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Wednesday, July 20, 2022

 El valor de la clase media.


El periodista y neurólogo Nelson Castro, uno de los periodistas y analistas más prestigiosos de la vecina orilla, luego de una semana crítica que incluyó la renuncia del ministro de economía de su país, concluye, en una comunicación con el diario El País de Uruguay, que: "Si Argentina tuviera una dirigencia política como la uruguaya, seríamos una potencia mundial". Y es que, quizá el termómetro más adecuado para analizar esta afirmación, sea el devenir de la clase media, en uno y otro país.

  Según el informe elaborado por el Ministerio de Economía y Finanzas uruguayo, en el año 2018, la distribución de la población en clases socioeconómicas determinó que: el 75% pertenece a la clase media, el 18% a la clase baja y un 6% a la clase alta. A su vez, y según el Banco Mundial (Abr. 05, 2022) Uruguay se destaca en América Latina por ser una sociedad igualitaria, por su alto ingreso per cápita y por sus bajos niveles de desigualdad y pobreza. En términos relativos, su clase media es la más grande de América, y representa más del 60% de su población.

Economistas y expertos, dan su visión sobre qué significa ser de clase media en Uruguay, señalando que esta clase social es la que más ha crecido en los últimos años. El proceso de reducción de la pobreza mostró una disminuyó del 32,5% al 7,9% entre 2006 y 2017, cerrando el 2021 con una tasa del 10,6% y mejorando 1 punto respecto al primer año de la pandemia (2020). Pero, además, alrededor del 90% de la población de más de 65 años está cubierta por el sistema de pensiones: este es uno de los coeficientes más altos en América Latina y el Caribe, junto con Argentina y Brasil.

¿Y qué pasa en Argentina? La clase media argentina expulsó 1,2 millones de personas en los últimos 5 años y 12 millones de argentinos hoy son considerados pobres. Este importante deterioro social está explicado por el constante aumento de la inflación por encima de los salarios. Al contrario de la mayoría de los países vecinos, que fueron mejorando, en Argentina la calidad de vida ha ido en casi permanente decadencia a lo largo de los últimos 50 años.

En el año 2016, el mayor porcentaje de la población (48%), era considerado clase media, y sólo el 32% eran considerados baja o pobres, de acuerdo con el INDEC, al no poder cubrir la CBT. En el segundo trimestre 2021, la movilidad social fue descendente: la clase media disminuyó a 41% de la población; mientras el estrato social más grande, con 41% de la población, fue el segmento baja, con casi 12 millones de argentinos considerados pobres. Se achicó también la clase alta (de 9 a 5%) y creció la clase media baja (de 11 a 12%), no por efecto de mejoramientos, sino por caída de la clase media. (Agrositio. 18/11/2021)

“La idea de clase media es mucho más que poder de compra, es el estereotipo de un sector medio que todo país aspira a tener. Implica ciertos estándares de vida, y sobre todo la idea de que existe la posibilidad de progreso social”.

También Fukuyama (Francis) el reconocido politólogo estadounidense que hace 30 años anunció el fin de la historia y la victoria de la democracia liberal capitalista como efecto de la caída del comunismo, en un ensayo que marcó una época: “¿El fin de la historia?”, más tarde cuestiona las condiciones que impone a la humanidad el capital financiero, prestando especial atención a la crisis de las subprime de 2008, (EE.UU.) con la pérdida de la vivienda de cientos de miles de personas, y la necesidad del socorro estatal para evitar la debacle. Y producto de esta situación, alerta sobre un fenómeno que se globaliza: la extinción de las clases medias. 

 “El futuro de la democracia en los países desarrollados dependerá de su capacidad para abordar el problema de la desaparición de la clase media”, y Fukuyama plantea algo muy actual: “Tras la crisis financiera se ha producido un auge de nuevos grupos populistas que van desde el Tea Party en Estados Unidos hasta varios partidos antieuropeístas y antiinmigración en Europa. Lo que los une a todos ellos es la creencia de que las élites de sus países los han traicionado”. (Carlos De Angelis, Sociólogo, profesor de la UBA (“Un salto al vacío”)

En 2021, Fukuyama escribe un texto que se llamó Orden y decadencia de la política. Ya desde el título predice el clima oscuro del desencanto con respecto a su propia mirada triunfal de los noventa y se anima a decir que la política y la democracia están en su ocaso, para recordar que las economías capitalistas producen cambios perturbadores donde las sociedades deben esforzarse para adaptase

En este sentido, hay algo muy interesante que está sucediendo en Uruguay a partir del Siglo XXI, con la irrupción de los llamados países progresistas, gobernados por partidos de inclinación socialista. Y que de alguna forma nos diferencia del resto de nuestros países hermanos. Luego de las variadas experiencias vividas por los uruguayos, con los excesos y errores de capitalismo y de socialismo por igual, las sucesivas elecciones presidenciales han ido depurando, exigiendo, y hasta trasformando, las propuestas de los tradicionales partidos políticos de larga data y largos fracasos.

Debido a ello, los resultados electorales han sido cada vez más ajustados, marcando un descontento generalizado con lo conocido. Los dos partidos tradicionales han ido perdiendo espacios, individualmente, y desde sus decepciones han surgido nuevas fuerzas con adhesiones indiferentes al color partidario.  Al punto de que ha sido necesaria una coalición de los partidos identificados como de derecha, para ganarle -con mínima diferencia – el gobierno, a los partidos nucleados en la izquierda.

Lo interesante de todo este proceso, es que ni los tres gobiernos de izquierda, ni el actual de derecha, han incursionado en extremos radicales que puedan desestabilizar la democracia por la cual, medios como The Economist, reconocen a Uruguay como el país más democrático de América Latina, y señalando que es uno de los 23 países clasificados, a nivel mundial, como “Democracias plenas”.  También es importante señalar que, según Transparencia Internacional, por noveno año consecutivo el país lidera el puntaje en América Latina como el país con menor corrupción, y es el segundo tras Canadá si se mira todo el continente.

Para ello, hemos pagado en el pasado un alto costo. Pero valió la pena. Porque sin duda, que todo esto ha contribuido a un envidiable desarrollo de la clase media. Podríamos decir entonces que, rescatando entre los enunciados de Fukuyama, a mayor democracia, y menor corrupción, mayor y mejor clase media. ¡Y a mayor y mejor clase media, mejor país!

 

Nota: No tengo duda, coincidiendo con Nelson Castro, de que, si simplemente a lo largo de su historia, Argentina hubiera aplicado estos conceptos, hoy sería una potencia mundial.

 

 

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