"Inclusión" sin "Exclusión"; he ahí el dilema…
En la América Latina hemos estado viviendo las más incoherentes, absurdas, e injustas situaciones sociales, desde hace por lo menos, un medio siglo. De nada nos ha valido cambiar de hombres y de nombres como quien se cambia de interiores; el problema no está ahí. El problema es que seguimos conservando –y admitiendo -el mismo modelo de exclusión social.
El Plan de Equidad, supone que “nunca más” habrá orientales de segunda, excluidos o marginados, pobres que son apenas objeto de la caridad pública, estatal o privada” –agrega Zibechi. Sus objetivos son resumidos por el presidente de la República (Tabaré Vázquez) cuando señala que se orienta la gestión de gobierno hacia “un país productivo con justicia social”.
Son muchos, sin duda, los obstáculos que deberá sortear este ambicioso plan de reinserción social, considerando la serie de dificultades que viene acumulando Uruguay en los últimos años, como la pirámide de edades y la emigración, su compleja inserción en el mundo y en la propia región; mantenerse en pie más allá de cambios de gobierno y de crisis económicas, hasta el no menos importante de la aceptación por parte de los sectores sociales que deberán ceder privilegios para que sea posible reconstruir la sociedad.
Dentro de este proceso, no creo que haya un único modelo capaz de aunar voluntades, intereses y criterios, para que la gran mayoría de los latinoamericanos encontremos el camino de la inclusión, sin caer en intolerancias y violencias que tanto daño nos han hecho y tanta frustración nos han causado. Hace pocos días, el General Raúl Baduel, al entregar su cargo como Ministro de la Defensa de la República Bolivariana de Venezuela, afirmaba en un enriquecedor discurso refiriéndose al Socialismo Siglo XXI que promueve el Gobierno de este país: “Construir el Socialismo del Siglo XXI, implica la necesidad imperiosa y urgente de formalizar un modelo teórico propio y autóctono de Socialismo que esté acorde a nuestro contexto histórico, social, cultural y político”. He ahí el desafío.
Ya lo hemos aceptado así; pobres por un lado, ricos por el otro. Siempre habrá ricos y siempre habrá pobres, nos auto-excusamos. Lo curioso, es que no nos hemos planteado en serio hasta cuando es sostenible esa eterna y abismal diferencia entre unos y otros.. Diferencia que, en realidad, nos define como país y como sociedad. “Dime cuántos pobres tienes y te diré quien eres”, podríamos parafrasear el dicho. He sostenido, desde hace mucho tiempo, que –con contadas excepciones - los Latinoamericanos hemos tolerado una “vergüenza social” universal.
Teniendo todos los elementos para “mover” y “alimentar” a medio mundo, por lo menos, nos hemos dado el lujo de exhibir los índices de pobreza y exclusión más alarmantes del planeta. Hemos sido egoístas, hemos sido cómplices, hemos sido inhumanos para con nuestros semejantes humanos. Permitimos que haya niños que no tengan para comer en un año, lo que algunas señoras de la “Sociedad” gastan para alimentar a sus perritos de raza en un mes. Permitimos que casi un 50% de nuestra gente deba vivir con menos de un dólar diario, o sea, menos de lo que los europeos gastan en subsidiar a sus vacas. Permitimos que nuestros jóvenes de 15 años se vuelvan asesinos sin piedad, matando por el solo gusto de matar, para marcar su territorio y reclamar una autoestima que no encuentran en la sociedad. ¿Qué clase de países somos? ¿Qué clase de sociedades tenemos?
Luego nos asombramos, nos asustamos y nos rebelamos cuando surgen líderes políticos que –recogiendo ese inmenso caudal de injusticia y exclusión –adoptan políticas destinadas a atender a esas masas mas abandonadas. Y claro, los tratamos de “populistas”. Pero no en balde, según el informe de la CEPAL “Panorama Social de América Latina 2006”, en los últimos cuatro años, 2003-2006, -y coincidiendo con la llegada de Presidentes “izquierdistas”, “socialistas” o “populistas” –nuestros países han mostrado un notable desempeño económico y social, destacando que este período ha sido el mejor en 25 años en términos de progreso en la reducción de la pobreza, mejora en la distribución del ingreso en algunos países, disminución del desempleo y aumento en el número de puestos de trabajo.
Si se compara con las mediciones efectuadas en 2001 y 2002, un número importante de países presentó reducciones en sus tasas de pobreza e indigencia. Las mejoras más significativos se dieron en Argentina (26% de pobreza en el período 2003/2005, contra 45,4% en 2000/2002) y Venezuela (37,1% en 2003/2005, contra 48,6% en 2000/2002). Asimismo, Colombia, Ecuador, México y Perú presentaron disminuciones de cerca de cuatro puntos porcentuales. También se presentan proyecciones de la magnitud de la pobreza para 2006. Se prevé que el número de personas pobres y en extrema pobreza volverá a disminuir, alcanzando el 38,5% de la población (unos 205 millones) y el 14,7% (79 millones) respectivamente. ¿Populismo? ¿Izquierdismo? ¿Socialismo?
Y ahora que..?
Teniendo todos los elementos para “mover” y “alimentar” a medio mundo, por lo menos, nos hemos dado el lujo de exhibir los índices de pobreza y exclusión más alarmantes del planeta. Hemos sido egoístas, hemos sido cómplices, hemos sido inhumanos para con nuestros semejantes humanos. Permitimos que haya niños que no tengan para comer en un año, lo que algunas señoras de la “Sociedad” gastan para alimentar a sus perritos de raza en un mes. Permitimos que casi un 50% de nuestra gente deba vivir con menos de un dólar diario, o sea, menos de lo que los europeos gastan en subsidiar a sus vacas. Permitimos que nuestros jóvenes de 15 años se vuelvan asesinos sin piedad, matando por el solo gusto de matar, para marcar su territorio y reclamar una autoestima que no encuentran en la sociedad. ¿Qué clase de países somos? ¿Qué clase de sociedades tenemos?
Luego nos asombramos, nos asustamos y nos rebelamos cuando surgen líderes políticos que –recogiendo ese inmenso caudal de injusticia y exclusión –adoptan políticas destinadas a atender a esas masas mas abandonadas. Y claro, los tratamos de “populistas”. Pero no en balde, según el informe de la CEPAL “Panorama Social de América Latina 2006”, en los últimos cuatro años, 2003-2006, -y coincidiendo con la llegada de Presidentes “izquierdistas”, “socialistas” o “populistas” –nuestros países han mostrado un notable desempeño económico y social, destacando que este período ha sido el mejor en 25 años en términos de progreso en la reducción de la pobreza, mejora en la distribución del ingreso en algunos países, disminución del desempleo y aumento en el número de puestos de trabajo.
Si se compara con las mediciones efectuadas en 2001 y 2002, un número importante de países presentó reducciones en sus tasas de pobreza e indigencia. Las mejoras más significativos se dieron en Argentina (26% de pobreza en el período 2003/2005, contra 45,4% en 2000/2002) y Venezuela (37,1% en 2003/2005, contra 48,6% en 2000/2002). Asimismo, Colombia, Ecuador, México y Perú presentaron disminuciones de cerca de cuatro puntos porcentuales. También se presentan proyecciones de la magnitud de la pobreza para 2006. Se prevé que el número de personas pobres y en extrema pobreza volverá a disminuir, alcanzando el 38,5% de la población (unos 205 millones) y el 14,7% (79 millones) respectivamente. ¿Populismo? ¿Izquierdismo? ¿Socialismo?
Y ahora que..?
Atender a esa importante porción de personas excluidas ha sido el objetivo de los planes focalizados como Bolsa Familia en Brasil, Jefes y Jefas de Hogar en Argentina, las distintas “Misiones” en Venezuela, y el Plan de Emergencia en Uruguay. Precisamente, refiriéndose a este último país, el periodista y analista uruguayo Raúl Zibechi escribiendo para Argenpres, analiza en su artículo “De la emergencia a la inclusión”, el “Plan de Equidad”, uno de los proyectos más ambiciosos del actual gobierno uruguayo. ”Pasar de “compensar” la pobreza a incluir a toda la población como sujeto de derechos –de salud, educación, vivienda, empleo, etcétera– es tan ambicioso que representa casi una revolución social y cultural” –aclara Zibechi. “Las políticas focalizadas son criticadas, con razón, por abrir las puertas a actitudes clientelares y subordinar los beneficiarios a las iniciativas estatales. Con la universalización de los derechos, esos problemas quedarían superados”.
El Plan de Equidad, supone que “nunca más” habrá orientales de segunda, excluidos o marginados, pobres que son apenas objeto de la caridad pública, estatal o privada” –agrega Zibechi. Sus objetivos son resumidos por el presidente de la República (Tabaré Vázquez) cuando señala que se orienta la gestión de gobierno hacia “un país productivo con justicia social”.
Son muchos, sin duda, los obstáculos que deberá sortear este ambicioso plan de reinserción social, considerando la serie de dificultades que viene acumulando Uruguay en los últimos años, como la pirámide de edades y la emigración, su compleja inserción en el mundo y en la propia región; mantenerse en pie más allá de cambios de gobierno y de crisis económicas, hasta el no menos importante de la aceptación por parte de los sectores sociales que deberán ceder privilegios para que sea posible reconstruir la sociedad.
Cada quien con su modelo..
Lo cierto es que, a través de este supremo esfuerzo de voluntad política y social, quizá sea el pequeño Uruguay quien nos muestre un camino distinto hacia un modelo de inclusión, sin los extremismos abruptos de corrientes ideológicas que implican otra modalidad de exclusión. Lo cierto también es que, de una forma u otra, todos los países de la región deberán ir profundizando sus planes de inclusión social, enfrentando un cambio de paradigmas que no será fácil de aceptar para algunos, pero que tampoco puede seguir siendo ya, motivo de resignación para tantos.
Lo cierto es que, a través de este supremo esfuerzo de voluntad política y social, quizá sea el pequeño Uruguay quien nos muestre un camino distinto hacia un modelo de inclusión, sin los extremismos abruptos de corrientes ideológicas que implican otra modalidad de exclusión. Lo cierto también es que, de una forma u otra, todos los países de la región deberán ir profundizando sus planes de inclusión social, enfrentando un cambio de paradigmas que no será fácil de aceptar para algunos, pero que tampoco puede seguir siendo ya, motivo de resignación para tantos.
Retomando las palabras del periodista Raúl Zibechi: ”Pasar de “compensar” la pobreza a incluir a toda la población como sujeto de derechos –de salud, educación, vivienda, empleo, etcétera– es tan ambicioso que representa casi una revolución social y cultural” . Sin duda lo es; no podemos negarlo. Pero tampoco podemos seguir “negándonos”. Es hora de dejar la “compensación” y pasar a la “inclusión”. Sin exclusiones.
Argenta Julio, 2007