Y entonces llegaron los hombres de
blanco..
Desde nuestra misma
existencia hemos estado atacándonos a nosotros mismos, hiriéndonos, matándonos,
odiándonos, eliminando poblaciones enteras sin piedad, sin respetar la
inocencia y la indefensión de niños, madres, ancianos, enfermos,
discapacitados, y los inocentes que por mandato biológico constituyen los más
indefensos de la sociedad. Y nuestra crueldad humana sigue sin darnos muestras claras
de remisión o sensibilización. Siguen apareciendo muestras brutales de
criminalización, simplemente por pensar distinto. Los hombres políticos no han sabido
responder a estos excesos de nuestra propia humanidad. El virus del odio y la
intolerancia enferman nuestras mentes, y destroza nuestros cuerpos! Y los soldados
militares no estaban preparados para defendernos de tanta inequidad!
Y llegaron las
pandemias. ¡Estamos vivos de milagro! Los virus y las bacterias siempre
existieron, pero nos atacaron las pandemias que han exterminado a buena parte
de la humanidad. En 1348, cuando apareció el
primer brote de la pandemia de la llamada peste negra, que afectó
a Eurasia en el siglo XIV, se estima que murió entre el 60% y el
80% de la población europea. Y claro, no existían los médicos preparados,
ni los preparados médicos del presente. No existían soldados preparados para
defendernos de tanta vulnerabilidad.
Y entonces llegaron
los hombres y mujeres vestidos de blanco, y con el arsenal de vocación y
conocimientos que traían en sus cerebros, lograron sanar los daños que los arsenales de virus y
bacterias, y de misiles y armas bélicas, tantos billones de euros y tantas vidas costaron.
Y con el simple maletín de sus conocimientos, demostraron ser más potentes que
los misiles, y el odio, y las pandemias y las pestes, que tantas vidas costaron.
Si; estos son nuestros médicos! Nuestros soldados de la salud, que estudiaron
mucho y se sacrificaron mucho por una vocación que no respeta intereses
sectarios, ni tarifas ni honorarios, ni fechas ni calendario, cuando la vida es
la que llama, y la muerte es la que amenaza.
No, no son profetas
divinos no prometen milagros. Son simples seres humanos como todos nosotros,
y no prometen nada..! Simplemente utilizan
sus conocimientos para tratar de salvar a la mayor cantidad posible de
nosotros contra los errores y los odios
que nosotros mismos producimos. No son Jesucristo, pero tampoco son Pilatos: no
se lavan las manos para desatendernos, sino para comprometerse con nuestras
necesidades. Aún arriesgando sus vidas, porque, ¿quién dijo que por conocer los
peligros, son inmunes a ellos? No lo son.
La pequeñez humana
queda de manifiesto cuando un simple virus, imperceptible al ojo humano, puede diezmar
poblaciones enteras. Como una guerra. Pero a su vez, ello da lugar a mostrar la
inigualable capacidad de respuesta de la humanidad, al contar con tantos
hombres y mujeres capaces de recuperarnos. Nuestros médicos y personal de la
salud actúan como los anticuerpos para protegernos de las afecciones. Como los
leucocitos, también llamados glóbulos
blancos; ese conjunto heterogéneo de células sanguíneas
ejecutoras de la respuesta inmunitaria, interviniendo en la defensa del
organismo contra sustancias extrañas o agentes infecciosos.
La enfermedades no distinguen entre pobres y ricos, ni
entre ideologías y formas de conquistar el poder al servicio de unos u otros,
humanos. Nuestros médicos tampoco. ¿A cuántos seres humanos han salvado? No sé;
pregúntenle a los leucocitos.. Porque por ello es que aún el universo y la humanidad
habitante no se ha extinguido!
En las guerras y en las pestes, los sacerdotes
de la fé cristiana enfrentan las miserias humanas con crucifijos de oro y de
plata bendecidos; nuestros médicos, simplemente ondeando una cruz roja
estampada en un lienzo deslucido. Son los médicos de campaña: los que curan las
brutales heridas que otros de nosotros nos hemos producido.
Por ellos, y porque mientras existan ellos, existiremos
nosotros.. GRACIAS A NUESTROS MEDICOS Y AYUDANTES DE LA SALUD, EN TODO EL
MUNDO!
Alberto Rodríguez Genta
argentaster@gmail. com