Oposición no es lo mismo que “opción”.
Dentro de tantas consideraciones, reflexiones y opiniones que uno lee cada día en los distintos medios de comunicación, nacionales y extranjeros, me interesa hoy detenerme en un editorial de El País de Uruguay, de fecha 29 de julio del actual, y titulado “Desafíos opositores en América Latina”, pues creo que se centra en algunas interrogantes y reflexiones bien interesantes. Lo cual demuestra, a su vez, siendo El País el vocero de la oposición blanca, que aún no han aprendido nada. O que no quieren aprender nada.
Comienza El País en su editorial: “En varios países de América Latina ha estado en cuestión la estrategia que la oposición debe llevar adelante para intentar conquistar el gobierno, en particular donde el oficialismo lleva un buen tiempo instalado y mantiene altos niveles de popularidad”. Y la siguiente frase, quizá por su ingenuidad, aporta toda una definición: “Una que ha cobrado fuerza en nuestro continente es la de una oposición moderada, que reconoce los logros del oficialismo y propone superar sus deficiencias, en general asociadas a la mala gestión y no a las diferencias ideológicas”.
Y yo creo que esta afirmación, resume toda la cuestión. Porque por otra parte, creo que si algo se debería haber aprendido en nuestra región, es precisamente eso: la necesidad de demostrar que se es una mejor opción, más allá de una simple oposición. Oposición puede ser cualquiera, pero una verdadera y prometedora nueva opción, requiere de mucha vocación.
Por lo cual estas interrogantes nos indican que los partidos tradicionales, realmente no han aprendido la lección.
La verdadera e inteligente estrategia que la oposición debe llevar adelante, cualquiera sea la nación, es aquella que se centra tanto en reconocer los logros del oficialismo, como también en convencer que sí, hay una nueva opción, que puede superar las diferencias y mejorar la eficiencia. Si es que se tiene, claro. Esta receta es infalible, aún en aquellos casos en donde haya un oficialismo que lleva un buen tiempo instalado. Y aún en una dictadura o un gobierno totalitario, a la corta o a la larga, la receta da los mismos resultados. Más allá de los insultos y las descalificaciones, que se vuelven reiterativas y poco creíbles, la idea es mostrar respeto a la diversidad de una sociedad democrática, tratando el tema con la altura intelectual que se merecen los ciudadanos..
El caso venezolano. El País, en su editorial, hace referencia al caso venezolano como “Un caso paradigmático, quizá el primero en el continente, de una maniobra de este tipo, de no confrontar frontalmente con el gobierno, la llevó adelante la oposición venezolana en la última elección ganada por Maduro. Recibió críticas y elogios y nunca podremos dilucidar, porque es historia contractual, si le sirvió para aumentar su caudal electoral o, a la inversa, frenó su crecimiento mejorando la chance del gobierno”. Y aquí me interesa detenerme.
El que realmente ganó las elecciones en Venezuela fue Chávez; Maduro, en la elección, apenas recogió algunos votos del chavismo –y porque lo pidió Chávez a sus seguidores -y por la influencia que tuvo Chávez en sacar de la miseria a los más pobres y olvidados de Venezuela (la burrada más grande que cometieron los partidos políticos tradicionales venezolanos). Las cifras con las cuales ganó Chávez, confrontadas con las que ganó Maduro son abismales! Apenas seis meses después de que Chávez ganara con diez puntos de ventaja a Capriles (1,6 millones de votos), Maduro logró apenas 234.935 sufragios más que el líder opositor, logrando 7.505.338 votos, el 50,66 %, mientras que Capriles obtuvo 7.270.403 (49,07%). ¡Menos de dos puntos de ventaja!
Maduro pasará a la historia como un inútil que no supo aprovechar la influencia positiva que le dejó Chávez, y en su lugar, agrandó las diferencias y llevó al máximo de su expresión el modelo destinado al fracaso que le dejó Chávez, en contubernio con los Castro.
Y al fin la oposición actúa con inteligencia para ser creíbles, en la medida que el gobierno deja de serlo, excluyendo a una mitad de la población; no ha podido suplir lo que no supo producir, y no ha podido asegurar ni la elemental alimentación ni la vital cuota de seguridad personal para los venezolanos, que año a año mueren como moscas! Y esto ya es mucho decir.
La oposición venezolana –luego de cometer varios errores -aprendió la lección, sabedora de que el modelo aguantado con fórceps por Maduro y sus cómplices, no tiene sustento. Venezuela nunca produjo mucho, y con Chávez y Maduro y las expropiaciones etc. etc., ya no produce nada. Han estado jugados exclusivamente a los precios del petróleo y a lo que a través de él pudieran importar, y una vez que éstos cayeron, se cae todo sustento de país. Por ello la oposición fue construyendo pacientemente el largo y arduo camino para recuperar la confianza que los partidos políticos tradicionales perdieron.
Yo lo afirmé más de una vez, en reuniones que tuve con sectores de la oposición: en lugar de descalificar y acusar a Chávez, concéntrense en lograr que el pueblo crea que realmente puede haber una nueva opción que, recogiendo lo de bueno que les dejó Chávez, prometa mejorar los errores y falencias de la revolución. ¡Que son muchos!
Ese es el modelo japonés: no se concentran ni desgastan en acusar lo que está mal, porque aceptan sus propios errores, y sólo se dedican a mejorar lo que haya que mejorar.
A veces perdiendo también se gana. “Nunca podremos dilucidar ( ) si le sirvió para aumentar su caudal electoral o, a la inversa, frenó su crecimiento mejorando la chance del gobierno” dice el editorial de El País, refiriéndose a la oposición venezolana. Pues yo se los aclaro: a veces perdiendo, también se gana! La oposición sabía que no ganaba las elecciones contra Maduro. La herencia y presencia de Chávez aún estaba caliente y presente. Pero había que corregir errores del pasado y recuperar confianza en el presente, para ser la opción en el futuro. Ni frenó su crecimiento ni tampoco mejoró la chance del gobierno. Al contrario, se volvieron receptores de las nuevas decepciones, necesidades, y limitaciones del modelo. Y –luego de cometer varios errores -esperaron pacientemente su momento, mientras el gobierno se desgastaba.
“También se debe tener en cuenta que no se da la misma contienda electoral en una democracia sólida, con un sistema de partidos estable, que en una república endeble con un gobierno autoritario”, sigue El País. Pero es que yo pregunto: ¿y donde han estado esas democracias sólidas y con sistemas de partidos estables que permitieron gobiernos autoritarios en repúblicas endebles? ¿Y por qué esas repúblicas se volvieron endebles? Por los errores cometidos por quienes tuvieron las mejores oportunidades para enriquecer una nación, y en su lugar, la empobrecieron! No es casualidad que apenas comenzado el nuevo siglo, una mayoría de países latinoamericanos se volcaran hacia el socialismo.
Argentina y EE.UU. Y después de citar el caso de Venezuela, El País cita el caso de Macri, en Argentina, quien utiliza la misma novedosa estrategia política, para captar votantes. Y es que parecerían haberse dado cuenta de que no hay que enfocarse en hacer política para ganar elecciones; sino en trabajar para solucionar las necesidades de los ciudadanos. Sólo con ello, y si se hace bien, y si se comunica bien, se ganarán las elecciones. Los ciudadanos ya no votan por los discursos políticos, sino por las obras de los políticos.
Finalmente, el último caso citado es el de Donald Trump, quien con un discurso hipercrítico hacia el gobierno de Obama, recostado a la derecha al borde del precipicio, y con propuestas xenofóbicas y racistas ( ) se ubica a menos de un mes de hacer oficial su candidatura, encabezando las encuestas de su partido.
No nos equivoquemos; estos son candidatos de “catarsis”; mesías que recogen las insatisfacciones de los ciudadanos más radicales, mientras se juegan las campañas electorales, pero que, llegadas las elecciones, son quemados en la hoguera. En Uruguay, últimamente, han aparecido varios de estos casos.
“La teoría del votante medio, difundida por los politólogos –finaliza El País - ha conducido a que todos los candidatos tiendan a ubicarse cerca del centro del espectro dónde está la mayoría de los votantes. Con un curioso corolario; ya no solo se acercan, sino que a veces incluso se superponen, desdibujando sus diferencias y lo que es más grave para la democracia, la posibilidad de una verdadera elección por parte del soberano”.
Y yo agrego que en todo caso, y ante los rechazos mayoritariamente populares que se han producido en nuestra región, tanto hacia los fracasados modelos capitalistas como a los socialistas, queda claro que las derechas se están corriendo hacia la izquierda y las izquierdas se están corriendo hacia la derecha. O sea, acercándose más a los reclamos de la gente, y buscando ser más opción, que oposición.
¿Lograremos el punto de equilibrio tan necesario?
La experiencia uruguaya de una verdadera inclusión social, sin exclusiones, parecería ser un ejemplo reconfortante. Que por algo destacan los observadores internacionales. Recordemos aquella frase de Marco Aurelio: “Lo que no es bueno para la colmena, no es bueno para la abeja”