La devaluación..de la política.
Tratar de poner en duda y desprestigiar a las institucionales estatales encargadas de organizar, velar y controlar, el voto democrático de los ciudadanos para elegir sus máximas autoridades, es estar presagiando ya la derrota de quien lo intenta. Y los ejemplos, son más que evidentes.
Cuando Trump, en estados Unidos,
se dio cuenta de que iba a perder las elecciones contra Biden, inventó,
vergonzosamente, acusar, desprestigiar, y descalificar, a la Corte Electoral de
aquel país, inventando conspiraciones y desvíos, y alentando a sus fans a
desconocer los resultados.
Según relata en su web, France 24
(13.07.22) “el Comité de Supervisión del Congreso que investiga el asalto
al Capitolio estadounidense del 6 de enero de 2021 probó que el
expresidente Trump "no fue manipulado" y que sus tuits
publicados previos a la insurrección, así como una reunión, hasta ahora
desconocida, en diciembre de 2020, fueron partes de "un plan
homicida" que azuzaron a la turba que irrumpió en el Capitolio. Estas
fueron algunas de las revelaciones de la séptima audiencia que se
adelantó este martes en Washington”. Un peligroso momento donde, tras dos
siglos de continuidad institucional, ésta estuvo a punto de romperse.
Hoy, también en nuestra hermana
república de Brasil, el presidente Jair Bolsonaro viene regando gasolina desde
hace unos meses, sabiendo que su mayor contrincante y adversario, Lula da
Silva, le lleva varios puntos de ventaja, y muy probablemente perderá las
elecciones. Por ello arremetió este lunes (AFP 18.07.2022) en una reunión con
embajadores de distintos países europeos, contra la justicia electoral, a la
que acusa de no querer transparencia en las elecciones presidenciales, y
cuestionó sin pruebas la supuesta vulnerabilidad de las urnas electrónicas.
En varias ocasiones Bolsonaro ha
dicho, sin ofrecer pruebas, que hubo fraude en las elecciones de 2014 y en la
de 2018, donde el mandatario alega que habría sido electo en primera vuelta. Algunos analistas evalúan que la postura de Bolsonaro es
parte de una estrategia para no reconocer una eventual derrota y afectar el
proceso electoral. "Queremos corregir fallas, queremos transparencia,
democracia de verdad. “Estoy siendo acusado de golpe todo el tiempo (...) estoy
cuestionando antes porque tenemos tiempo de resolver el problema, con la propia
participación de las Fuerzas Armadas", dijo el mandatario, advirtiendo
veladamente, sobre una peligrosa participación de las FA brasileñas.
Y nuestra hermana, Argentina, no
se queda atrás. Viendo que el cerco judicial se estrecha peligrosamente sobre
sus procesamientos de corrupción, y desvíos de los dineros públicos en obras de
vialidad y otras, ha comenzado a disparar abiertamente sus cañones populistas
hacia los miembros de la Corte Suprema de Justicia (Bolsonaro dixit). Y
sobre esta base es muy probable que, luego, al momento de las nuevas elecciones
presidenciales del 2023, que anuncian un nuevo cachetazo a sus aspiraciones
electorales, le permitan sembrar dudas sobre los organismos electorales
nacionales.
Para ello, la vicepresidenta de
Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, posteó recientemente en su cuenta de
Twitter dos videos titulados “De la Corte ejemplar a la Corte de los Cuatro:
breve crónica de la decadencia” en la que apuntó nuevamente contra la Corte
Suprema de Justicia. Además, señaló que los argentinos deben saber que “será
muy difícil mejorar las condiciones de vida de todos con esta Corte” y con el
modo de funcionamiento del Poder Judicial, en la que las condiciones de igualdad
ante la ley “son de letra muerta de la Constitución”.
Bueno; como si dentro de sus
períodos en el gobierno de más de quince años, no se hubieran desmejorado las
condiciones de vida de todos, y ahora pudiera mejorarlas, descalificando los
organismos constitucionales. Sus opositores afirman que quiere copiar el vergonzoso
modelo venezolano, de Corte Suprema con 25 miembros elegidos a dedo, con lo
cual eliminan su independencia, neutralizando su función de garantizarle al
ciudadano, individualmente, y por encima de partidos y facciones, sus más sagrados
derechos. Y pretendiendo refrendar proyectos de Constitución, que poco o nada
tienen de constitucionales.
No voy a hablar de las abyectas
dictaduras de Venezuela y Nicaragua, curiosamente surgidas en su momento
mediante procesos democráticos, y que hoy encierran y torturan a sus
adversarios políticos, como única forma de mantener su ilegítima permanencia en
el poder. Contradictorio ¿no?
A esta altura, es evidente que tanto
la política como los políticos, se han devaluado peligrosamente. Y es urgente y
prioritario dignificar la tarea política, rescatando, para ello, la
credibilidad y la confianza en quienes representan políticamente nuestros
derechos. Hace unos días, hablando con
un amigo sobre estos temas y coincidiendo en las frecuentes equivocaciones de
tantos ciudadanos al elegir sus autoridades, se me ocurrió una tonta frase que
encierra una verdad conceptual. “No se puede hacer príncipe a cualquier sapo”.
Y si, claro, que viene de esas hermosas y románticas historias sobre príncipes
convertidos en sapo mediante algún sortilegio, y que, al recibir el beso de una
bella dama, pueden volver a su estado original.
Pero para ello es necesario
dominar los impulsos emocionales (los que nos llevan a enamorarnos fácilmente
de promesas, discursos, y personajes de dudosa credibilidad, tomando decisiones
erróneas) y acudir a los criterios creados por los dictados racionales. Pero
bueno, como ya lo advirtió Einstein en su momento: “Es más fácil desintegrar un
átomo que un prejuicio”.
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