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Thursday, September 30, 2021

 ¿Viva Chile, mierda..?


¡Viva Chilemierda!, es una expresión motivadora, utilizada en el país hermano para transmitir fuerza y patriotismo, y es algo completamente aceptado y utilizado por todo tipo de personas y medios de comunicación. Claro, que la palabra mierda, aislada, sigue siendo ofensiva. Por ello en algunas oportunidades hay quienes dicen que ciertos hechos confunden el significado.

Sin embargo, para que no se desvirtúe la expresión en desmedro del pueblo chileno, Antonio Caño, en EL PAIS, de España, asegura que Las cualidades del pueblo chileno son capaces, sin embargo, de resplandecer por encima de todas las dudas. El valor con el que combatieron la dictadura sólo es comparable al virtuosismo con el que la liquidaron. Su capacidad para conciliar razas, ideas y credos es un ejemplo y una garantía de su propio progreso”.

Y por ello es difícil entender los hechos ocurridos el sábado 24 de setiembre en Iquique, Chile, cuando los integrantes de una marcha antiinmigración caracterizada por violentos ataques contra una población compuesta principalmente por migrantes venezolanos que incluía niños y niñas, quemaron sus carpas, ropas, frazadas, juguetes, colchones, bicicletas infantiles, pañales, carritos de bebé y documentos, ardiendo todo en una gran pira.

Estos hermanos latinoamericanos pernoctaban en espacios públicos, a la espera de una solución a su situación migratoria. Pero el lema de la manifestación fue "ordenar la casa". Y esas pocas pertenencias, destruidas vandálicamente, eran la única posesión de unos maltratados hermanos que huyeron de su país dejando familias, seres queridos, y los restos de sus genuinos sueños destruidos, por una abyecta, indigna y corrupta dictadura. ¡Que más les podían quitar ahora?

Como era de esperarse, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, quien en febrero de 2019, en un acto en la ciudad colombiana de Cúcuta, fronteriza con Venezuela, prometió una "Visa de responsabilidad democrática" para venezolanos, condenó la "brutal agresión". Hecho que también fue condenado por UNICEF y ACNUR, y buena parte de la prensa mundial.

 Y extraña mucho, demasiado, que precisamente Chile, el país que junto a Uruguay y Argentina sufrió una de las más brutales dictaduras militares con todo tipo de abuso hacia sus derechos humanos, con presos, torturados, y desaparecidos, no sea capaz de sensibilizarse ante el clamor de solidaridad de otros hermanos que sufren los mismos abusos.

Desde 2014, casi 500.000 venezolanos se afincaron en Chile escapando de la crisis política y económica en su país. Crisis reconocida en su brutal represión, muertes y torturas, por los más respetados observadores internacionales, y las autoridades competentes de las Naciones Unidas (ONU) y aún del propio Tribunal Penal Internacional. Y es por ello que miles de venezolanos indocumentados cruzan la frontera entre Bolivia y Chile por pasos no habilitados en el inhóspito Altiplano, poniendo en riesgo sus vidas. Solo durante el último año, unos 11 migrantes han muerto al transitar esta ruta.


Es por ello también comprensible que el gobierno chileno endureciera este año su política migratoria, otrora solidaria y receptiva, en medio de una mayor hostilidad hacia los migrantes por parte de la población. Un comunicado firmado por 24 organizaciones sociales chilenas advirtió que "De continuar con las actuales políticas migratorias se seguirá complejizando la convivencia entre las comunidades locales y migrantes. Nadie quiere que se perpetúe un círculo de irregularidad, exclusión e incluso violencia (...) Es urgente un cambio de timón en las políticas del Gobierno".

Yo no juzgo ni pongo en duda las razones de los hermanos chilenos en cuanto a reclamar por sus espacios públicos abarrotados y su calidad de vida amenazada por una inmigración descontrolada. Tampoco dudo de la buena voluntad expresada por el presidente Piñera. Pero su gobierno solo concedió apenas el 21% de las 164.908 solicitadas hasta diciembre de 2020.

¿Faltó planificación? ¿Voluntad de implementación? ¿Se desbordaron las capacidades? ¿Se subestimaron las cantidades? No me atrevo a opinar; lo cierto es que el desalojo realizado en un operativo policial que incluso provocó el rechazo de las autoridades locales, supuso la expulsión de decenas de personas, mayoritariamente venezolanos y con muchos niños entre ellos, quienes desde entonces vagan por la ciudad buscando un nuevo lugar donde instalarse, ante la falta de ayuda del gobierno central. Y que ahora ni siquiera pueden contar con sus mínimos y legítimos enseres para protegerse, abrigarse, y descansar de sus múltiples adversidades.

“Lo que nos hicieron no se le hace a un ser humano”, decía entre lágrimas una venezolana a la que le incendiaron todo. “¡Nos quemaron todas las pertenencias, todo! ¡Los papeles, todo”! Sin embargo, Chile no es así. No lo representan estos irracionales excesos de indignación y de locura. De hecho, conozco una hermosa familia venezolana, vecina de la mía durante mis años en aquel país, que emigró legalmente a Chile cuando los primeros escarceos de la destrucción chavista, y que encontró allí su segundo hogar, y ha rehecho su vida.

Repito; puedo entender la preocupación de los hermanos chilenos por la indiscriminada y abusiva ocupación; pero creo que las dos partes pagaron su precio debido a una inexplicable falta de planificación y ejecución. Creo, además, que podrían haberse exigido -y con total legitimidad -otras medidas. Por ello no puedo entender la irracional violencia y la inhumana reacción xenófoba de estos hermanos chilenos, destruyendo los pocos y humildes enseres de seres humanos, hermanos, que se juegan la vida buscando simplemente, una vida mejor. ¡Eso es un derecho de todos quienes nos consideremos latinoamericanos!

Y de quienes, de alguna forma, hemos sufrido las más brutales y despiadadas dictaduras. Por eso creo que, en este caso, no hay nada como para glorificar el ¡Viva Chile, mierda!

 

Alberto Rodríguez Genta

argentaster@gmail.com

 

Nota: Como no podía ser de otra manera, el dictador Nicolás Maduro, en el colmo de su cinismo, aprovechó la ocasión para condenar el violento ataque a migrantes venezolanos y anunció un plan para repatriarlos de vuelta a su país. "A través de la cancillería, de inmediato, procedamos a un plan 'Vuelta a la patria' de todos los venezolanos y venezolanas que están en Iquique, Chile, perseguidos, atacados por la xenofobia de una derecha pinochetista", dijo en una alocución transmitida por la televisora estatal. "¡Esa es la derecha pinochetista, xenófoba, discriminatoria, que persigue a nuestros hermanos y hermanas!", vociferó.

Lo que no aclaró, fue que esos hermanos y hermanas venezolanos huyeron de su país perseguidos por una izquierda chavista, xenófoba, inepta y hambreadora, que no supo darles una vida digna dentro de su propio país -uno de los más ricos del mundo -ni respetar sus derechos humanos.  No creo que deseen volver.

 

 

 

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