Bullrich y Pichetto; un nuevo modelo para la Argentina.
Y en este sentido, he
leído atentamente las recientes declaraciones de la presidenta del Pro, Patricia
Bullrich, y el auditor General de la Nación, Miguel Ángel
Pichetto, participando de una conferencia que constituyó
la Confederación de Trabajadores y Empleadores (CTE), bajo la
consigna "Menos planes, más trabajo", en donde, con representantes
de gremios y cámaras empresariales, plantearon alcanzar un aumento del
trabajo formal a través de la flexibilización de las condiciones
laborales, y abogaron por una reforma laboral y el fin
del asistencialismo en manos del Estado.
Planes Sociales. La presidenta de Pro
embistió contra los planes sociales y el asistencialismo: "Hay que
volver a la sociedad salarial y no asistencial: los planes sociales
tienen que durar seis meses y, luego, de vuelta a trabajar". Y en
el afán de aportar algo constructivo a este concepto -ya de por sí constructivo
-me permito aclarar que no son los planes sociales los que desvirtúan el esfuerzo
del Estado frente a los más necesitados, sino la forma clientelar,
irresponsable y abusiva, de implementarlos. Los países europeos más
desarrollados, por ejemplo, son los que mejor han manejado generosos planes
sociales, equilibrando los alcances, los tiempos, los resultados, y el impacto
sobre el resto de la sociedad.
Argentina, en cambio, ha
hecho un pésimo manejo de sus planes sociales y la reducción de la pobreza. En
el primer semestre del año pasado, en medio de la pandemia y la cuarentena, el
47% de los argentinos era pobre según el relevamiento de un organismo
dependiente de Presidencia. El indicador, distinto al que publica el Indec es
una medición “multidimensional”, que en lugar de enfocarse sobre los ingresos
sigue variables como acceso a la vivienda, hábitat y servicios básicos,
educación, empleo y protección social, y salud. ¡Es un salto de casi 20
puntos en un año! Y cuando se desglosa la pobreza multidimensional por
rango etario se observa que en niños de hasta 3 años el 58,2% no logra cubrir
el universo. Entre 4 y 17 años el porcentaje alcanza al 54,2% y entre los 18 y
los 64 años baja al 47,7 por ciento.
¿Cómo se explica esto
considerando las enormes riquezas naturales que posee la Argentina? Es que
Argentina ha sido colonizada por las tres grandes pestes que destruyen una
nación: corrupción, populismo, impunidad. No es entonces un problema de falta
de recursos naturales ni de falta de recursos económicos. ¡Es un problema de
recursos humanos! ¡Argentina está hoy más endeudada que nunca, y también más
pobre!
Flexibilización
laboral. "Necesitamos
generar trabajo donde se cuida al trabajador, pero también a los
empresarios", postuló
la presidenta del PRO. Idea compartida por el resto de los disertantes, entre
los que se encontraban representantes de sindicatos pequeños y cámaras
empresariales: sin capital no hay trabajo y por lo tanto, "hay que
protegerlo". ¡Y es una enorme verdad! Pero Argentina se debate todavía
entre aquel peronismo radical y excluyente que reivindicó derechos de los
trabajadores demonizando al capitalismo que aportó el trabajo y los recursos
genuinos para sustentarlos, hasta la ignominia de recurrir una y mil veces al
FMI para mendigar los recursos genuinos que debería generar la producción. Y
luego, culparlo una vez más de sus desgracias. ¡Viejo comunismo perimido que
dejó abierta una grieta muy difícil de reparar!
"Si no se ayuda
al capital, los trabajadores tienen que ir a la informalidad y los empresarios
no ganan plata porque sin empleados no pueden producir",
subrayó Bullrich. Pichetto coincidió con la exministra de Seguridad:
"Debemos consolidar un nuevo modelo sindical que permita el ingreso y
egreso de la gente al trabajo y que vuelva a generar en la Argentina un
modelo productivo".
Pienso que en estos
conceptos están las verdaderas propuestas para comenzar un urgente proceso de
cambios verdaderos, que le devuelvan a la argentina, tanto la sustentabilidad
económica y financiera para financiar su estado de bienestar, como la
credibilidad y confianza necesarias para ser respetada y considerada por el
resto de la comunidad internacional.
Porque sin ir tan
lejos, es bueno considerar lo logrado por su hermano menor, Uruguay, quien sin
tener ninguna de las riquezas naturales argentinas (petróleo, gas, litio, etc.)
se ha distinguido por tener la mejor distribución de ingresos de América
Latina, y ser reconocido por sus planes asistenciales, brindándole además a
toda su población una atención sanitaria de excelente calidad. Primero fue una
ayuda monetaria a través del “Plan emergencia”, para luego pasar al “Plan
equidad” con toda la asistencia social.
Según los últimos
estudios del Banco Mundial, el pequeño Uruguay hoy tiene el PBI per
cápita más alto de América Latina (16,245 dólares), y la menor desigualdad:
tiene el índice de Gini más bajo de la región (39,5). ¡Y conste
que Uruguay dispone únicamente de los recursos que genera el trabajo de su
sociedad para financiar su estado de bienestar social, y cumplir con los
compromisos internacionales!
¿Cuál ha sido la
fórmula o el secreto del éxito del pequeño país sudamericano? El economista subsecretario
del ministerio de Economía y Finanzas de Uruguay, Pablo Ferreri, lo cuenta en
una entrevista. Además de la redirección del gasto público, Ferreri
mencionó tres políticas clave: reforma tributaria, reestructuración de
las políticas laborales y crecimiento del salario real, y promoción de
inversiones productivas. Políticas muy similares a las que necesita
implementar hoy, Argentina, y que están proponiendo Bullrich y Pichetto.
Pero a su vez, Ferreri
también indicó que Uruguay ha tenido una "política muy agresiva de
promoción de inversiones productivas, de bienes y servicios, que generan
puestos de trabajo de calidad bien remunerados”. Argentina, en cambio,
castiga, obstina, y desestimula las inversiones. Aquí están, pues, a grandes
rasgos, las coincidencias con las claves planteadas por Bullrich y Pichetto,
contemplando intereses de empresarios y trabajadores, en una relación
ganar-ganar, que los beneficie a ellos beneficiando, además, a toda la nación.
Nota: El pueblo argentino
más vulnerable sigue prisionero de un modelo tremendamente fracasado, por el
cual, a través de unos denominados planes sociales, le tiran monedas,
planes, canastas y subsidios para “aliviar” la pobreza, cuando en realidad el
desafío es “erradicarla”. Es un paradigma maléfico, adictivo, porque acostumbra
a la gente a depender, siempre, de una mediocre ayuda estatal, hasta envolverla
en un conformismo, una entrega, un acostumbramiento a la miseria, sin ejercitar
su propia habilidad. O sea, maniatándola, para que siga siempre, dependiendo
sumisamente, de quien detente el poder. De quien le tire la moneda o le regale
un pedazo de pan.
Y es que los llamados
“planes sociales”, sin una planificación y un seguimiento para lograr objetivos
que enriquezcan a la persona humana, son una trampa mortal y destructiva, que
imposibilita el crecimiento personal, y los aportes a la sociedad de quienes
deben enriquecerla. “No me den facilidades, denme oportunidades”, ilustraba
un profesor a sus alumnos, incentivándolos a encontrar ellos mismos sus
respuestas y soluciones, ante las dificultades.
Los males de la
Argentina:
corrupción, populismo, impunidad. En Argentina la corrupción es parte de la
identidad nacional, es tan representativa como su folclore, el mate, el tango, y
la Virgen de Luján.
Consejos: Vivan de lo que
producen y no de los préstamos del FMI, que es el único que les presta, y a
quien luego putearán, cuando quiere cobrar lo suyo.
Protejan al Poder
judicial:
un país sin instituciones sólidas es un barco sin timón, tomado por las ratas.
Alienten la producción
y las inversiones:
sin capital no hay trabajo, y sin trabajo no hay empleos. Y sin empleos, no hay
sociedad que se sostenga viviendo dignamente.
Alberto Rodríguez Genta argentaster@gmail.com
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