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Thursday, May 13, 2021

 La lotería de la vida.


Siempre pensé que esos seres humanos lastimados por las paupérrimas circunstancias en las que les toco nacer, crecer, y vivir, con el correspondiente saldo de frustración, desconfianza y resentimiento hacia el resto de la sociedad, merecen una mirada distinta a la de nuestra cómoda situación y desde nuestras principales necesidades satisfechas.

En la página 96 del libro que estoy leyendo en estos días, del economista argentino Martín Lousteau, Economía 3D, bajo el título “La lotería de la vida. La verdadera igualdad de oportunidades”, el joven economista y político argentino reflexiona acertadamente sobre las circunstancias no elegidas de quienes llegamos a este mundo.

“¿Cuántas veces emitimos opiniones como si fueran verdades absolutas, sin darnos cuenta de que en realidad pueden estar afectadas por el lugar que ocupamos en nuestras sociedades?”, nos interroga Lousteu. Y cita un ejemplo muy de todos nuestros días y nuestras sociedades. “Te puede indignar que alguien intente limpiar el vidrio de tu auto en lugar de estar haciendo otra tarea, y podés reclamar la intervención de las autoridades. ¿Pero tendrías la misma visión si estuvieras del otro lado del parabrisas?”

Y completa magníficamente la reflexión ejemplificando: ”Imaginemos por un segundo, lo siguiente: antes de ser concebidos, cuando aún somos una mera intención de vida, en un sitio que no conocemos se juega una lotería”. Ese azar -aclara-va a determinar dónde y cómo hemos de venir al mundo”. Y sintetiza; “Podés nacer millonario en Nueva York, o pobre en Sierra Leona, donde la mortalidad infantil es tan alta que tendrás 25% de chances de no superar los cinco años de edad”. ¡Vaya! ¿Qué más se puede agregar?

El Coronavirus como oportunidad.

Quisiera pensar que esta pandemia/tragedia del Coronavirus, debería servirnos a los seres humanos en general, y a los uruguayos en particular, como oportunidad para una profunda revisión interna como sociedad, para desafiarnos y cuestionarnos quienes somos hoy, y que tipo de sociedad pretendemos para el futuro. Porque más allá de nuestros diarios conflictos intestinales buscando mejores posiciones personales, y mientras desde nuestras zonas de confort usufructuamos de servicios y beneficios que no llegan a todos nuestros compatriotas, se trata de lo que perdemos todos como comunidad. Y porque no podemos seguir perdiendo compatriotas, aun cuando, siendo tan pocos, hemos logrado tantas cosas. No podemos permitir que esas brechas sociales nos sigan separando, porque nos necesitamos todos y todos debemos tener las mismas oportunidades.

Muchos esfuerzos se han hecho; es innegable. Pero quizá luego de esta fatal experiencia producida por un virus externo, para la cual hemos puesto los mejores esfuerzos humanos y los mejores y mayores recursos económicos y sociales, deberíamos abocarnos seguidamente a otra campaña con igual intensidad y con los máximos recursos, para vencer esos virus internos que no nos permiten asentar la igualdad de oportunidades. Tenemos que impulsar un tsunami de beneficios para rescatar los valores y los compatriotas que han quedado a un costado, y fundamentalmente, revisar en profundidad por dónde y por qué, se nos están escapando las posibilidades de enriquecernos sumando voluntades y oportunidades.

El modelo de la Calidad Total, también aplica.

El algunas de mis charlas motivacionales, en Venezuela, yo establecía un paralelismo entre la formación de los ciudadanos y la fabricación de productos, de acuerdo al famoso modelo de la “Calidad Total” de Edwards Deming, quien resucitó a los japoneses devastados tras la Segunda Guerra Mundial, hasta convertirlos en la segunda potencia económica mundial en menos de treinta años. Deming afirmaba que no basta con poner inspectores al final de la línea de producción, para separar los productos buenos de los malos, una vez ya elaborados, sino que es necesario evitar que simplemente no se produzcan, controlando las variables que desestabilizan los procesos. Es sumamente oneroso ese desperdicio de productos, o, en este caso, ciudadanos, que incidirá en los resultados de la productividad final de la empresa/nación. Y evitando fundamentalmente, desde la formación misma de los ciudadanos, que no se nos sigan cayendo compatriotas al abismo de la desesperanza, de la indigencia, y de la indignidad.


Un ejemplo a replicar, ¡urgente!

Durante la primera semana de mayo, 2021, la prensa informaba -ilustrando con fotos de chapas retorcidas por el fuego -que dos viviendas precarias de la zona Piedras Blancas, en Montevideo, fueron totalmente devastadas por un incendio. En las viviendas vivían dos familias, con cinco menores en total. ¿Por qué esas chapas, como cobertura familiar, y por qué esa indigna situación de convivencia familiar? ¿Por qué esas personas con tantos hijos, sin haberse asegurado un mínimo sustento familiar? Las mismas preguntas, acusaciones e interpelaciones que se hacen ustedes, me las hice yo.

Esas preguntas que coinciden con las reflexiones del libro de Martín Lousteau, bajo el título “La lotería de la vida. La verdadera igualdad de oportunidades”, cuando nos interroga: “¿tendrías la misma visión si estuvieras del otro lado del parabrisas?”. Por ello vale la pena detenerse en la rápida respuesta, en este caso de la intendenta de Montevideo, Carolina Cosse, quien, sin hacerse tantas preguntas, se comunicó con las dos familias que perdieron todo en el incendio y les aseguró que, a partir del primer día de la semana siguiente, con recursos de materiales y mano de obra de la Intendencia, les reconstruirán sus viviendas en el marco del Plan ABC, en forma urgente.

¿Demagogia quizá? ¿Populismo? ¿Efectismo político? Cualquiera sea la expresión que muchos de nosotros, desde nuestra cómoda vivencia familiar interpretemos como elemento de protagonismo o política partidaria, puedo asegurarles que para esas dos familias hay una interpretación que no coincidirá con las nuestras. Porque ellas, y tantos otros como ellas en las mismas situaciones, no tienen por qué sentirse responsables y culpables de las paupérrimas circunstancias en las cuales, por la lotería de la vida, les tocó nacer, crecer, y convivir. Y todo esto me refuerza claramente dos conclusiones:

-La primera, emanada de mi comparación con el método de la Calidad Total, por la cual deberíamos haber aprendido a controlar las variables que desvirtúan nuestra creación de seres humanos productivos, desde su nacimiento, hasta su posterior formación.

-La segunda, que, si respondemos rápidamente con acciones que solucionen los acuciantes problemas de nuestros compatriotas angustiados, confundidos, necesitados, y les tendemos la mano solidaria suficiente como para desmontar su frustración, desconfianza y resentimiento hacia el resto de la sociedad, habremos ganado la batalla de la credibilidad (después de tantas luchas intestinas) para integrarnos todos en el verdadero desafío de enriquecer la nación.

-Y la tercera que, por más que brindemos ayudas inmediatas y solidarias para situaciones críticas que afecten coyunturalmente nuestra convivencia social, es necesario brindar las herramientas del conocimiento por las cuales cada quien se potencie y se enriquezca intelectualmente, y con sus habilidades y posibilidades se sienta útil para sí mismo y para su comunidad. La ayuda asistencial no debe transformarse en un fín complaciente, sino simplemente en un medio para alcanzar objetivos mayores.

Alberto Rodríguez Genta

argentaster@gmail.com

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