Los olvidados, de mi gente . . Todavía quedan en mi país,
muchos ranchos de lata! Son los olvidados, de mi país, y de mi gente
Y me duele profundamente
esa realidad. Y me duele profundamente
la inequidad! Pero más me duele, y profundamente, la mediocridad y el egoísmo de
nuestros compatriotas, cuando piden más, y más, y más, cuanto más tienen!,
Porque yo conozco algunas historias de esos que, necesitando mucho, porque no tienen nada, se
las arreglan sin pedir nada, para vivir sin mucho. Y porque no tienen quien los
represente directamente. Muchos de ellos tienen historias tan tristes, que dan
ganas de llorar. No son pobres porque sí, porque eligieron o aceptaron serlo,
sino porque la vida los condenó a serlo. Y se acostumbraron a vivir con poco,
juntando cartones, latas, botellas, plásticos, o cualquier cosa que pudiera
tener un elemental valor, como para ayudarles a comprar un poco más de algo,
que siga estirando su pobreza.
Es cierto que hay de
todo. Pero lo que más duele son los casos de aquellos que aún, pese a su
pobreza, no han querido ser delincuentes. Para no sacrificar ante sus hijos, su
dignidad.
Uno de ellos me dijo
un día; “Yo mi situación de pobre la pude
haber cambiado rapidito y hoy estaría viviendo como un rey; como saben que soy
respetado en el barrio me propusieron negocios de todo tipo; pero ninguno
limpio. Pero mi dignidad y mi vergüenza no me la compra nadie, y yo como puedo
voy alimentando a mis hijos, y los mando a la escuela, y con mi patrona nos
arreglamos para comer algo y que no les falte un plato de comida ni la ropa
limpia, ni el ejemplo para ser una
persona honrada y respetada en la vida”. Y ese tipo, me marcó la vida.
Podría resignarse a
ser pobre; pero no a ser delincuente! Por ello, y muchas veces, cuando he visto
con indignación a esos carros tirados por caballos, manejados incluso por
niños, dentro de la ciudad, me pregunto; y si no hicieran esto, ¿qué otra cosa
podrían hacer? Si no están preparados para nada más, ni la vida les enseñó que
es posible aspirar a algo más? Si algunos de ellos, incluso, no saben leer ni
escribir.
Y esto me lleva a
pensar continuamente; ¡cuán miserables y egoístas nos convertimos los seres
humanos, cuando ya alcanzamos algo mejor! Vivimos descalificando, negando,
exigiendo, rechazando, todo aquello que no nos satisfaga más, y más, y más!, y
cada vez que tenemos más, queremos más, sin siquiera acordarnos de las miserias
de aquellos que tienen menos; de nuestra gente. De los olvidados de mi país. Y
realmente si, que son olvidados, porque ellos no tienen sindicatos que los
representen, ni hacen marchas exigiendo sus derechos, no hacen discursos ni
aparecen en la prensa, porque son simplemente, los olvidados de mi gente! Y a
veces me pongo a comparar su situación con los que tienen más, y menos saben
apreciarlo.
Y los sindicatos de
los maestros y los profesores de la ANEP, que siguen exigiendo obstinada y
egoístamente el 6% de todo lo que produce el país, sin intentar siquiera
innovar en los modelos atrasados de la enseñanza pública; algo que ya están
haciendo algunos colegios privados, que insisten en que “Una de las banderas de estos procesos de innovación es reimaginar la
educación con los mismos recursos que tenemos”. Egoístas reivindicaciones, entonces, frente a
un gobierno que les ha dado más que nadie, comparadas con las necesidades elementales
de los olvidados de mi gente, que ni siquiera tienen un techo digno bajo el
cual vivir con sus familias! Que ni siquiera tienen agua corriente, ni luz
constante, ni un saneamiento dignificante! Soportando el frío, la escarcha, el
calor o el rocío, con lo poco que puedan revestir sus huesos.
Mientras los
compatriotas de ADEOM, que disfrutan de los favores y beneficios de una ciudadanía
que les paga muy bien para que cumplan su labor, lo hacen muy mal! Y viven
permanentemente en guerra, exigiendo más y más, sin mejorar en nada a cambio! O
los reclamos de los compatriotas de Un solo Uruguay, para quienes sin duda, el
Uruguay válido es sólo el que les sirve a sus
intereses! Y que cuando las cosechas y los precios le vienen bien, ni
siquiera se molestan en chistar, pero cuando les vienen mal, son los primeros
en salir a llorar!
O los jubilados de
las AFAP, a quienes, luego de que les vendieran el mismo verso con el cual
vendieron todo el país, hoy se lamentan ante quienes no tuvieron la culpa, y exigen
soluciones que en dólares, equivalen a millones! O a los nuevos quejosos del
Banco Hipotecario, que no dejan de quejarse históricamente por el sistema de
reajustes (ya previamente acordado con ellos mismos en su momento) y no les
importa si el Hipotecario se vuelve a fundir con tal de darles más prebendas a
ellos! Y también hay que atenderlos, porque son compatriotas.
Y los Funcionarios
del Estado (COFE) piden más, y los médicos también piden más, y todo el
mundo pide más, para vivir un poco mejor. ¡Que lo parió, cómo da leche la teta
del Estado! Pero los olvidados de mi gente, no tienen fuerza gremial para pedir
un poco más.
Y frente a esto, yo
insisto en que ¡No pueden haber más ranchos ni asentamientos en mi país! No
puede haber más ignominia entre mi gente. Porque no se nos enseña un mínimo de
responsabilidad social hacia los que menos tienen, a pesar de que fueron
paridos en este mismo suelo! Más que matemática, o física, bilogía o geografía,
tendríamos que enseñarles a nuestros hijos el valor del compromiso hacia las necesidades
de sus compatriotas. Y no me importa tanto ganar los resultados de las pruebas
Pisa, si lo que nos sigue pisando como
sociedad es la indiferencia y la falta de humanidad.
Y por eso propongo
destinar ese porcentaje aún no alcanzado del PIB para mejorar las condiciones
de la educación, en construír más viviendas dignas para mejorar la vida de esa
parte olvidada de mi gente! Y trasladar buena parte de los generosos beneficios de ADEOM, para que tengan mejor
vida esos olvidados compatriotas.. Y también, esas diferencias en el precio del
gasoil que tanto preocupan a nuestros
productores de “Un solo Uruguay”, para
que en este “único Uruguay”, no les falte un techo digno a los olvidados de mi
gente. ¿Cuánto podríamos pues recaudar de todas estas reivindicaciones si las
pusiéramos al servicio de algo tan elemental y básico, como más viviendas para
los que más las necesitan? Porque no soluciono nada mejorando a los que tienen
algo suficiente, si no apoyo a los que tienen todo insuficiente! Y es una mediocridad
humana no compartir los sentimientos y necesidades de esa parte de mi gente!
Y es que a esos
sectores más vulnerables de la sociedad, hay que educarlos y capacitarlos, y darles mensajes muy claros: a las mujeres, que
cierren un poco las piernas o se instalen un dispositivo, porque tener hijos
sin padres que se hagan cargo, les va a costar una vida de miseria; a los hombres que se pongan un preservativo
(aunque no lo apruebe el Papa Francisco, quien se puede dar el lujo de vivir en el
cielo) si quieren gozar, pero sin aumentar los desamparados de la sociedad. ¡Y entonces,
repensémonos todos como sociedad!
Y a los que no tienen
techo, les recuerdo que si quieren vivienda y condiciones dignas, en lugar de infringir
los derechos de otros compatriotas ocupando propiedades, se organicen y se pongan a trabajar; porque
conozco muy queridos amigos y compañeras que, con un gran esfuerzo personal,
sacrificando los fines de semana y las horas de día que les quedaba para el
descanso después de trabajar, mediante cooperativas construyeron ellos mismos unas hermosas
viviendas de las cuales hoy se sienten, y nos sentimos todos, tremendamente
orgullosos! ¡Porque lo que nos es enriquecedor para nadie, es regalar el
esfuerzo de otros!
Porque de nada nos
servirá que los educadores logren un 6% más, ni que Adeom disfrute de más
prebendas, o que los campesinos ganen
unos dólares más por subsidiarles el gasoil, o que los médicos ganen un poco
más para no sentirse discriminados entre ellos, mientras buena parte de nuestros
compatriotas -a los cuales es más más fácil identificarlos como “piches”,
o ciudadanos de tercera -no sean
visibilizados como ciudadanos con derechos, y porque son producto de lo que
nuestra sociedad produjo, y luego no se preocupó en incluírlos.
Y porque mientras Martín
Fierro decía, “Los hermanos sean unidos,
esa es la ley primera..” nosotros pensamos: “mientras no me toquen la billetera”! Y creo que es hora de que como
país revisemos y valoremos lo que tenemos en nuestras billeteras; porque fundamentalmente,
si no tenemos calidad de vida en nuestra
gente, no tenemos nada! Porque si no invertimos en ellos y en sus hijos como
capital humano, que es la verdadera riqueza de un país, de nada nos servirán
las mejores intenciones.