Día
del enemigo.
En varios países del mundo, entre ellos Brasil,
Chile, España, Argentina, y Uruguay, cada 20 de julio, se celebra el Día del
Amigo. Aún cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas resolvió, incluso con
voto uruguayo, fijar la fecha el 30 de julio. Y yo lo respeto.
“No hay un día del
enemigo”, nos dice Orlando Barone, periodista y escritor argentino
en su “Carta abierta”, del 20/07/2007.
“Y no hay porque nadie haría regalos, no
colapsarían los celulares ni se llenarían los restaurantes ni se enviarían
tantos imaginativos y locuaces mensajes de texto. Tampoco la gente se la
pasaría saludando amigos al voleo. O haciendo aspavientos y como si ser amigo
no exigiera una rigurosa selección sentimental”. O como si, agrego yo,
prendiéramos ignorar que muchas veces ser amigos, implica crear enemigos.
Y me llamó la
atención porque desde hace un tiempo ya, y un largo tiempo, me he puesto a
pensar precisamente sobre eso. Sobre el simplista y acomodaticio rechazo hacia
nuestros enemigos, sin siquiera tener la mínima e inteligente empatía por
reconocerlos. Y analizar porqué son nuestros enemigos. Y porque lo primero que
uno tiene que hacer desde el momento que se enteró de que tiene un enemigo (no
olvidemos además que nosotros mismos somos nuestros principales enemigos) es tratar de identificarlo; calificarlo,
cuantificarlo, medirlo, procesarlo, y hasta meternos dentro de su mente para
cuantificar sus fortalezas y debilidades.
“Acostúmbrate
a estar atento a lo que otro dice, y en lo posible, métete en el alma de quien
habla”, nos decía Marco Aurelio, considerado el último de los llamados “Cinco
Buenos Emperadores”. Y también aseguraba que “El verdadero modo de vengarse de un enemigo, es no parecérsele”. Les confieso que, personalmente, cada vez que tengo una duda existencial para
tratar de entender un determinado suceso, o una determinada situación
conflictiva, me remito a leer los pensamientos y buscar inspiración en esos
grandes sabios griegos y romanos. Y porque eso del “no parecérsele” (a los
demás), es muuuuy difícil de aceptar..!
Y porque además,
la historia nos ha enseñado que hay muchas y variadas formas de enfrentar a un
enemigo. Tenemos desde la experiencia del Mahatma Gandhi que se sacó a los
ingleses de arriba haciendo ayunos y oraciones y sin conocer lo que era una
bala; las sabias reflexiones de Abraham Lincoln cuando espetaba a quienes le
cuestionaban amistarse con sus enemigos, “¿Y
tú no crees que yo combato a mis
enemigos, cuando los hago mis amigos?”, o las de George Bush y Donald Trump
con sus insanas mentalidades vergonzantes, intervencionistas, y destructivas, disparando misiles “por error”
y masacrando hospitales de campaña, poblaciones civiles indefensas, a niños, mujeres ancianos, y lo que sea.. Todo
por combatir a un enemigo creado por ellos mismos, y hacer “América Great Again”!
Y logrando unir a
gran parte del mundo como amigos, en repudio a la barbarie, la dominación, el
abuso, la prepotencia, y la inmoralidad. Y porque pasó a ser el enemigo de todos
quienes apostamos a una convivencia enriquecedora en el respeto a los derechos
humanos, a la no intervención, a la libre determinación, y al disfrute de sus recursos naturales y su
soberanía como nación. Convirtiéndonos a
todos en amigos, y a su vez, en sus enemigos.
Por eso pienso, frente a todo ésto, que los enemigos, sean cuales sean, son algo
tan necesarios e imprescindibles como la democracia; como los políticos, los sindicalistas,
los corruptos. Porque con sus mentiras y sus errores, y sus agresiones, nos
obligan a fortalecernos, reflexionando, analizando, y empoderándonos, para tomar nuestras
decisiones. Y es imposible imaginarnos un mundo sin ellos. Porque si bien en
algunos casos solemos edulcorarlos calificándolos como adversarios, este
término significa: además de contrincante, antagonista, competidor, rival,
contendiente, oponente, contrario, también enemigo.
Y quizá porque ya, como los creamos nosotros mismo, de una forma u otra nos
acostumbramos a ellos. ¿Ustedes se imaginarían hoy por hoy, un mundo sin enemigos?!
Porque enemigo es también ese último
engendro del coronavirus, como ayer fue la peste amarilla, u otros ataques
letales a nuestra salud humana, que sin embargo han logrado el milagro de que
toda la humanidad, llegada la hora, rescate
el valor de los médicos, las enfermeras, los investigadores, los comerciantes
minoristas, las (y los) cajeras de los supermercados, y toda la gente que, de una forma u otra
arriesga por nosotros, cada día, algo más que su ropa! Y entonces hoy los
consideramos nuestros mejores amigos. Mañana, una vez superado esta pandemia,
los volveremos a su segundo plano!
¡Vaya! Si son importantes nuestros enemigos!
Pero nos resulta más cómodo rechazarlos o ignorarlos, que enfrentarlos. Es la
famosa resistencia a los “cambios de paradigmas” cuando nos obligan a cambiar
demasiado. O cuando nos obligan a desenmascarar aquella parte de nuestra
psiquis que Carl Jung denominaba “la sombra”, y donde ocultamos las propias
vergüenzas que nos negamos a reconocer. Porque son los enemigos los que nos
exigen prepararnos permanentemente, intelectual, militante y militarmente, para defendernos de nosotros mismos, y lo que
pueda venir desde afuera.
Y además, ¿cuánta economía mueven nuestros
enemigos? Acaso no mueven el empleo creando enormes fábricas productoras de
armamento bélico; creando millones de
autómatas humanos para aniquilar a otros humanos; llenando los espacios de la prensa
recogiendo los muertos, las estúpidas y mediocres declaraciones de quienes
inventan los conflictos para ganar algo personal a costa de invadir, robar,
masacrar a una parte de la humanidad? ¿Acaso
también no mueven los celulares y las redes sociales, y los restaurantes donde
se reúnen los mayores profanadores de la humanidad a celebrar sus éxitos? ¿Y
acaso no se obsequian presentes y se regalan dividendos entre ellos, “redistribuyendo” sus ganancias, dentro de su
concepto de “inclusión” social?
Lamentablemente, no es el amigo, quien con
sus mejores intenciones trata de darnos aliento para adaptarnos a la incomodidad del presente - cuando
el mal ya está hecho - quien nos dará las armas y las soluciones para la
defensa. Es el enemigo, siempre imprevisible y oculto quien nos obligará a encontrar las respuestas para sobrevivir poniendo
a prueba nuestras fortalezas! Así que, sin volvernos masoquistas ni
fatalistas, reconozcamos en el Día del Amigo, la oportunidad de reconocer
nuestras perversas y egoístas ambiciones, para tratar de entender cómo nos convertirnos en nuestros propios, y más
peligrosos, y destructivos, enemigos!
Porque no se trata simplemente de darnos
unos abracitos y unos besitos y unos buenos deseos cuando celebramos el Día del Amigo, sino que debería servir para
recordarnos, más que nunca, el por qué
tenemos enemigos y cómo nosotros mismos los producimos.
Amen.