La lotería de la vida.
En la página
96 del libro que estoy leyendo en estos días, del economista argentino Martín
Lousteau, Economía 3D, bajo el título “La lotería de la vida. La verdadera
igualdad de oportunidades”, el joven economista y político argentino
reflexiona acertadamente sobre las circunstancias no elegidas de quienes
llegamos a este mundo.
“¿Cuántas
veces emitimos opiniones como si fueran verdades absolutas, sin darnos cuenta
de que en realidad pueden estar afectadas por el lugar que ocupamos en nuestras
sociedades?”, nos interroga Lousteu. Y cita un ejemplo muy de todos
nuestros días y nuestras sociedades. “Te puede indignar que alguien intente
limpiar el vidrio de tu auto en lugar de estar haciendo otra tarea, y podés
reclamar la intervención de las autoridades. ¿Pero tendrías
la misma visión si estuvieras del otro lado del parabrisas?”
Y completa
magníficamente la reflexión ejemplificando: ”Imaginemos por un segundo, lo
siguiente: antes de ser concebidos, cuando aún somos una mera intención de
vida, en un sitio que no conocemos se juega una lotería”. Ese azar -aclara-va
a determinar dónde y cómo hemos de venir al mundo”. Y sintetiza; “Podés
nacer millonario en Nueva York, o pobre en Sierra Leona, donde la mortalidad
infantil es tan alta que tendrás 25% de chances de no superar los cinco años de
edad”. ¡Vaya! ¿Qué más se puede agregar?
El Coronavirus como oportunidad.
Quisiera
pensar que esta pandemia/tragedia del Coronavirus, debería servirnos a los
seres humanos en general, y a los uruguayos en particular, como oportunidad
para una profunda revisión interna como sociedad, para desafiarnos y
cuestionarnos quienes somos hoy, y que tipo de sociedad pretendemos para el
futuro. Porque más allá de nuestros diarios conflictos intestinales buscando
mejores posiciones personales, y mientras desde nuestras zonas de confort
usufructuamos de servicios y beneficios que no llegan a todos nuestros
compatriotas, se trata de lo que perdemos todos como comunidad. Y porque no
podemos seguir perdiendo compatriotas, aun cuando, siendo tan pocos, hemos
logrado tantas cosas. No podemos permitir que esas brechas sociales nos sigan
separando, porque nos necesitamos todos y todos debemos tener las mismas
oportunidades.
Muchos
esfuerzos se han hecho; es innegable. Pero quizá luego de esta fatal
experiencia producida por un virus externo, para la cual hemos puesto los
mejores esfuerzos humanos y los mejores y mayores recursos económicos y
sociales, deberíamos abocarnos seguidamente a otra campaña con igual intensidad
y con los máximos recursos, para vencer esos virus internos que no nos permiten
asentar la igualdad de oportunidades. Tenemos que impulsar un tsunami de beneficios
para rescatar los valores y los compatriotas que han quedado a un costado, y
fundamentalmente, revisar en profundidad por dónde y por qué, se nos están
escapando las posibilidades de enriquecernos sumando voluntades y
oportunidades.
El
modelo de la Calidad Total, también aplica.
El algunas de mis charlas motivacionales, en Venezuela, yo establecía un
paralelismo entre la formación de los ciudadanos y la fabricación de productos,
de acuerdo al famoso modelo de la “Calidad Total” de Edwards Deming, quien
resucitó a los japoneses devastados tras la Segunda Guerra Mundial, hasta
convertirlos en la segunda potencia económica mundial en menos de treinta años.
Deming afirmaba que no basta con poner inspectores al final de la línea de
producción, para separar los productos buenos de los malos, una vez ya
elaborados, sino que es necesario evitar que simplemente no se produzcan,
controlando las variables que desestabilizan los procesos. Es sumamente oneroso
ese desperdicio de productos, o, en este caso, ciudadanos, que incidirá en los
resultados de la productividad final de la empresa/nación. Y evitando
fundamentalmente, desde la formación misma de los ciudadanos, que no se nos
sigan cayendo compatriotas al abismo de la desesperanza, de la indigencia, y de
la indignidad.
Un ejemplo a replicar, ¡urgente!
Durante la
primera semana de mayo, 2021, la prensa informaba -ilustrando con fotos de
chapas retorcidas por el fuego -que dos viviendas precarias de la zona Piedras
Blancas, en Montevideo, fueron totalmente devastadas por un incendio. En las
viviendas vivían dos familias, con cinco menores en total. ¿Por qué esas
chapas, como cobertura familiar, y por qué esa indigna situación de convivencia
familiar? ¿Por qué esas personas con tantos hijos, sin haberse asegurado un
mínimo sustento familiar? Las mismas preguntas, acusaciones e interpelaciones
que se hacen ustedes, me las hice yo.
Esas preguntas
que coinciden con las reflexiones del libro de Martín Lousteau, bajo el título
“La lotería de la vida. La verdadera igualdad de oportunidades”, cuando nos
interroga: “¿tendrías la misma visión si estuvieras del otro lado del
parabrisas?”. Por ello vale la pena detenerse en la rápida respuesta, en
este caso de la intendenta de Montevideo, Carolina Cosse, quien, sin hacerse
tantas preguntas, se comunicó con las dos familias que perdieron todo en el
incendio y les aseguró que, a partir del primer día de la semana siguiente, con
recursos de materiales y mano de obra de la Intendencia, les reconstruirán sus
viviendas en el marco del Plan ABC, en forma urgente.
¿Demagogia
quizá? ¿Populismo? ¿Efectismo político? Cualquiera sea la expresión que muchos
de nosotros, desde nuestra cómoda vivencia familiar interpretemos como elemento
de protagonismo o política partidaria, puedo asegurarles que para esas dos
familias hay una interpretación que no coincidirá con las nuestras. Porque
ellas, y tantos otros como ellas en las mismas situaciones, no tienen por qué
sentirse responsables y culpables de las paupérrimas circunstancias en las
cuales, por la lotería de la vida, les tocó nacer, crecer, y convivir. Y todo
esto me refuerza claramente dos conclusiones:
-La primera,
emanada de mi comparación con el método de la Calidad Total, por la cual
deberíamos haber aprendido a controlar las variables que desvirtúan nuestra
creación de seres humanos productivos, desde su nacimiento, hasta su posterior
formación.
-La segunda,
que, si respondemos rápidamente con acciones que solucionen los acuciantes
problemas de nuestros compatriotas angustiados, confundidos, necesitados, y les
tendemos la mano solidaria suficiente como para desmontar su frustración,
desconfianza y resentimiento hacia el resto de la sociedad, habremos ganado la
batalla de la credibilidad (después de tantas luchas intestinas) para
integrarnos todos en el verdadero desafío de enriquecer la nación.
-Y la tercera
que, por más que brindemos ayudas inmediatas y solidarias para situaciones
críticas que afecten coyunturalmente nuestra convivencia social, es necesario
brindar las herramientas del conocimiento por las cuales cada quien se potencie
y se enriquezca intelectualmente, y con sus habilidades y posibilidades se
sienta útil para sí mismo y para su comunidad. La ayuda asistencial no debe
transformarse en un fín complaciente, sino simplemente en un medio para
alcanzar objetivos mayores.
Alberto
Rodríguez Genta
argentaster@gmail.com