EE.UU.: la hora del harakiri.
“Lo primero que me haría sentir un poco mejor con ellos es que siguieran el modelo japonés, hicieran una profunda reverencia ante el pueblo estadounidense, se disculparan y luego optaran por una de estas dos alternativas: renunciar o suicidarse.” dijo Grassley. "Y, en el caso de los japoneses", recordó, "por lo general cometen suicidio antes de pedir cualquier disculpa". Este sentimiento no debería extrañar a los ciudadanos de un país que, habiendo dado los mayores emprendedores empresariales del mundo, ha dado también los mayores estafadores.. Y si bien es cierto que el portavoz de Grassley, Casey Mills, aseguró mas tarde a la Associated Press que el senador "no quiere que los ejecutivos estadounidenses" cometan suicidio, pero sí que aquellos ejecutivos que "convierten en un desastre a sus compañías deberían pedir perdón, tal como los ejecutivos japoneses, esto último es más difícil de creer que lo primero.
En última instancia, es más fácil de creer que la respuesta dada por AIG en un comunicado respondiendo que: "El comentario es muy decepcionante, pero los empleados de AIG siguen trabajando con aplomo y profesionalismo para preocuparse de los asegurados y pagar a los contribuyentes". Porque también reconoció que la empresa había cometido errores "en una escala que pocos pudieron haber imaginado jamás como posibles". ¿Cómo creerle? Hasta el propio presidente estadounidense Barack Obama expresó el mismo día su "indignación" por los 165 millones de dólares en bonos pagados a los empleados de AIG, incluidos algunos que trabajaron en la unidad que es responsable de los problemas de la compañía. Como tampoco son creíbles otras afirmaciones del presidente ejecutivo de la defenestrada aseguradora AIG, Edward Liddy, cuando manifestó que "la fría realidad de la competencia" lo llevó a pagar los 165 millones de dólares en bonos a sus empleados, tras aceptar 180.000 millones de dólares de ayuda estatal para eludir la quiebra. También argumentó que los bonos eran necesarios para retener a los empleados con conocimiento especializado para deshacerse de 2,7 billones de dólares en títulos complejos que terminaron arrastrando a la empresa al borde del colapso el año pasado. Como prueba de la falsedad de sus afirmaciones en defensa de los ejecutivos, el fiscal general de Nueva York, Andrew Cuomo, acaba de difundir detalles del pago de primas que dejan en evidencia la absurda afirmación de AIG de que se trata de “primas de retención” dirigidas a conservar a empleados clave, pues al menos once de los ejecutivos que recibieron primas de un millón de dólares ya no trabajan para AIG.
Para aquellos que tanto han afirmado que la mayor desigualdad social se encuentra en Latinoamérica, el grupo “Unidos por una Economía Justa” pone énfasis en la brecha racial que existe en la distribución de la riqueza señalando que: “En el mundo corporativo estamos presenciando los mayores rescates financieros de la historia, a la vez que las remuneraciones que reciben los ejecutivos alcanzan montos inusitados. El sueldo de un alto ejecutivo es 344 veces mayor que el de un trabajador promedio.” ¿Que tal? Y si bien con el rescate financiero los ciudadanos estadounidenses pasaron a ser propietarios del 80 por ciento de AIG, muchos creen que estos rescates van como dinero gratis a las manos de ejecutivos ricos que tomaron malas decisiones, y los bonos cobrados por esos ejecutivos, pese al desastre financiero, no han hecho más que alentar el enojo. En una de las últimas reuniones del Senado norteamericano para tratar el tema de los auxilios financieros a los bancos y empresas en problemas, un senador hizo una irónica reflexión afirmando que "tradicionalmente estábamos acostumbrados a que eran los bancos quienes prestaban dinero a los ciudadanos, mientras que ahora asistimos al hecho de que somos los ciudadanos quienes debemos prestar dinero a los bancos.."
La repetición de estas prácticas vergonzosas ha enlodado también la credibilidad de la otrora vaca sagrada guardiana de los valores norteamericanos, la SEC (Security Exchange Commission) la cual ha sido criticada por no descubrir -o no querer descubrir -el escándalo del caso Madoff hasta que los propios altos ejecutivos del fondo del estafador acudieran a las autoridades, al ser ignoradas varias advertencias sobre la forma en que este personaje gestionaba su negocio de inversión. Algo que no debería extrañar, considerando por ejemplo que Shana Madoff, sobrina y abogada en la firma del inversor, está casada con Eric Swanson un trabajador de la SEC, quien era nada menos que el director adjunto de la oficina de inspecciones y exámenes de cumplimiento de las normas. (Ver artículo de enero 17, 2009)
Obama, Summers, Christina Romer y Geithner
Los evasores si tienen rescate..
Amy Goodman, en su artículo, hace otra reflexión: “Muchos bancos europeos también han recibido fondos a través de similares rescates, incluido el banco suizo UBS, que ofrece cuentas bancarias secretas que permiten a los estadounidenses más ricos evadir impuestos. De hecho eso es lo que están haciendo los tan golpeados contribuyentes estadounidenses: rescatando a sus acaudalados compatriotas evasores de impuestos. Obama se ha rodeado de asesores financieros como Larry Summers y el Secretario del Tesoro Timothy Geithner, vinculados muy estrechamente con Wall Street. La utilización de dinero del rescate financiero—dinero aportado por los contribuyentes—para el pago de primas de AIG ha provocado, con razón, una virulenta reacción masiva contra la aseguradora, la Bolsa de Valores, y contra ellos mismos. Es hora de encauzar el estímulo económico hacia quienes realmente lo necesitan: los ciudadanos que lo están financiando con sus impuestos”.
Hasta el FMI –aunque tarde ya -hizo una fuerte autocrítica por sus errores a la hora de identificar las raíces de la crisis actual y reconoció no haber estado a la altura de su trabajo como principal supervisor del sistema financiero mundial. En una serie de documentos que analizan las primeras lecciones de la crisis, el FMI culpó a la falta de coordinación en la supervisión y a la ineficacia de sus mensajes por no haber podido detectar a tiempo que el auge del crédito podría explotar de una manera dramática. Además, indicó que las advertencias antes de la crisis, incluyendo las suyas, fueron muy aisladas y poco específicas para forzar a los gobernantes a actuar. Desde hace tiempo, economías de mercado emergentes, incluida China, se quejan de la falta de imparcialidad del FMI a la hora de brindar asesoramiento a las economías avanzadas, que a menudo han hecho caso omiso de sus consejos.
El FMI se equivoca. La SEC se equivoca. El Banco Mundial reconoció sus errores en un informe de marzo del 2006, cuando el Grupo Independiente de Evaluación, pasó revista a los diferentes programas de ayuda al desarrollo del comercio financiados con 38.000 millones de dólares entre 1987 y 2004, reconociendo que fueron demasiado optimistas sobre los beneficios de la liberación comercial preconizada durante casi dos décadas, y subestimando las limitaciones en los países pobres susceptibles de beneficiarse de ella. Señores: ¡¡estamos hablando de demasiada gente ganando demasiado dinero..para equivocarse..!! Personalmente, me siento identificado con el sentimiento del senador Grassley. Lo que me haría sentir un poco mejor con ellos es que siguieran el modelo japonés; hicieran una profunda reverencia, se disculparan con el mundo todo, y luego optaran por una de estas dos alternativas: renunciar o ..harakiri!
Argenta Marzo, 2009