Entre indignados e indignos.( II)
En mi artículo anterior les prometí analizar más en detalle la fórmula, método, o sistema, que tenemos los uruguayos para hacer frente a los problemas originados por la violencia y la delincuencia. La cosa es así: Cuando la sensación térmica ciudadana se eleva debido a una acumulación de hechos violentos, mezcla de violencia doméstica /brutalidad ciudadana/ delincuencia organizada y de la otra, etc., etc., nuestra receta es infalible: pedimos la remoción del Ministro del Interior. Y es que nos es mucho más fácil, en lugar de complicarnos analizando los orígenes y los por qué de esas actitudes violentas de nuestra sociedad, hacer lo que hacen los hechiceros africanos: agarramos un muñeco, le clavamos los alfileres de nuestra intolerancia en un verdadero rito de exorcismo para liberarnos de cualquier posible culpa o ingerencia en el asunto, y una vez que hemos elevado al máximo nuestro paroxismo, lo echamos en la hoguera para deshacernos de él. Pura magia negra, pues. ¡Y cómo funciona..!
Sirve tanto para tomar distancia del caso de un tío que viola y mata a su sobrina y la entierra en un aljibe, o la del sobrino que destrozó a palos a su abuela y la enterró en el fondo de la casa, como para la brutalidad del tipo que no se resigna a perder los favores de su “posesión” femenina y apuñala y mata a sus hijos pequeños, a la mujer y al perro, y luego decide que para conservar la unidad él también debe ser una víctima más de su propia insanía. Ni que hablar que también surte efectos en casos de vecinos feriantes que, por disputarse unos centímetros del espacio concedido por la autoridad, sin gastos en reclamación de procesos sempiternos, deciden por las armas quien se queda y quien se va, mandando a dos al infierno. Y es especialmente recomendado para los casos más comunes: un adicto que simplemente por ganas de joder decide descargar su resentimiento incendiándole el rancho de cuatro latas donde sobrevive una pobre y joven mujer con sus tres hijos, o aquellos que todos los días pergeñan alguna joda para asaltar algún remisero, algún taxista, comerciante, chofer de ómnibus, o simplemente una digna señora que transita por la calle.
Y si; este es el Uruguay y su violencia.. Y toda esta mezcla de desaciertos la metemos en un gran saco que con el rótulo “Seguridad ciudadana” y lo mandamos al Ministerio del Interior.
Y como este año 2012 entró duro mostrando la barbarie uruguaya hasta el hueso en 17 homicidios en las primeras semanas, ya los hechiceros maestros de la política mayor comenzaron a hacer sonar los tambores preparando la danza del ritual de la quema del muñeco de turno. Esta vez, como ellos saben que en la realidad es un tipo de cierta valía, hay que rociarlo y punzarlo muy bien. Entre los especialistas de esta forma de acupuntura, se encuentran los integrantes del partido de oposición que menos votos sacó en la última elección nacional, entre los tres mayoritarios. Se explica pues; todo tiene una explicación. Primero agitaron la maraca a través de un senador que reclamó –como solución magistral – la destitución del Ministro del Interior. Luego, el principal de ese partido expresó públicamente que la gestión del Ministro ha sido muy mala, pero, como un senador del otro partido de oposición dijo que este ministro era el mejor de cuantos hubo en el partido que está en el gobierno, terminó diciendo que es tan malo como los anteriores, ni mejor ni peor, tan malo. Al final, plantearon la convocatoria a sala del fulano ministro al parlamento, para ver que lo pueden hacer decir a fin de luego atacarlo más.
En realidad, por más que las cifras puedan haber fluctuado en un poco más en algunos delitos y un poco menos en otros, el tema de la violencia y el de la delincuencia, no es nada nuevo en el Uruguay. Recuerdo que en los años 90, y justo antes de irme a Venezuela, estaba de moda el asalto y asesinato de taxistas. Los mataban como a moscas. Basta leer la página web Taxilibre.com (año 2000) que todavía existe. En su momento, y refiriéndose a estos hechos, el director de Tránsito de la Intendencia Municipal de Montevideo, Felipe Martín, recordaba que a comienzos de la década del 90 los robos con violencia a los taxímetros recrudecieron, dejando como consecuencia varios trabajadores asesinados por lo que se debió crear una comisión sextupartita, presidida por la Jefatura de Montevideo. "En ese momento" –sostuvo el jerarca- "ya era obligatorio el uso de la luz azul y el cofre de seguridad. La comisión manejó distintas opciones como la obligatoriedad de la radio. La falta de seguridad hizo que el Ministerio del Interior laudara para la implementación de la mampara y afortunadamente, desde ese momento, no hemos tenido que lamentar la muerte de ningún trabajador". Según Martín, “el principal obstáculo es que, hasta el momento, no se ha encontrado medidas paliativas ante el crecimiento de la violencia registrado en los últimos tiempos”.
Más recientemente, durante los meses de octubre y noviembre del 2008, nuevamente subió la “sensación térmica” ciudadana, cuando concurrieron en Uruguay cinco episodios de legítima defensa de comerciantes que balearon a rapiñeros. Cuatro delincuentes resultaron muertos. Según declaraba el Observatorio del Ministerio del Interior, en el último año la rapiña es el delito que más ha crecido: 5.210 en el primer semestre de este año, contra 4.883 de igual período de 2007. Según fuentes policiales, a su vez, en Uruguay hay unas 570 mil armas legales y otras 600 mil ilegales, la mayoría en manos de delincuentes. Sin duda mucho, para un país con poco más de tres millones de habitantes. Un parlamentario advertía que es peligroso instigar a los ciudadanos a que se armen, y uno más, citó que en Brasil hay un arma de fuego cada 30 habitantes; en Estados Unidos, la relación es de 1 por cada ocho personas, y en Uruguay, es un arma por cada tres ciudadanos. "Estamos más armados que países en guerra" –afirmó. Destacó que en Uruguay ocurren unos 200 homicidios y 600 suicidios al año, lo cual desnuda otra crisis de la sociedad uruguaya.
Como les mencioné en el artículo anterior, y ante una serie de protestas violentas ocurridas durante agosto del 2011 en Londres, David Cameron reconoció que "Los problemas sociales que nos han gangrenado durante décadas nos han estallado en la cara", se comprometió a hacer frente al “colapso moral” de la sociedad británica, y a "reparar" esta "sociedad rota" con una revisión de las políticas relativas a la familia, las escuelas, las prestaciones sociales o las adicciones, después de que niños de sólo once años fueran detenidos durante los actos de violencia. A su vez, cables desde Londres, informaban que Cameron está siendo criticado por la Scotland Yard por haber contratado al "super policía" neoyorquino Bill Bratton, exjefe de Policía de Nueva York, Boston y Los Angeles para ayudar a aplicar la doctrina de la "tolerancia cero", tras los disturbios más violentos en años. Esta decisión -aclaraba el cable -provocó descontento en la Policía (nada menos que la famosa Scotland Yard..) y varios funcionarios policiales la cuestionaron públicamente.
También aquí, en Uruguay, escuché voces recientemente ensalzando la labor de Bratton en el Metro de Nueva York y rememorando la teoría de “Las ventanas rotas” como panegírico de la eficiencia a imitar. Me permito agregar que tuve la oportunidad de conocer personalmente a Bratton durante mi estadía en Venezuela, quien también fue contratado por el Alcalde Metropolitano, Alfredo Peña, de aquel país, cuyo reinado fue muy breve a pesar de su amistad con el presidente electo..
Dentro de este contexto, es paradójico observar como en una sociedad como la uruguaya, cuyos policías siempre han sido tratados despectivamente como “milicos” o ciudadanos de tercera, con presupuestos insuficientes y remuneraciones vergonzantes, muestre los más bajos niveles de homicidios a nivel mundial, y una muy alta eficiencia policial. Según datos del informe “Calidad de Vida: Más allá de los hechos” del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), (11/05/2010) “Uruguay es el país de América Latina con menor tasa de homicidios de la región: 5 homicidios cada 100.000 habitantes, mientras que la de Latinoamérica es de 25,6; la de Suramérica es de 26, y la de Colombia, en el otro extremo, se sitúa en 79,7, mientras que la de Europa es de 8,9. A su vez, y he aquí la paradoja, Uruguay es el sitio donde más proporción de la población (62%) está disconforme y preocupada por la seguridad pública.
Mi opinión. Yo me permito invitar a los parlamentarios uruguayos convertidos en hechiceros de turno, a asumir en serio su responsabilidad como representantes de los ciudadanos del país. El Primer Ministro Cameron tuvo la audacia y el coraje de aceptar los errores y omisiones de la dirigencia política de su país, y en lugar de lanzar descalificaciones y acusaciones a troche y moche, se comprometió a hacer frente al colapso moral de su nación y a reparar la “sociedad rota” producto de décadas de mirar para otro lado.
Por otro lado, lo más absurdo de esta vieja táctica de solicitar la renuncia del Ministro del Interior, es que ello, más allá del pantallazo del show mediático e inmediato para un candidato, significa un triunfo para la delincuencia, más que una ganancia para la población. Además de motivo de desmotivación y confusión para los cuerpos policiales, y los ciudadanos en general. El tema de la inseguridad debe ser tratado como un gran tema nacional de Estado, y no como argumento para mediocres rencillas y pases de factura a partidos políticos o a gobiernos de turno.
En todo caso, no tratemos de descargar en el Ministerio del Interior y en nuestros policías la responsabilidad moral de “reparar sociedades rotas” producto de un “colapso moral”, a lo cual se refería David Cameron. Porque en el fondo, hasta el propio Cameron sabe -al igual que nuestros parlamentarios y la sociedad toda -que esto no se arregla con “Súper policías”, sino con mejores políticas sociales. Con el agravante de que frente a estas “incoherencias” políticas, los policías pasan a ser los rehenes de los conflictos sociales, la ineficiencia estatal, y la frustración social. Les pagamos como a un ciudadano de tercera, pero les exigimos un desempeño de primera. Les exigimos que sean autoridad moral, judicial, y social. Los defensores de unos, y los victimarios de otros. Que reciclen la basura social y nos protejan de los abusadores, los corruptos, y los depredadores. Que actúen allí, donde la sociedad no logra ponerse de acuerdo. Donde todos abusan, pero nadie es culpable. La Policía disuade y reprime; pero la tarea de la prevención, la educación y la vigilancia de los valores sociales, corresponde al Estado y a las familias, con el apoyo decidido de toda la sociedad. Y también a los representantes de la oposición, cualquiera sea el gobierno de turno.
El tema ya está muy manido.. ¿Qué haremos de aquí en más? ¿Seguiremos pidiendo la renuncia de los Ministros del Interior, cualquiera sea su afiliación política? ¿Intentaremos contratar a William Bratton, si es que está disponible? ¿O nos atrevemos a enseriarnos como sociedad responsable, todos?
Argenta
Enero, 2012
“La policía es el último recurso; cuando todas las demás instituciones han fallado –la familia, la iglesia, las escuelas, el Estado –la gente recurre a la policía; pero la solución no está en nosotros”. (Marina Maggessi, Jefe de la Policía Antinarcóticos de Río de Janeiro, Brasil).
Recomiendo visitar: http://la-tercera-opinion.blogspot.com/2011_09_01_archive.html
¿“Súper policías o milicos de tercera”?
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