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Sunday, February 14, 2021

 ¿Capitalismo malo; comunismo bueno?


No hay capitalismo bueno, ni capitalismo malo. Simplemente hay capitalismo. Como tampoco hay comunismo bueno ni comunismo malo, simplemente hay comunismo; y cada quien con sus aportes a la humanidad.

Pero comencemos por reconocer que el ser humano, por su propia condición, es influenciable, falible, y corrompible. Y que la avaricia y el poder son virus tan destructivos como el coronavirus, la influenza, o la peste porcina.  

También reconozcamos que el Capitalismo, a su vez, es el sistema de producción que ha permitido la evolución del mundo. Tras él, sus beneficios, sus abusos, y sus inequidades. 

Trae la modernidad y el desarrollo de las sociedades y los países, con sus beneficios, pero también con sus excesos y extralimitaciones.  Porque está basado, precisamente, en las ambiciones personales de superación y también de dominación entre los seres humanos. Y la ambición y la superación personal impulsan la creatividad, la innovación, y los nuevos emprendimientos productivos.

 Y eso es muy bueno. Pero la tentación del crecimiento personal disfrutando los beneficios económicos y de bienestar, a todo costo, no pueden imponerse por sobre los límites necesarios para lograr el bienestar de toda la sociedad. Estamos condenados a convivir en comunidad. El ser humano no puede dejarse librado a su total arbitrio de habilidades y decisiones, si no se ajustan al beneficio social que hace a la identidad de las naciones. Los éxitos personales no pueden estar divorciados de los éxitos nacionales. El anarquismo es la desvirtualización del socialismo y de la vida en comunidad.

El capitalismo ha demostrado sus excesos y sus abusos y hasta su poder para fabricar pobres. Pero a su vez el comunismo, su eterno rival, ha mostrado sus limitaciones aprovechándose de ellos, y manteniéndose gracias a ellos, cada vez más pobres. El capitalismo corre tras sus ganancias económicas. El comunismo, tras sus ganancias en captación de pobres, mediante los cuáles y por los cuales se sustenta, y sustenta su razón de ser. Una de las grandes diferencias, quizá la principal, es que el capitalismo es capaz de sobrevivir y desarrollarse en democracia, mientras el comunismo exige autoritarismo y sumisión total a una única idea e ideología. Lo cual constituye la negación a la diversidad de conocimientos y aportes de la sociedad.

Otro, es que mientras el capitalismo produce los bienes y servicios para transformar la sociedad, brindando empleos y recursos genuinos para sustentar el estado de bienestar social, el comunismo tan sólo espera y distribuye (y bastante mal) lo que produce el capitalismo. Sería imposible imaginar un mundo sin capitalismo, pues este crea y alimenta hasta al propio comunismo.

Es cierto que los gobiernos que favorecen al capitalismo en desmedro de los derechos de los trabajadores, han fracasado rotundamente y han debido ir corrigiendo sus errores. Pero la misma crueldad abusiva del capitalismo que dio origen al comunismo, se vive hoy en países comunistas que siguen explotando sus trabajadores mientras desarrollan y favorecen un acelerado capitalismo. La gran fábrica mundial, China, es el ejemplo más evidente de la contradicción, negación, ya su vez aceptación, del éxito y el fracaso de ambos.

Desde China se ha producido el mayor abuso de explotación laboral que ha dado lugar a su impresionante crecimiento industrial, basado en costos de mano de obra abusivos imposibles de imitar, hoy, por el sistema capitalista. Y porque en este sentido, el sistema capitalista ha evolucionado. Y a su vez, es desde China de donde salen hoy en día la mayor parte de los empresarios multimillonarios. La prueba está en que recientemente, Pekín le ha abierto una investigación por monopolio a Jack Ma, fundador del gigante del comercio electrónico chino Alibabá, e integrante del partido comunista.

¿Cómo se entiende que el protagonista del mayor éxito del comercio electrónico que ha puesto a China al nivel del impresionante Amazon, del billonario estadounidense Jeff Bezos, ahora sea cuestionado precisamente por su éxito chino? ¡Vaya; es muy difícil de entender esto del comunismo que pretende imitar al capitalismo! Porque el mismo Den Xiaoping, quien logró hacer viable este modelo socio-capitalista, hoy vigente, fue desterrado de las líneas del partido comunista en más de una oportunidad.

Otro ejemplo, y quizá el más representativos de los totalitarismos cometidos en nombre del comunismo, es el de Venezuela. Que uno de los países más ricos del mundo en reservas naturales petroleras, acereras, de aluminio, oro, y otros minerales, esté expulsando hoy a más de 6 millones de sus connacionales por falta de elementales condiciones de calidad de vida; alimentación, salud, servicios esenciales como el suministro de agua y electricidad, y la mínima dignidad, entregando la nación  a mercenarios revanchistas de ideologías fracasadas en el mundo occidental, es la prueba más evidente de los abusos totalitarios de una degradación nacional.

Y otro, es la reciente decisión del comunista gobierno cubano, copartícipe hoy del gobierno venezolano, quien como parte del “perfeccionamiento del trabajo por cuenta propia (privado)”, “elimina el anterior listado donde se recogían las 127 actividades que hasta ahora los cubanos podían ejercer legalmente, y lo amplía a “más de 2.000”. ¡Vaya cambio, para no cambiar nada! ¿¡Así que hay que tener permiso del gobierno para poder trabajar y colaborar con la sustentabilidad del resto de la sociedad?!

Y esto con la complicidad de una serie de países que, por cierto, no están sufriendo las mismas condiciones degradantes de los venezolanos; como Rusia, o China, quienes se han plegado al juego de la mosqueta utilizando a los venezolanos como carne de cañón de apetencias geopolíticas que nada tienen que ver con la voluntad de los venezolanos. Todos vimos, durante las transmisiones del mundial de fútbol Rusia 2018, la belleza y modernidad de las distintas ciudades que fueron sede de los encuentros. Y esa Rusia, no tiene nada que ver con la miseria de las ciudades capitales de los estados de Venezuela. ¿Será otro comunismo?

Pero es en base a ese autoritarismo abusivo sustentado por deleznables maniobras ilegales sin fundamento democrático, y sustentado por esos intereses extranacionales, que han hecho hoy de Venezuela, la más degradante experiencia comunista. ¿Qué le ha aportado a Venezuela el castro comunismo Chavista? ¡Que alguien me lo explique, por favor!

A Rusia debería preocuparle estar apañando una vergüenza social humanitaria degradante y humillante, ante la comunidad mundial. Por su parte a China, y ese actual presidente a quien no me permito juzgar, pero que creo está consolidando verdaderas reformas estructurales en beneficio de su inmensa población, debería preocuparle que, así como hoy lidera la colaboración para el desarrollo de los países latinoamericanos, debería cuidar muy bien su imagen para no ponerla al servicio de las más degradantes políticas, que él mismo, está hoy abandonando. ¡No sea cómplice, presidente Xi Jinping!

La historia ha demostrado el peligro existente cuando determinados protagonistas a nivel personal, abusando de la confianza que les han otorgado sus connacionales para gobernar, en democracia, se han adueñado del poder de decisión y aceptación de los intereses comunitarios. Dictaduras en lo político, en lo económico, y en lo social. Pérdida de identidad y sumisión a una única autoridad que invalida y embrutece la mente ciudadana. Ya lo decía el Gran Simón Bolívar: “Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él a mandarlo, de donde se originan la usurpación y la tiranía”.

Bueno; ni capitalismo malo ni comunismo bueno; para eso están los gobernantes a quienes sus compatriotas confiaron la responsabilidad de su bienestar, y quienes, debidamente asesorados, elaboran las políticas destinadas a frenar los abusos sectoriales en detrimento de los beneficios nacionales. ¡Ni tanto capitalismo malo, ni tanto comunismo bueno! Y fundamentalmente, ¡ni tanto gobernante mediocre y corrupto!

Amen.

 

 

 

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