La gran traición a Simón Bolívar.
Más de una vez me he puesto a pensar qué podría sentir Bolívar (sí, el Libertador) si despertando en su tumba, en una de sus tantas exhumaciones y removidas (la última fue ordenada por Chávez en 2010) pusiera sus ojos sobre su amada Venezuela, hoy sumida en una de las peores crisis humanitarias mundiales. ¿Vergüenza, indignación, humillación, impotencia?
¿Vergüenza? Porque habiendo liberado a su país de
los españoles y mereciendo por ello el título de
Libertador de Venezuela, vería más tarde traicionados sus ideales por compatriotas,
quienes -en nombre de los “nuevos soldados de la revolución Bolivariana”,
entregarían vergonzosamente las inmensas riquezas venezolanas a quienes nunca
pudieron tomarlas por las armas. Cuánto se enorgullecía Bolívar de aquella
distinción que le otorgara la Municipalidad de Caracas el 14 de octubre de 1813:
«Libertador de Venezuela: el título más glorioso y satisfactorio para mí que
el cetro de todos los imperios de la Tierra...» diría él en aquel entonces.
¿Indignación?
Porque tras el show televisivo de más de 19 horas de quien, pretendiendo
convertirse en el nuevo libertador, y utilizando para ello la exhumación de sus
restos, comentó a través de su cuenta en Twitter: “Confieso que hemos
llorado, hemos jurado; les digo: tiene que ser Bolívar ese esqueleto glorioso,
pues puede sentirse su llamarada”. Y le entregó el país al máximo dictador cubano.
Y enriqueció a los rusos cambiando armas por miseria para su gente.
¿Humillación? Porque
teniendo las mayores riquezas naturales mundiales, hoy sus compatriotas se
mueren por hambre, por falta de nutrición suficiente, por falta de
medicamentos, por la acción impune de la delincuencia interna y la vergonzosa
complicidad externa, y huyen de su maravillosa tierra para ganar un mínimo
sustento con que alimentar a sus familias a través de sus esfuerzos y
habilidades en otros países hermanos.
¿Impotencia? Porque
utilizando su sagrado nombre y su ejemplar existencia, sus indignos sucesores le
rinden honores a quienes -por transformar a su país en un reducto de míseros
intereses ideológicos extranjeros fracasados – avergonzaron y empobrecieron a
una de las más ricas y hermosas naciones del universo, hasta convertirla en un
paria de la comunidad mundial.
Y porque aquel
que pretendiendo utilizar su memorable y dignificante ejemplo, aseguró “Maldito
sea el soldado que vuelva las armas contra su pueblo”, y siendo
que hoy los indignos de su herencia se mantienen en el poder gracias a ellas, a
sus torturas y a sus muertos, ignorando y burlando la voluntad de su pueblo. “Toda mi vida y por amor a un pueblo, la
dedicaré hasta el último segundo de ella, para la lucha por la democracia y el
respeto de los derechos humanos. Yo lo juro”, aseguraba el mesiánico
Chávez, quien desaparecería físicamente en 2013, dejándole los veinte años de
dictadura más destructivos, a la sociedad venezolana.
Destructivos,
porque engañó las esperanzas de quienes, necesitados de una verdadera
transformación en los valores humanos y los modelos productivos del país, creó una
ilusión y un sueño que dejó hondas huellas en quienes necesitaban creer en algo
distinto, y les pagó con peor de lo mismo. Destructivos, porque luego de su
frustrado golpe de Estado en 1992, y aceptando su derrota afirmando que sus
objetivos no se habían cumplido "por ahora", a partir de 1998, cuando
su pueblo cansado, desesperanzado, frustrado, y agobiado, por el fracaso de sus
referentes tradicionales le entregó su confianza en unas elecciones
presidenciales democráticas, le pagó con más de 20 años por delante para
empobrecerlo, para denigrarlo, para convertirlo en un paria de la comunidad
mundial, en manos de inescrupulosos e incompetentes.
¿A esto se
llamó Revolución? ¿Esto es socialismo? ¿Esto es izquierda? No; esto no es ni
socialismo, ni revolución, ni izquierda. ¡Simplemente es mierda! Porque sobre
esto alertó el sabio tutor y maestro del Libertador, Simón Rodríguez, cuando
afirmaba: «Alborotar a un pueblo por sorpresa, o seducirlo con promesas, es
fácil; constituirlo es muy difícil: por un motivo cualquiera se puede emprender
lo primero; en las medidas que se tomen para lo segundo se descubre si en el alboroto
o en la seducción hubo proyecto, y el proyecto es el que honra o deshonra los
procedimientos; donde no hay proyecto no hay mérito». ¿Y dónde estuvo y está
el proyecto bolivariano del Siglo XXI?
¿Inflaciones
de más de 1 millón por ciento? ¿Denigrar el bolívar, la moneda nacional por
excelencia, a menos valor que el papel higiénico? ¿Dolarizar la economía, luego
de haber satanizado el dólar, hasta el punto de que la gran mayoría del pueblo -ganando
2,5 dólares mensuales -no pueda comprar 1 litro de leche?
¿Dónde están
los empleos de calidad? ¿Dónde está la cacareada producción nacional? ¿Dónde ha
quedado la magnificencia petrolera que hoy no puede ni siquiera abastecer de
combustible el transporte de sus ciudadanos ni a la distribución de alimentos? ¡Vaya
revolución; vaya socialismo; vaya izquierdismo; que se sustenta en la pobreza
de los pueblos!
Esta nueva
experiencia revolucionaria, socialista y de izquierda, pasará, como tantas
otras. Sin duda será otra enorme decepción para los mejores sentimientos y
esperanzas que pudieron despertar el socialismo y los movimientos de izquierda.
Y fundamentalmente, una mancha indeleble para la magnífica historia de valor y
dignidad que les entregó Simón Bolívar, a los venezolanos. Porque sin duda fue,
y es, ¡la gran traición a Simón Bolívar!
Alberto
Rodríguez Genta
argentaster@gmail.com
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