¿Quo
vadis Argentina? otras “PASO” y otro paso.
Sin duda que en estas
últimas elecciones PASO, Argentina ha dado otro paso. ¿Pero, hacia dónde apunta
esta vez, este nuevo paso? Un nuevo paso que ha
mostrado, una vez más, repetidos errores y fracasos. Y que deberían dar
paso a un muy serio análisis y reflexión con carácter nacional, entre todos los
argentinos. Porque creo que como nunca, en las próximas elecciones
presidenciales, Argentina se juega y define su futuro. Y digo que con carácter
nacional; pues debe involucrar, tanto a aquellos que en la lógica de sus diarias
necesidades le pasaron factura al gobierno del Presidente Macri, por sentirse
olvidados, como también a aquellos que sin sufrirla demasiado, también se
incorporaron a sacarle resultados. Errores que se llevan por delante las
mejores intenciones y las mejores expectativas, como también a las mejores
personas, por estar mal asesoradas.
Si; fundamentalmente,
por mal asesoradas. Porque pese a hombres y nombres de renombre, se sigue
cayendo en el imperdonable error de subestimar la intensidad y cantidad del
sacrificio de las personas más perjudicadas por decisiones que,
inexorablemente, sean cuales sean, van a afectar a parte de la población. Y eso
pasó nuevamente en la Argentina.
¿Quién podría dudar
de las mejores intenciones del Presidente Macri, un profesional Ingeniero
entusiasmado en transformar y modernizar un país atrasado, cumpliendo con
deudas vergonzosas de infraestructuras de todo tipo, y que atentan -tanto contra la producción, la inversión, la
generación de empleos y fuentes de trabajo dignos - como a su vez, contra la
calidad de vida de los argentinos más vulnerables? (Un país dónde, por ejemplo, el 15% de la población no tiene acceso al
agua potable, el 40% vive sin cloacas y apenas el 20% de las aguas residuales
cuenta con un tratamiento en el país).
Pero como lo resumió
mi hijo Sebastián, quien vive allá, y ante mi asombro por las inversiones del
gobierno Macri en trenes de carga, y de transporte urbano, Metrobuses,
estaciones, carreteras, cloacas, agua potable, energía, también es cierto que
quizá “debería haber esperado un poquito
más con los trenes, y pensar un poco más
en aliviar la mesa de los más necesitados”. Porque sin duda ese es
el sentimiento que expresaron todos esos argentinos que, habiéndolo elegido en
2005, se sintieron frustrados - no tanto por haberle dado su confianza, ante
tanto por hacer - sino por haberlos olvidados en la dura lucha por el sustento
diario. Y que hicieron catarsis con su voto castigo.
Últimamente muchas
voces se han hecho eco de una de las peores y más desafortunadas frases
conceptuales que he escuchado durante esta campaña por las presidenciales en
Argentina, “hay que ponerle plata en el
bolsillo a la gente”. Creo que primero la dijo el Señor Lavagna, queriendo
demostrar su sapiencia en carácter de
candidato elegible. Luego, como siempre
sucede, la recogió el chismerío mediático y todos los famosos periodistas,
panelistas, analistas, y opinadores de
oficio. Y yo creo -a la luz de las experiencias de países hermanos, muy
presentes -que el error ha estado, precisamente, en ese engaño de ponerle plata
generosa en el bolsillo a la gente, sin crear las condiciones para que la gente
tenga la oportunidad de ponerse ella misma su plata en el bolsillo y una
calidad de vida decente, gracias a su trabajo digno, que es el mayor
enriquecimiento personal, y el de la nación.
¿Es viable un país
cuyo Estado emite 18 millones de cheques al mes? Más del 60% del presupuesto
argentino se destina a jubilaciones y planes sociales, y lo recibe el 40% de la
población. Y a esto le agregamos el pago de pensiones y los fondos para el pago
de salarios de funcionarios del gobierno nacional, que sumados a los de
provincia y municipios son más de 3.500.000, es decir que más de 21.000.000 de
hombres y mujeres dependen del Estado. Mientras que en el sector privado, donde
realmente se produce la riqueza económica del país, se desempeñan alrededor de 8.000.000 de
argentinos.
Y ahora, después que
quebraron al país gastando todas las reservas en ser generosos, simpáticos y
populares, culpan al Presidente Macri por haber pedido un nuevo préstamo al FMI
(siempre los pidieron..) y de haber endeudado al país para pagar las cuentas
que ellos dejaron, y hacer las obras de vergonzante necesidad, que ellos no hicieron! Y utilizan
una vez más la mala fama creada en torno al FMI, cuando una vez hechas todas las
cagadas y no teniendo ya un mango para gastar, deben pedirle plata quien les
pueda, y quiera prestar. Y en este caso, el único en querer prestarles a
intereses decorosos, es el FMI, del cual hay que recordar -una vez más -que
todos nuestros países somos socios y responsables!
Y la suerte de cada quien no
depende del FMI -quien por lógica, y en nombre de todos los socios, debe exigir
las responsabilidades elementales para no desfinanciarse y dejar de existir
-sino de la seriedad en la ejecución de los programas para solventar los
problemas socio-económicos de cada Estado miembro. Y me permito citarles un
caso en el cual, estos préstamos, han
sido exitosamente utilizados.
“Cuando asumió el primer gobierno del Frente Amplio (FA) en el año 2005,
debió negociar un programa de créditos con el FMI. Seis años después, (en 2011)
Uruguay se convirtió en acreedor del FMI
y a través del mismo, otorgó créditos a Angola e Irlanda, cinco años después de
cancelar su deuda con el organismo. ¿Y acaso Uruguay es más poderoso que la
Argentina?
Y por todo ésto, creo
que alguien debió haber evaluado y anticipado las urgentes reivindicaciones de
esa parte de los argentinos más perjudicados, para asesorar al Presidente! El
Presidente Macri no estaba malversando fondos ni robándose el dinero de los
argentinos; simplemente equivocó realidades y prioridades. Y sus renombrados
asesores no supieron entender la realidad del país! Como resultado, Argentina
podría perder a un bien intencionado y bien capacitado presidente - que desde hace
mucho tiempo necesitaba - dando lugar a más incertidumbres, vueltas al pasado
repudiado, y mensajes nada aleccionadores para su futuro. Por algo los países
más exitosos en su calidad de vida, no son aquellos en los cuales se subsidian
los servicios y se desgravan los impuestos, sino los que pagando más impuestos
obtienen mejor calidad de vida a través de mejores servicios.
Es cierto que Argentina tiene un gravamen
impositivo pesado. Pero es el tercero después de Brasil y Uruguay. Y veamos el
caso de Dinamarca, por ejemplo. Actualmente, este país tomado como modelo de
inclusión social, se enfrenta a una disyuntiva imposible de imaginar para
nosotros; la gente no quiere que les bajen los impuestos. Y aún en contra
de lo que quieren sus ciudadanos, el Estado sabe que necesita reducir los
impuestos para acelerar el crecimiento e incentivar el trabajo. Se prevé
reducir 3000 millones de euros por año de impuestos hasta 2025.
Claro Dinamarca
cuenta con tres indicadores que despiertan la envidia de cualquier ministro de
Economía: su inflación anual en 2018 fue de 0,7%; su producto bruto interno (PBI)
per cápita es de US$52.832 y su tasa de desempleo, de 4,8%. Por ello, tampoco
los despeina tener un 46% de carga tributaria, y estar está entre los países
con mayor presión impositiva, porque esta carga luego les vuelve en servicios y
prestaciones sociales de un Estado cuyo gasto público es de 52% del PBI.
Está bien; el
Presidente Macri ha reconocido públicamente su error de prioridades. Y ha
pedido las disculpas del caso. Y hasta con lágrimas en los ojos. Lo cual vuelve
a remitirnos a la elección anterior por la cual le confiamos nuestro destino,
ante el ejemplo de gobiernos anteriores que desprestigiaron al país,
desparramando por el mundo entero la falta de credibilidad, la vergonzosa
corrupción, y la falta de confianza en
la Argentina.
Y por ello, una vez
más me pregunto y pregunto, “Quo Vadis Argentina”. Y se me ocurre pensar que
terrible es para un país o persona, estar atrapados y prisioneros -sin darnos
cuenta - dentro de un paradigma equivocado, por más de medio siglo, pero del
cual no nos atrevemos a salir!