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Tuesday, June 12, 2007

Con olor a Comunismo.

La no renovación del permiso del canal televisivo RCTV fue apenas el detonante de una serie de reacciones –esta vez por parte de los estudiantes –por demás previsibles. Y es que el problema está mucho más allá de la salida del aire del canal opositor. Primero, hay que ubicarlo en la forma en que se llevó a cabo, y luego en el entorno de una serie de anuncios y hechos gubernamentales, de tremendo impacto para la población. Porque la reacción de los estudiantes no es ni más ni menos, que una extensión de la reacción de una buena parte de la sociedad venezolana.

Además de un grueso error de antelación en el anuncio de la no renovación, lo cual dio tiempo y lugar a todo tipo de conjeturas, elucubraciones, manifestaciones y expectativas, que no fueron satisfechas con una alternativa creíble para buena parte de la población, el anuncio de los cinco motores constituyentes del Presidente, con la creación de un Estado Socialista, la socialización de los medios de producción privados, la puesta en entredicho de la propiedad privada, una nueva y controvertida ley de educación y, fundamentalmente, una Ley Habilitante para modificar otra vez la Constitución permitiendo la reelección presidencial indefinida, más la creación de un partido único socialista con la consigna de “patria, socialismo o muerte”, la recluta de ¡1 millón de reservistas! para defender la revolución, y la conformación de miles de batallones y escuadrones seguidores del Presidente, es un nuevo paradigma muy difícil de asimilar. ¡Y es que todo el sistema político, social, económico, cultural, y hasta territorial - que hasta ayer configuraba el basamento estructural de la nación - está siendo arrasado por la aplanadora de la revolución! Y eso más que a Socialismo, huele a Comunismo.!

Para tratar de entender los temores de muchos venezolanos ante tal cúmulo de cambios, baste recordar lo que nos dice Joel Barker en su reconocido libro “Paradigmas”: “Aquellas personas que ingresan a los nuevos paradigmas deben ser muy valientes para mantener el desafío, pues los nuevos paradigmas no ofrecen suficientes evidencias comprobadas para que ellos deban cambiar”.

Si a esta falta de evidencias comprobadas le agregamos las frecuentes visitas, ayudas, menciones, saludos, atenciones, reconocimientos y reblandecimientos del Presidente Venezolano ante su homólogo Cubano - declarado abiertamente marxista –leninista dos años después de afirmar todo lo contrario - el resultado ha sido que los anuncios del Presidente se mimetizaron con el modelo llamado “Castro-comunista”, entrando en frontal colisión con los principios y valores que, aunque distorsionados y menguados, buena parte de los venezolanos no están dispuestos a cambiar.

El Presidente ha acusado ahora a los estudiantes de “peones del imperialismo y de lacayos”, agregándolos a su larga lista de enemigos de la revolución, y extendiendo cada día más las permanentes descalificaciones hacia cualquier persona que no este de acuerdo con la unicidad de sus ideas, así sean compañeros políticos, curas, empresarios, mandatarios de otros países, representantes de instituciones internacionales, congresistas de países vecinos, opositores, etc. etc. El algún momento, incluso, ha llegado a afirmar que quien no este a favor de su revolución, está contra él! Cuánta similitud con las mesiánicas expresiones de su odiado par norteamericano, quien en pleno debate sobre la guerra contra Iraq, expresaba: “Quien no esta conmigo, está contra mí”. “Nosotros somos el bien…”, etc.etc.

Pero el Presidente Venezolano llegó a erigirse, en su momento, como un verdadero líder capaz de introducir los profundos e imprescindibles cambios que su país reclamaba, y más allá, como una punta de lanza capaz de sacudir la modorra de una Sudamérica sumida en sus míseras luchas intestinas, instándola a asumir el postergado cambio de paradigma que le permitiera enfrentarse, con dignidad y coraje, pero con la ubicuidad necesaria, a quienes por décadas, la trataron como su patio trasero.

La conjunción de la llegada al poder de otros presidentes con similares concepciones izquierdistas o socialistas, y con similares necesidades energéticas y financieras, abonó el terreno para que las reclamadas reivindicaciones sociales de la región pudieran –con el apoyo de los petrodólares venezolanos -comenzar a vislumbrarse como posibles. Comenzaron a abrirse entonces las ventanas enmohecidas de la inclusión, chirriando sobre las bisagras oxidadas que se rebelaban al cambio de posición. Debía ser, más que nada eso: un cambio de posición, más no otro proceso de exclusión. Algunos presidentes, han sido cuidadosos en el nuevo modelo de inclusión, exigiendo y comprometiendo, esta vez, a quienes había que verdaderamente comprometer y exigir, pero respetando aquellos valores básicos sobre los cuales todos puedan coincidir, y con los cuales todos puedan convivir.

Así lo hizo Kirchner en Argentina, frenando las apetencias golosas del capitalismo -exacerbado siempre por las mayores ganancias sin mirar el rostro humano de la necesidad social - obligándolo a compartir el esfuerzo. Así también lo está haciendo Lula, en Brasil, repartiendo beneficios a una población a la cual –además de beneficiar hay que enseñar a pescar para ganarse el pescado del mañana - y comprometiendo al sector privado en una de las mayores inversiones en infraestructura y servicios de su historia. También así lo está haciendo Tabaré Vázquez, en Uruguay, con la anuencia de los ayer temidos Tupamaros, pero sin renunciar al esfuerzo privado, y Bachetet en Chile, otro gobierno de corte socialista. Y es que no se trata de destruir; ni se trata de excluir. Se trata de aplicar la Responsabilidad Social Empresarial –pública y privada -para construir al mejor estilo japonés, poniendo los esfuerzos en lo que hay que mejorar, sin perder el tiempo en la discusión de lo que hay que descalificar.

Sin embargo, el Presidente Venezolano escuchó el mensaje equivocado, y eligió el modelo menos indicado. Teniendo a su favor todas las potestades, y gobernando de habilitante en habilitante, no ha tenido ni la paciencia ni la sapiencia para hacer de los cambios propuestos una relación ganar-ganar, partiendo de la herencia de un mal negocio para todos - como lo fue la exclusión de más de un 80% de la población que apenas podía comprar lo mínimo para su supervivencia - y que ni el más elemental principio de mercadeo era capaz de sostener. Era un modelo “perder-perder”. Lo que se imponía, pues, era encontrar respuestas que impulsaran la productividad nacional, comprometiendo al sector empresarial, y generando empleos de calidad que permitieran ir ampliando la base de consumidores, y retroalimentando un creciente estado de progreso y bienestar para la sociedad.

Sería simplista afirmar que todas las culpas han sido del Presidente; hubo una nueva y tremenda omisión de sus responsabilidades por parte de quienes lo adversaron desde siempre, sin presentar propuestas unificadoras que alentaran que otro modelo si era posible. Sus opositores se confundieron y atemorizaron pensando en lo que podían perder, en lugar de plantearse lo que podían ganar. El miedo al cambio les hizo olvidar que el modelo existente ya les había dado una clara muestra de su inviabilidad, cuando, a mediados de los años 90, produjo una crisis bancaria que arrasó con miles de industrias y destrozó los cimientos de la economía venezolana. Pero claro; esa es la forma “democrática” de la “expropiación”..!

Como resultado, el país se ha confundido una vez más en el bochinche, cuyo único mensaje ha sido remover al mandatario nacional, a como de lugar. Pero como el único que ha dirigido sus esfuerzos y los petrodólares a paliar el “hambre” -que en sus distintas manifestaciones produjo la exclusión - ha sido él, él se ha llevado los laureles y los votos.
Lo verdaderamente peligroso de todo esto, no es tanto que el Presiente Venezolano pretenda implantar un “Socialismo Siglo XXI” –el cual en última instancia y como lo demuestran las opciones de los gobiernos ya mencionados –podría convivir inteligentemente con un sistema de libre empresa capitalista, monitoreado en su contribución a la Responsabilidad Social; un gran tema que hoy acapara la atención mundial. El peligro está en repetir los ejemplos de su tutor, el líder cubano - quien en 1959 proclamaba a voz en cuello que no era comunista y que en Cuba no había amenazas comunistas – para cambiar radicalmente el discurso dos años más tarde, luego de asegurarse el apoyo ruso, confesando abiertamente que era marxista -leninista y que lo sería hasta el último día de su vida. Y eso, a mi entender, no es ni mas ni menos que Comunismo. Y Comunismo no es ni más ni menos que totalitarismo, y eso significa obedecer los mandatos de un líder único con un único pensamiento, sin contar con el derecho a la disidencia.

Si bien es cierto que hoy no somos tan infantiles como para asustarnos con el cuco de los tanques rusos pasando por encima de los cadáveres, que nos mostraba la ultra-derecha uruguaya en las campañas para las elecciones presidenciales de los años 60 y 70, lo cierto es que ni Rusia ni Cuba constituyen para nosotros, una referencia de calidad de vida mayormente atractiva. Personalmente, al par que reconozco los errores y excesos del sistema capitalista, no puedo ignorar que todos los adelantes y el progreso de la humanidad en sus múltiples manifestaciones, han venido de la mano de los emprendedores libres y de las empresas que se han rodeado de los mas inteligentes innovadores.

América Latina está viviendo hoy, un momento particularmente especial; un momento de transformaciones y oportunidades tratando de cumplir con su enorme deuda social. La unión es más necesaria que nunca, y para ello, los países deberán encontrar fórmulas de comprensión y entendimiento respetando las diversidades y centrándose en los grandes temas que los unen - que curiosamente son los mismos que los han separado -evitando los mesianismos que han llevado a fracasos anteriores. En este contexto, el Presidente Venezolano conlleva el peligro de que su país quede aislado, por personalizar un modelo que mas tarde o mas temprano su sociedad rechazará. Los venezolanos –aún los que lo apoyan hoy –no aceptarán un modelo comunista que allí donde se ha implantado solo ha generado frustración y pobreza, y que quienes lo han adoptado, hoy lo abandonan para que sus sociedades puedan progresar. El gran peligro está, en todo caso, en que al aceptar jubilosamente las prebendas del presente, estemos aceptando también una hipoteca sobre el futuro.

Argenta Junio, 2007

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