que obstaculizó la justicia.
Y más o
menos por ahí, saltó lo del guardia personal del presidente de la república,
Alejandro Astesiano, con sus miles de derivaciones, dando lugar a una historia
sin fin, que siempre amenaza con acabar, pero siempre se las ingenia para
continuar. Y ésta si que logró, y traspasó, sus expectativas, pues ya se hizo
acreedora de un libro escrito por un periodista (¡Docente de periodismo en
la Universidad de Montevideo!) titulado “El caso Astesiano. Una trama de
espionaje y corrupción en la Torre Ejecutiva”. ¡UN LIBRO! ¡Hasta dónde ha
llegado la cultura de la banalidad, el sensacionalismo, el amarillismo, la
estupidez, y la poca cultura intelectual que puede entretener a los uruguayos!
Estas cosas me aterran como sociedad..
Y ni que
hablar de la serie del Senador Penadés, caído en desgracia por sus gracias
homosexuales. Recientemente, parecería que la telenovela de Penadés, originada
en un romance sexual con la menor imberbe, Romina (Celeste) Papasso, se ha
vuelto eterna e infinita como la gloria de los encumbrados, pues hasta ha
logrado que el celular (supuestamente muerto, y encriptado, del ex -senador) haya
resucitado como Lázaro, de su cripta, y tiene algo más para decir. ¡Mi Dios!
¡Esto parecería obra de Mandinga, o de la Inteligencia Artificial!
Los
abogados presentaron un escrito porque alguien activó y utilizó el celular de
su cliente, y algunas personas accedieron al WhatsApp del exlegislador y
conversaron con algunos contactos agendados. Afirman que días después de
que el teléfono de Penadés fuera activado, y regurgitado, se filtraron chats
con el expresidente del Partido Nacional Pablo Iturralde, en los que se hablaba
de la fiscal Alicia Ghione.
¡Y pa’qué! El tipo, en plena intimidad comunicacional, hizo algunos comentarios personales indiscretos, y la inteligencia artificial de la prensa (alcahuetes bien remunerados) consiguieron una vez más los chats clasificados, y dieron paso al chisme amarillento más completo. Y la simple publicación fue suficiente, para que el individuo renunciara a la presidencia del segundo partido político más importante del país. ¡Simplemente, porque alguien invadió su privacidad!
Pero a su
vez, esos interminables y abominables chats y chismes, dieron lugar a la
publicación de otra conversación que involucraba al presidente del PIT-CNT,
¡quien, borracho como una cuba chocó el auto en Punta Carretas, con dos autos
que estaban estacionados y la espirometría realizada, señaló que tenía 1,53
gramos de alcohol en sangre!
¡Vaya! es
mucho alcohol en tan poca sangre! Y es que lo venían vigilando discretamente,
porque casualmente, el mismo día había estado en un comercio en la Ciudad
Vieja, presuntamente expendedor de estupefacientes, lo cual fue comunicado al
presidente de la República. El presidente dijo simplemente “perfecto”, y esto
bastó para que se alborotara el gallinero mediático. Se afirma que el Pit-Cnt
denunciará ante la OIT la “pesquisa ilegal por parte del gobierno” a su
presidente; lo cual podría dar lugar a otro bonito chisme, porque el organismo
internacional podría dictaminar que para el presidente de la principal gremial
sindical de un país, no es saludable manejar alcoholizado, y jugando a los
autitos chocadores.
¿Era
necesario todo este quilombo barato, cuando el presidente de la república tiene
toda la potestad para recibir -y conocer -todo tipo de información que pueda
afectar a personalidades de la nación?
Natalia
Roba, en su página EnClave, del diario El Observador, aportando una cuota de
criterio profesional, reflexiona que: “Volviendo al caso Abdala
concretamente, no reviste una irregularidad que el presidente fuera
informado de una investigación por un tema de drogas que involucra a una
persona pública como lo es un dirigente sindical…”.
Francisco
Faig, en su columna del diario El País, va más allá, y aclara en su artículo
titulado “¿Qué hacés, putazo?”, (concepto referido a una forma
coloquial de saludarse con un amigo) que “el artículo 28 de la
Constitución fue redactado en una época en que no había mensajería instantánea
por celulares ni redes sociales en general. Pero es muy claro y sigue muy
vigente: “los papeles de los particulares y su correspondencia epistolar,
telegráfica o de cualquier otra especie, son inviolables, y nunca podrá hacerse
su registro, examen o interceptación sino conforme a las leyes que se
establecieren por razones de interés general”.
Y esto es
realmente grave, ¡porque estamos ante el abuso de una prensa chismosa y
amarillista que se tragó lo del “cuarto poder”, y quienes -escudados en el
derecho a la información – se benefician comercialmente, irrespetando la
privacidad de los ciudadanos!
No nos
extrañe que, en cualquier momento, dentro de tantos reconocimientos
internacionales que intelectualmente hemos logrado, nos den el premio mayor
¡como el país más chismoso y alcahuete de América! ¡Les juro que no me río; me
dan ganas de llorar! En esto, seguimos tan primitivos como nuestros gauchos
chismeando en las pulperías de campaña, o nuestras vecinas chusmeando en la
calle.
Nota 1:
Prensa: El término también hace referencia al conjunto de personas que
ejercen el periodismo. Y, en ocasiones, al conjunto de periodistas
congregados en un determinado lugar, para una cobertura informativa.
Nota 2: Lo bueno de todo esto quizá sería que nos dan
la suficiente información sobre nuestra realidad social, y sus debilidades. Lo
malo, es que es un juego sucio, en el cual unos juegan abusando sin límites, en
sus potestades.