¿Viva Chile, mierda..?
¡Viva Chile, mierda!, es una expresión motivadora, utilizada en el país hermano para transmitir fuerza y patriotismo, y es algo completamente aceptado y utilizado por todo tipo de personas y medios de comunicación. Claro, que la palabra mierda, aislada, sigue siendo ofensiva. Por ello en algunas oportunidades hay quienes dicen que ciertos hechos confunden el significado.
Sin embargo, para que no se desvirtúe la
expresión en desmedro del pueblo chileno, Antonio Caño, en EL PAIS, de España,
asegura que “Las cualidades del pueblo chileno son capaces, sin embargo, de
resplandecer por encima de todas las dudas. El valor con el que combatieron la
dictadura sólo es comparable al virtuosismo con el que la liquidaron. Su
capacidad para conciliar razas, ideas y credos es un ejemplo y una garantía de
su propio progreso”.
Y por ello es difícil
entender los hechos ocurridos el sábado 24 de setiembre en Iquique, Chile, cuando los integrantes de una marcha
antiinmigración caracterizada por violentos ataques contra una población compuesta
principalmente por migrantes venezolanos que incluía niños y niñas, quemaron
sus carpas, ropas, frazadas, juguetes, colchones, bicicletas infantiles, pañales,
carritos de bebé y documentos, ardiendo todo en una gran pira.
Estos
hermanos latinoamericanos pernoctaban en espacios públicos, a la espera de una
solución a su situación migratoria. Pero el lema de la manifestación fue
"ordenar la casa". Y esas pocas pertenencias, destruidas
vandálicamente, eran la única posesión de unos maltratados hermanos que huyeron
de su país dejando familias, seres queridos, y los restos de sus genuinos sueños
destruidos, por una abyecta, indigna y corrupta dictadura. ¡Que más les podían
quitar ahora?
Como era
de esperarse, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, quien en febrero de 2019, en un acto
en la ciudad colombiana de Cúcuta, fronteriza con Venezuela, prometió una
"Visa de responsabilidad democrática" para venezolanos, condenó la
"brutal agresión". Hecho que también fue condenado por UNICEF y ACNUR, y buena parte
de la prensa mundial.
Y extraña mucho, demasiado, que precisamente
Chile, el país que junto a Uruguay y Argentina sufrió una de las más brutales
dictaduras militares con todo tipo de abuso hacia sus derechos humanos, con
presos, torturados, y desaparecidos, no sea capaz de sensibilizarse ante el
clamor de solidaridad de otros hermanos que sufren los mismos abusos.
Desde
2014, casi 500.000 venezolanos se afincaron en Chile escapando
de la crisis política y económica en su país. Crisis reconocida en su brutal
represión, muertes y torturas, por los más respetados observadores
internacionales, y las autoridades competentes de las Naciones Unidas (ONU) y
aún del propio Tribunal Penal Internacional. Y es por ello que miles de
venezolanos indocumentados cruzan la frontera entre Bolivia y Chile por pasos
no habilitados en el inhóspito Altiplano, poniendo en riesgo sus vidas. Solo
durante el último año, unos 11 migrantes han muerto al transitar esta ruta.
Es por ello también comprensible que el gobierno chileno endureciera este año su política migratoria, otrora solidaria y receptiva, en medio de una mayor hostilidad hacia los migrantes por parte de la población. Un comunicado firmado por 24 organizaciones sociales chilenas advirtió que "De continuar con las actuales políticas migratorias se seguirá complejizando la convivencia entre las comunidades locales y migrantes. Nadie quiere que se perpetúe un círculo de irregularidad, exclusión e incluso violencia (...) Es urgente un cambio de timón en las políticas del Gobierno".
Yo no juzgo
ni pongo en duda las razones de los hermanos
chilenos en cuanto a reclamar por sus espacios públicos abarrotados y su
calidad de vida amenazada por una inmigración descontrolada. Tampoco dudo de la
buena voluntad expresada por el presidente Piñera. Pero su
gobierno solo concedió apenas el 21% de las 164.908 solicitadas hasta diciembre
de 2020.
¿Faltó
planificación? ¿Voluntad de implementación? ¿Se desbordaron las capacidades?
¿Se subestimaron las cantidades? No me atrevo a opinar; lo cierto es que el
desalojo realizado en un operativo policial que incluso provocó el rechazo de
las autoridades locales, supuso la expulsión de decenas de personas,
mayoritariamente venezolanos y con muchos niños entre ellos, quienes desde
entonces vagan por la ciudad buscando un nuevo lugar donde instalarse, ante la
falta de ayuda del gobierno central. Y que ahora ni siquiera pueden contar con sus
mínimos y legítimos enseres para protegerse, abrigarse, y descansar de sus
múltiples adversidades.
“Lo
que nos hicieron no se le hace a un ser humano”, decía
entre lágrimas una venezolana a la que le incendiaron todo. “¡Nos quemaron
todas las pertenencias, todo! ¡Los papeles, todo”! Sin embargo, Chile no es
así. No lo representan estos irracionales excesos de indignación y de locura.
De hecho, conozco una hermosa familia venezolana, vecina de la mía durante mis
años en aquel país, que emigró legalmente a Chile cuando los primeros escarceos
de la destrucción chavista, y que encontró allí su segundo hogar, y ha rehecho
su vida.
Repito;
puedo entender la preocupación de los hermanos chilenos por la indiscriminada y
abusiva ocupación; pero creo que las dos partes pagaron su precio debido a una inexplicable
falta de planificación y ejecución. Creo, además, que podrían haberse exigido
-y con total legitimidad -otras medidas. Por ello no puedo entender la
irracional violencia y la inhumana reacción xenófoba de estos hermanos
chilenos, destruyendo los pocos y humildes enseres de seres humanos, hermanos, que
se juegan la vida buscando simplemente, una vida mejor. ¡Eso es un derecho de
todos quienes nos consideremos latinoamericanos!
Y de
quienes, de alguna forma, hemos sufrido las más brutales y despiadadas
dictaduras. Por eso creo que, en este caso, no hay nada como para glorificar el
¡Viva Chile, mierda!
Alberto
Rodríguez Genta
argentaster@gmail.com
Nota: Como no podía ser de otra manera, el dictador
Nicolás Maduro, en el colmo de su cinismo, aprovechó la ocasión para condenar
el violento ataque a migrantes venezolanos y anunció un plan para
repatriarlos de vuelta a su país. "A través de la cancillería, de
inmediato, procedamos a un plan 'Vuelta a la patria' de todos los venezolanos y
venezolanas que están en Iquique, Chile, perseguidos, atacados por la xenofobia
de una derecha pinochetista", dijo en una alocución transmitida por la
televisora estatal. "¡Esa es la derecha pinochetista, xenófoba,
discriminatoria, que persigue a nuestros hermanos y hermanas!", vociferó.
Lo que no aclaró,
fue que esos hermanos y hermanas venezolanos huyeron de su país perseguidos por
una izquierda chavista, xenófoba, inepta y hambreadora, que no supo darles una
vida digna dentro de su propio país -uno de los más ricos del mundo -ni
respetar sus derechos humanos. No creo
que deseen volver.
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