La otra lucha Tupamara.
Pocas personas como Eleuterio Fernández Huidobro, podrían tener más razones para votar la anulación de la tan mentada ley 15.848 (de Caducidad) votada el 22 de diciembre de 1986, en Uruguay, como forma de iniciar la transición hacia la constitucionalidad democrática después de 12 años de dictadura militar. O el propio Presidente Mujica, en todo caso. Fernández Huidobro fue uno de los fundadores y principales dirigentes del Movimiento de Liberación Nacional –Tupamaros, durante los años 1960. Cayó prisionero el 8 de octubre de 1969 en la toma de Pando y se fugó de la cárcel de Punta Carretas junto con otros 110 presos en septiembre de 1971. Fue nuevamente detenido el 14 de abril de 1972, en la casa de Luis Martirena en la calle Amazonas, episodio durante el cual fue muerto por las FFAA el dueño de casa y su esposa Ivette. Posteriormente, pasó doce años preso durante toda la dictadura cívico–militar, siendo liberado en 1985.
Si uno sabe algo de la lucha Tupamara, o ha leído algún libro, como por el ejemplo el que escribió con Mauricio Rosencof, otro Tupamaro, contando los abusos y destratos a los cuales fueron sometidos durante sus duros doce años de encarcelamiento, lo entendería mejor. Pero resulta que a la hora de una nueva y obstinada arremetida parlamentaria impulsada por sus compañeros de coalición política, y destinada a su anulación -recordemos que dicha ley fue ratificada mediante dos referéndum populares en los años 1989 y 2009 –Eleuterio, aclarando que votó obligado por “disciplina partidaria” pero que no comparte la iniciativa, ha anunciado su renuncia a su bien ganada banca en el Senado por entender que "el respeto a la soberanía popular, para nosotros es sagrado y es casi un programa de principios". “A nosotros nos mandata una mayoría y aceptamos,-aclaró -pero al FA lo está mandatando la más grande mayoría que se puede concebir, que es la de la democracia directa de dos consultas al respecto, una de ellas hace bien poco tiempo”. Y esto abre una nueva ventana de reflexión desde la visión de este ex –tupamaro duro, quien sin duda desde su encierro tuvo todo el tiempo del mundo para reflexionar sobre su forma de contribuir con la causa de la justicia en su país.
Quizá ello cambió su visión para seguir cumpliendo con la misión. Y se volvió estadista; se volvió mas grande! De todos modos, él y sus compañeros ya ganaron una gran batalla desde el momento en que las mismas instituciones que ayer lo enrejaron, humillaron y torturaron, ahora le hacen la venia cuando pasa y le rinden honores de parlamentario. Y lo más importante detrás de todo eso, y el lo sabe, es que no es a su persona a quien le rinden respeto y honores de gobernante: es a un sueño compartido, a una idea, a un esfuerzo, a un sacrificio –equivocado o no -valorado por su nación. Y que le dio el mérito moral, imprescindible, para seguir luchando por lo que cree y bajo los principios en los que él cree.
Quizá es por eso que prefirió renunciar a la comodidad y los beneficios de su cargo de Senador; para no prostituir su forma de pensar, de entregarse, de vivir. Después de vivir lo que vivió encerrado, para terminar respetando la Constitución, ¿ahora debe vivir encerrado en el capricho de quienes pretenden desconocerla? Después de haber llegado al punto de inspirar a su pueblo para exigir un referéndum que restableciera sus derechos soberanos por sobre la opresión totalitaria de una minoría, ¿ahora debe convertirse él en parte de una minoría que desconoce el dictamen mayoritario de sus compatriotas?
Curiosamente, los que ayer fueron encerrados, golpeados, humillados, torturados, -como Eleuterio o Pepe, entre otros -nuevamente se sienten sometidos. Ahora, por sus propios “compañeros”. Disciplina partidaria –versus dignidad personal. 16 sobre 17 de los compañeros, y sobre un total de 30 senadores. ¿Es eso acaso una mayoría? Uno de los votos impugnado; un compañero partidario expulsado; otro que prefirió no estar presente; un voto arrepentido –el de él mismo -por no estar de acuerdo; la desaprobación manifiesta del compañero presidente de la República, e incluso de otro compañero-también ex -Tupamaro –hoy Ministro de la Defensa, mas las dos consultas al soberano quien en las dos, dijo NO. ¿Es eso un triunfo acaso? ¿Es eso una mayoría?
O sea, Eleuterio les da su voto pero al mismo tiempo se encarga de anularlo; porque un voto sin convicción y en manifiesto y público desacuerdo, es un voto que no vale nada. Como conclusión, a quienes puedan sentirse victoriosos por este resultado, debería darles vergüenza frente al colectivo.
Pregunta: ¿A qué mayoría se refiere el ex -presidente Vázquez cuando afirma ahora que las mayorías no siempre tienen razón? ¿Será a la mayoría que lo eligió como presidente de la nación, o a la mayoría partidaria –minoría ciudadana –que pretende ahora desconocer la voluntad popular en los dos referéndum que ratificaron la ley, en 1989 y 2009?. ¿Y para que entonces, su gobierno impulsó el referéndum de 2009?
Conclusión. Quizá Eleuterio se dio cuenta, porque su experiencia es una verdad constatada, que a los hombres se los convence con razones; no se los obliga a ir detrás de la manada. A él y a Pepe los eligió el pueblo por elección nacional y por votación popular. Irrespetarlo sería un triste final para el ejemplo de un Movimiento de Liberación Nacional, que logró el objetivo histórico de triunfar por mayorías y no por minorías. Por ello mismo entiendo que, precisamente quienes hoy están en el gobierno e integran el parlamento por voluntad mayoritaria de la población, no deberían ni ahora ni nunca, irrespetar una decisión mayoritaria de la nación.
Mi opinión: Personalmente, considero que la ley 15.848 (de Caducidad) fue la más acertada de las medidas políticas que se pudo haber tomado, incluyendo también a la Ley de Amnistía, aprobada un año atrás, en 1985. Eran momentos en que –más allá de las siempre discutibles interpretaciones jurídicas y legales –se imponía un liderazgo y una solución política que pudiera encaminar al país sin demoras hacia una transición democrática y fundamentalmente pacífica, rescatando a la sociedad de la violencia, la radicalización y el odio existentes. Como siempre debería ser, el instrumento legal sirvió para lo único que puede servir: dar soporte y consistencia institucional a una decisión política imprescindible y oportuna en su momento. Y creo que los dirigentes de entonces –compartamos o no su afiliación política –dieron un verdadero ejemplo de liderazgo y madurez cívica, al servicio de la nación. Algo hoy día muy difícil de encontrar!
Reflexión: “Un jefe no es más que el reflejo del pueblo que dirige. Ahora bien, el pueblo necesita primero ser guiado para hacer la paz consigo mismo. El deseo del pueblo de vivir en fraternal armonía, acabará ineludiblemente reflejándose en la acción de sus jefes”. Mahatma Gandhi
Argenta
Abril,2011