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Tuesday, October 18, 2011

Steve Jobs marcó la diferencia.

Sin más genes que un ratón.
Sorprendentemente, las investigaciones confirmadas a comienzos de este nuevo siglo sobre el código genético completo de los seres humanos, a lo cual algunos llaman el libro de la vida, nos muestran que todos los seres humanos –aún los más encumbrados -tenemos la misma cantidad de genes: 30.000. Lo curioso es que los ratones también. Y que la diferencia entre unos y otros y cada uno de nosotros es apenas del 0.001 por ciento, debido a que de los 3.000 millones de letras que tenemos dentro de cada célula, solamente codifica el tres por ciento. Absolutamente mínima, ¿verdad?

Pero hay seres humanos que se las han ingeniado para potenciar esa diferencia. Y Steve Jobs fue, sin duda, uno de ellos. Comenzando porque su propia existencia estuvo marcada, desde los inicios, por una anomalía muy particular, al ser el producto de una relación entre dos jóvenes estudiantes universitarios: un padre inmigrante sirio y una estudiante norteamericana de ascendencia suiza y alemana, y derivando en el hecho de que su madre decidiera darlo en adopción a una pareja de clase media (Paul y Clara Jobs (Hagopian) de origen armenio, con el condicionante de que el niño tuviera una preparación universitaria. Lo cual más allá de la buena intención de su madre biológica y la mejor predisposición de sus padres adoptivos, Steve manejó a su real entender, asistiendo solo a aquellos cursos que él consideraba de su mayor conveniencia. Al parecer, las motivaciones económicas que orienta el sistema hacia el éxito personal, acumulando títulos y colgando diplomas, no encendieron sus neuronas.


Millonario, despedido, y reconocido.
Pero analicemos más allá hasta dónde, y cómo, Steve fue capaz de marcar su diferencia, pese a los obstáculos y las dificultades. Como resultado de su interés por la electrónica, se unió al Hewlett-Packard Explorer Club, donde ingenieros de Hewlett-Packard –otra empresa creada en un garaje -mostraban a los jóvenes sus nuevos productos. Y fue allí donde vio su primera computadora, a la edad de 12 años, comprendiendo de inmediato que él quería ser parte de aquel mundo. Posteriormente, asistiendo a charlas de Hewlett –Packard, y dado su evidente interés, William le ofreció realizar unas prácticas de verano en su empresa. Sería entonces contratado como empleado temporal conociendo allí a Steve Wozniak, con quien en 1976, a los 20 años de edad, funda Apple Inc., nacida en el garaje de su casa.

También sería, por un buen tiempo, su presidente ejecutivo. Aupado por sus primeros éxitos, la Apple II y el Macintosh, Steve adquirió gran relevancia pública, siendo portada de Time, en 1981. Contaba con 26 años cuando ya era millonario gracias a la exitosa salida a bolsa de la compañía a finales del año anterior. Curiosamente, luego de graves problemas con la cúpula directiva de la Apple Computer que él fundó, hasta el punto de ser despedido en 1985 - precisamente por un socio estratégico que él mismo seleccionó - ese mismo año recibía la Medalla Nacional de Tecnología, de manos del presidente Ronald Reagan. Iniciaría entonces un período que él mismo describiría más tarde como el más creativo de su vida. Con muy poco dinero Fundó NeXT Computer, logrando que muy pronto el multimillonario Ross Perot hiciera una importante inversión en su empresa, y cinco años más tarde produjo las primeras terminales informáticas NeXT. A finales de los años 80, su visión lo llevó a comprar y transformar una empresa adquirida a Lucas film, en Pixar, la cual revolucionó la industria de la animación con el lanzamiento de la película para niños Toy Story. La integración de esta compañía en Disney, en 2006, lo convertiría en el mayor accionista individual de este gigante del entretenimiento.

Cuando Steve Jobs volvió a Apple, en 1997, la supervivencia de la empresa estaba seriamente comprometida, por lo cual procedió a transformar radicalmente aquella fábrica de ordenadores que se estaba quedando obsoleta, orientándola en una dirección nueva y muy exitosa. Hay pocos ejemplos en el mundo, de un cambio de paradigmas tan acertado.

El legado de Steve Jobs.
Cuando apenas hace 10 años se presentó el iPod, el revolucionario dispositivo para escuchar música en formato mp3, nadie se imaginaba que se venderían más de 300 millones en todo el mundo. Menos Apple que hasta ese momento era una compañía más bien “de culto” orientada a diseñar productos de calidad para publicistas y artistas. Actualmente sus computadoras Mac son utilizadas por 60 millones de personas en todo el mundo. Con el iPod vino iTunes, que revolucionó el negocio de la venta de música online. Hoy es la tienda número 1 de compras en línea en el mundo con más de 16.000 millones de canciones bajadas. Luego llegó el iPhone, que ya va por su cuarta generación y según los expertos, en breve será el teléfono inteligente más vendido de la historia. Sólo en un trimestre se venden 20 millones de unidades en todo el mundo. Las MacBook Pro y la MacBook Air son las computadoras portátiles que más se venden en Estados Unidos; en cinco años, Mac está llegando a 60 millones de usuarios. Hay más de medio millón de aplicaciones en la App Store de Apple, 140.000 de las cuales están hechas para el iPad. Se llevan bajadas más de 18.000 millones de aplicaciones, a razón de más de 1.000 millones por mes.

Steve Jobs convirtió a Apple en un gigante de US$ 350.000 millones. En el año de su muerte, a sus 56 años de edad, su fortuna se valoraba en 8.300 millones de dólares, y ocupaba el puesto 110 en la lista de grandes fortunas de la revista Forbes. Quizá nadie mejor que Steve hizo suyo aquel gran concepto innovador de Sony: “Cree productos y servicios que puedan parecer extraños para los consumidores. No se limite a dar a los consumidores lo que desean en el presente; cree deseos de productos nuevos, servicios nuevos, cosas que tal vez nunca han imaginado que sean posibles”.

El legado empresarial de Steve Jobs en su infinita capacidad de creación e innovación se caracteriza por dejarnos una diversidad de productos de amplia aplicación, satisfaciendo desde las necesidades más sofisticadas hasta las de más masiva aceptación. Pero su mayor legado personal, es el ejemplo de tenacidad, convicción, ansias de superación y actitud hacia la vida y las ganas de vivirla –al decir de Santa Teresa de Jesús – “de tal suerte, que viva quede en la muerte”.

No todo fue romántico –reconoce en su famoso discurso ante los estudiantes de Stanford, rememorando su propia época de estudiante universitario -No tenía dormitorio, dormía en el piso de los dormitorios de amigos, llevaba botellas de Coca Cola a los depósitos de 5 centavos para comprar comida y caminaba 11 kilómetros, cruzando la ciudad todos los domingos en la noche para conseguir una buena comida a la semana en el templo Hare Krishna. Me encantaba. La mayor parte de las cosas con que tropecé siguiendo mi curiosidad e intuición resultaron ser inestimables posteriormente”. Pero Steve venció al romanticismo de la misma forma que a las dificultades y las limitaciones. Se me da por pensar ¿por qué no? que la muerte se lo llevó, porque en vida no podía vencerlo..

Argenta
Octubre, 2011

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