Portabilidad numérica, ¿quién la va a usar?
Cuando en los años 1800, Alexander Graham Bell –quien tuvo la habilidad (y los medios económicos) para patentar el teléfono inventado por el italiano Antonio Meucci, (quien a su vez tuvo la habilidad para crearlo pero no los medios para patentarlo), andaba buscando inversionistas para desarrollarlo, y presentó su proyecto al presidente norteamericano Rutheford Hayes, éste le comentó: “Sin duda, es un invento extraordinario Bell; pero, quién lo va a usar..?”
¡Y claro que el presidente Hayes tenía toda la razón! ¡Era
un invento extraordinario, pero no había nadie en aquel entonces que pudiera
usarlo, ni “imaginarse” siquiera su utilidad! Hoy día, no somos capaces de
imaginarnos a nadie sin uno de estos aparatitos /teléfono, en su versión
celular, en la mano. Además de otros milloncitos en sus hogares.
Más teléfonos que habitantes. Luego de aquella loca invención patentada por
Alexander Graham Bell (y creada por Antonio Meucci), las investigaciones nos dicen que, con una población mundial estimada en 7.400
millones de personas, el mundo tiene actualmente 7.700 millones de
suscripciones a teléfonos móviles, es decir, hay más aparatos de este tipo, que
habitantes. Pero ahora en Uruguay estamos abocados a un tema más trascendental
y existencial, por cuanto ante una nueva ley se derriban los obstáculos para
que estos aparatitos, que eran comercializados con identificadores/números iniciales
pertenecientes a las distintas empresas comerciales, ahora serán identificados solamente
como pertenecientes al usuario del aparatito, sin importar quien es la madre
del borrego.
Y como
suele suceder casi siempre (más bien siempre) en Uruguay, se alborotó una vez
más el gallinero, dando lugar a la más implacable búsqueda de protagonismos
entre facciones políticas, en contra u a favor, de quien inventó el nuevo
problema. (O solución) Buena parte de la hoy oposición -muy penetrada históricamente
por el sistema socialista - cree que todos los servicios deben ser prestados
por el Estado, a través de su reconocida burocracia, y sin competencia. Cuando
mucho, compartidos con organizaciones sociales, en cooperativas o autogestión,
pero -eso sí -¡prohibidos los inversores particulares! (¡Aun cuando son ellos los que generan riqueza
y empleos para el país!)
Y es que
históricamente, los sectores de la izquierda uruguaya han marcado a fuego una
impronta anticapitalista, anti empresarial, y anti todo lo que no sea un
dominio estatal sobre la economía y los servicios. Al más puro estilo
soviético, cubano, venezolano, y creo que ya no hay más. (Aun cuando estos
modelos autoritarios han fracasado rotundamente). Ya ha quedado absolutamente demostrado que,
pensar un país sin los aportes privados de quienes producen la riqueza, es
inviable.
Otros
creen que es mejor una libre competencia donde los servicios los ofrezcan
empresas privadas que compitan entre ellas; que los clientes tengan libertad
para elegir su proveedor, y además logren los beneficios por fidelidad y
preferencia, al optar por una u otra. En este sentido, la mayoría de quienes
integran el oficialismo quiere un régimen con mayor inversión privada, y con
incentivo a la competencia entre particulares. (Tampoco son unos santos..)
Personalmente, y como uruguayo, me da gusto reconocer que precisamente Antel, la empresa estatal involucrada en esta polémica, ha hecho una excelente gestión empresarial, hasta el punto de mantener una clara predominancia en el mercado, aún compitiendo con dos empresas multinacionales. Habiendo concretado, además, ambiciosas obras de infraestructura que han enriquecido al sistema en especial, y al país en general. Creo que, en este sentido, Uruguay ha dado un ejemplo de convivencia empresarial púbico/privada, con sana competencia y alta eficiencia.
En un
reciente artículo el periodista Nelson Fernández nos recuerda que, “Cuando
era niño -y aun adolescente- Antel no existía. Y aunque aclara que no
comparte lo de que “todo tiempo pasado fue mejor”, advierte a los
jóvenes que, sin teléfonos celulares, y sin Antel, en aquellas épocas
también éramos felices. Nadie se moría sin la presencia soberana de esa cosa”.
Es cierto,
pero me permito recordarte, estimado Nelson, que cuando tu y yo éramos niños,
el mundo no era el mismo. ¡Era otro, y totalmente diferente! No era tan
consumista porque no había tanto para consumir. Y no dejábamos de ser felices
porque tampoco conocíamos otras realidades. Los chicos de hoy ya no nacen con
un pan debajo del brazo, sino más bien con un celular. Para ellos sería
imposible vivir en nuestro tiempo.
En lo que
sí estoy absolutamente de acuerdo contigo, es con tu afirmación de que “La
vida cambia si uno vive en un sistema capitalista o comunista, pero no cambia
tanto si el número empieza con nueve o con siete”. ¡Brillante reflexión!
Porque la he vivido, y conozco las diferencias.
Y por eso también en este caso, del cambio de la portabilidad numérica, creo
que lo importante no es pensar en el invento, sino que, al decir del presidente
Hayes “quién lo va a utilizar”.
Si
facilita y beneficia el servicio para los usuarios, permitirá más competencia.
Y la competencia comercial -en un sistema democrático -es la madre de la
innovación, de la superación, y la única garante de más y mejor servicio.