¿Qué nos pasa a América Latina? (I)
Fidel: “El modelo cubano ya no funciona ni para
nosotros mismos”.
¿Sera por qué nos seguimos aferrando a recetas ideológicas que, prometiendo ofrecernos una vida mejor, nos han llevado a un empobrecimiento peor? ¿Será porque no dejan de extrañarme las arriesgadas e irresponsables decisiones en materia sanitaria del gobierno brasileño, siendo el hermano sudamericano económicamente mayor, y el segundo con mayor cantidad de muertos por la pandemia, y donde el más de un 50% de ciudadanos hoy piden su destitución? ¿Será porque nos alarmamos ante la temeraria crisis institucional sufrida por los bolivianos cuando, democráticamente decidieron no autorizar una nueva reelección de su líder indigenista porque, ignorando una consulta popular no quiso respetar la Constitución y obligó a un golpe de Estado, culpando luego a la OEA de sus desventuras?
¿Será por las nuevas
incertidumbres que despierta hoy la muy reñida elección – y la fuerte
polarización -de los peruanos, entre un ingenuo candidato maestro y socialista
y una polémica heredera y representante del ala más dura de su oposición? ¿Quién de ellos podrá interpretar los
reclamos tan particulares de una sociedad que aún no logra asimilar, aceptar y
entender, la inclusión, como nación?
¿Será porque las autoridades
de nuestros ricos y productivos hermanos mejicanos -más allá de sus históricos
conflictos existenciales -ahora, durante el evento por el 230 Aniversario del
Natalicio de Simón Bolívar, proponen la sustitución de la OEA, organismo que
nuclea a 35 Estados americanos, como muestra de empatía a una lamentable
complicidad ideológica con los países que más representan la decadencia de la
democracia latinoamericana? Y bajo la exhortación “mantengamos vivo el sueño
de Bolívar”. (¿¿ ¿?)
¿Será por la empecinada
actitud de nuestros hermanos argentinos que hoy, aferrados a sus errores
históricos de más de 50 años, con inflaciones del 50% y otro tanto de pobreza,
parecerían empeñados en ahondar suficientemente una grieta social que termine
hundiéndolos a todos en un precipicio? ¿No sería hora -y aunque bastante tarde
ya -que se enfocaran en aquel concepto de Einstein de “si buscas
resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”?
¿Será por los recientes movimientos
sociales de los cubanos, tras su dictadura de más de 60 años, exigiendo
alimentación, medicamentos, y fundamentalmente, “libertad”, y tras el
reconocimiento del propio Fidel Castro, retirado ya del mandato, en 2016, en
una conversación con el
periodista norteamericano Jeffrey Goldberg, de que “El modelo cubano ya no funciona ni
siquiera para nosotros mismos”. Ok;
¿y que se ha hecho al respecto?
¡Ahora, ante una crisis
socioeconómica agobiante, que mezcla y suma errores y horrores ideológicos y de
conducción política, y varios intentos de fallidas reformas económicas y
productivas nunca cumplidas en su profundidad, culpan una vez más de sus
desgracias al embargo norteamericano cuando en realidad han sido y son sus
gobernantes, los que nunca impulsaron ni permitieron el desarrollo productivo
de su nación!
¿Por qué sus socios
ideológicos, rusos y chinos, tanto a ellos como a Venezuela, en lugar de
venderles armas e hipotecar su producción petrolera y aurífera, nos les
enviaron tractores, y semillas, y fertilizantes, y técnicos, para desarrollar
una agricultura sustentable, y nuevas y modernas tecnologías para competir en
el nuevo mundo digital? ¿Y por qué, recién ahora, reconociendo la grave crisis
alimentaria y sanitaria cubana, Rusia resolvió enviar 88 toneladas de alimentos
y mascarillas quirúrgicas para seguir estirando el fracaso de quienes no han
sido capaces ni de alimentarse a sí mismos?
¿Por qué, ante el colapso de
la URSS, y sus ingentes ayudas económicas, no siguió el exitoso modelo de otro
huérfano de esta misma ayuda internacional, como Finlandia, quien hoy, pese a
su pequeñez demográfica -similar a Uruguay – está considerada dentro de los
países más desarrollados del mundo?
Finlandia y Cuba. Para quienes creían que los países más
desarrollados del mundo son Estados Unidos, Japón, China, o la India, la
sorpresa la dio Finlandia; un país joven, que obtuvo su independencia en 1906,
y que sufrió una grave crisis debido a la caída de su principal socio, la URSS
(ex–Unión Soviética) a finales de los años ´80. Lo mismo que le pasó a Cuba.
Porque la espectacular recuperación y crecimiento
de este país pequeño en extensión (338.000 km2, cubiertos en su mayor parte por
lagos) como también en población, 5 millones de habitantes, y siendo su
principal fuente de recursos primarios los bosques, fue lograda a pesar de sus
escasas riquezas naturales, sin tener opción a préstamos internacionales, ni
ayudas financieras externas de ningún tipo.
Y en poco más de una década, Finlandia se
encontraba en los primeros puestos en todo; tanto en los clásicos indicadores
de desarrollo humano (ingresos, equidad, empleo, salud, educación, oportunidad
de género, mantenimiento ambiental, etc.) como en desarrollo tecnológico,
competitividad, ejercicio institucional y ausencia de corrupción. Recordemos
que Finlandia ha sido considerada por
cuarta vez consecutiva, por el World Economic Forum, el país más competitivo
del mundo.
Otro modelo es posible. Quizá lo más sorprendente del modelo de Finlandia, es que
marca un punto de quiebre entre el tradicional enfrentamiento “capitalismo
versus socialismo”. Dentro de la inteligente planificación y cooperación del
sector privado con el público, destaca como caso emblemático la eficiente
interacción entre la empresa Nokia y el gobierno, para convertir a Finlandia en
una "sociedad de la información". Nokia, el gigante de las
comunicaciones inalámbricas, y la compañía más grande de Finlandia, comenzó
como una compañía industrial de pasta de celulosa y papel y, a partir de su
crisis, se transformó en una exitosa empresa de electrónicos y de desarrollo de
tecnologías de información y comunicación (TICs).
Un
error frecuente, y una miopía de graves consecuencias, es presumir que los
grandes problemas nacionales pueden ser resueltos unilateralmente, estimulando
la confrontación entre los diferentes sectores sociales o la exclusión de
alguno de ellos. De hecho, el modelo económico finlandés es capitalista, basado
en la libertad de mercado y en la iniciativa privada.
Finlandia y Uruguay. Yo me atrevo a sentirme orgulloso de lo que, en
este sentido, logró nuestro pequeño pero gran Uruguay. Un país con las mismas
limitaciones de Finlandia, con menos territorio y menos gente, que debió
reconvertirse desde país agrícola ganadero -quizá en esto teníamos algunas
ventajas – a país competitivo -optimizando las mejores técnicas y usos de los
pocos recursos naturales - hasta convertirse en ejemplo de productividad, e
incorporando las más desarrolladas tecnologías de la información y la
comunicación.
Y lo logró gracias al
sacrificio y la reconversión mental y productiva de nuestros empresarios,
políticos, sindicatos, instituciones y organizaciones sociales, no sin las
lógicas confrontaciones entre quienes deben defender sus derechos, pero
asumiendo también sus obligaciones.
Hoy, el pequeño Uruguay es tomado como ejemplo
entre tanta organización mundial que analiza el comportamiento de las variables
macroeconómicas, como también las sociales, quienes reconocen la seriedad y
viabilidad de los modelos adoptados. Y luego de las heridas sufridas y las
experiencias vividas, hoy Uruguay quiere seguir desafiando y apostando a las
nuevas formas de producción de bienes y servicios y a las nuevas tecnologías,
tomando siempre como objetivo existencial, la mayor inclusión entre nuestros
compatriotas.
Y porque, contraponiendo a
Fidel, “el modelo uruguayo funciona hasta para nosotros mismos”.
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