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Location: Cordón, Montevideo, Uruguay

Sunday, November 14, 2021

 Veneguayos; una deuda entre hermanos.


Y es cierto lo que me comentó hace unos días mi amigo Pablo Gallarza, el cerrajero de nuestra zona del Cordón, hablando de nuestros nuevos vecinos -un par de jóvenes venezolanos que recientemente adquirieron el lavadero familiar pegado a la cerrajería  - y adonde yo llevo mi ropa desde hace más de diez años, desde que retorné al Uruguay, precisamente, desde Venezuela. Pablo me decía:

- ¿Sabes qué?  los uruguayos que somos tan opinadores, puteadores, críticos observadores de todo y de todos, y algunos incluso tan aduladores, del nefasto legado de la revolución bolivariana que ha obligado a millones de venezolanos a huír de su país, no ví que nadie escribiera un artículo que destacara especialmente la calidad de gente y la afectuosa y solidaria cordialidad con que, a tantos uruguayos que decidieron rajarse del país, los recibieron los venezolanos.  

Si; es cierto Pablo; todos nos regodeamos hoy criticando y haciendo gárgaras de democracia frente a los vergonzosos abusos y la brutal “burralidad”, de los actuales gobernantes (por fraude y complicidad) y de aquellos quienes perdieron – o a quienes les compraron -la dignidad venezolana. Y coincido contigo. Por eso yo hoy quiero hablar de esos venezolanos amigos ya desde la intuición, que nos recibieron a tantos miles de uruguayos, argentinos, españoles, árabes, portugueses, judíos, y no sé cuantos más, y que hoy son ellos los que nos piden una fraterna inclusión.

Si; es cierto; recibieron la cultura del cuanto “hay pa’eso” y “pónganme donde haiga”, fruto de la más nefasta cultura imperialista y capitalista de la explotación petrolera, y sus gobiernos alentaron la pobreza intelectual de la clase obrera. ¡Aprendieron que mantener engañados a los pobres, es un gran negocio! Y me calienta que nunca -mayormente nadie -quiso insertarse en entender y enriquecer la cultura venezolana, para ayudarla a superar sus estigmas. Yo conocí a muchos uruguayos triunfar en Venezuela, algunos dentro del mundo empresarial, otros dentro del mundo editorial, otros en el mundo del entretenimiento y la televisión (recuerdo entre otros el fenomenal éxito de Ariel Fedulo y sus programas humorísticos que hicieron furor dentro y fuera de fronteras).  

Yo llegué a Venezuela en 1991; muy harto y decepcionado de mi Uruguay, corrupto y entreguista.  Y si bien tenía allá un par de amigos uruguayos, no me costó mucho hacerme de otros tantos amigos, venezolanos. Tampoco insertarme dentro de lo más popular de su cultura, empaparme de lo más elemental de sus fortalezas y debilidades, y aportar mi cuota de compromiso en sus causas sociales, por añadidura. Porque los venezolanos son así; te abrazan como a un hermano, una vez que te conocen y les das una mano.

Según un “Informe de consultoría sobre emigración en Uruguay, realizado para el Banco Interamericano de Desarrollo” por Adela Pellegrino y Andrea Vigorito, y bajo el recuadro (Personas nacidas en Uruguay censadas en otros países ( ) desde 1960 y hasta el 2000)  se estima que la cantidad de uruguayos residentes en Venezuela se incrementó a partir de los años ’70 –‘80 (793 a 7.007) y se ha mantenido en el entorno de los 5400 a 4200  al año 2000.

Y es que más allá de los motivos políticos (huyendo de la dictadura) o simplemente buscando mejores oportunidades laborales (cosas que nadie te pregunta para recibirte, en Venezuela) vos aprendés a amar a los venezolanos. Porque son tan simples; porque son tan sencillos; porque en algunas cosas son tan sanamente inocentes, que llegás a perdonarles lo inconscientes.

Y porque disfrutando una polarcita (cerveza Polar), algún whisky con mucho hielo y revuelto con el dedo, algún ron Cacique o Pampero, o también Santa Teresa, que te ponen en la mesa de una tasca portuguesa o la de algún gallego, todas ellas muy amenas, conocerás la simpleza de un pueblo tan cordial que se te mete en las venas. Si; eso son los venezolanos diversos. Los de mujeres tan bellas que se cansaron de ganar el Mis Universo, y los de tantas estrellas que inspiraron los versos de un poeta Graterol, o un Simón Díaz, cantautor viajero que paseó su canción “Caballo Viejo”, por el mundo entero.

Y porque te envuelven en las alegrías de sus gaitas, y las arepas, y las cachapas, y los asados de cochino comprados en los puesticos, ubicados al costado del camino. Y los cafés y los abrazos entre amigos y vecinos. ¡Y allí entendés que si necesitas una mano, contás con un venezolano!

¡Tantos nombres tendría para recordar! De amigos de tascas y de tragos, pero también de trabajo con asociaciones de vecinos con las cuales compartimos y nos comprometimos   -y hasta nos arriesgamos -frente a los depredadores que intentaban sabotear los valores vecinales y familiares, a través de las drogas y los hurtos y una actitud delincuencial.

En los últimos años, Uruguay figura como uno de los países de la región que más población venezolana ha acogido entre los países del Cono Sur. Según cifras oficiales de Plataforma Regional de Coordinación Interagencial para migrantes y refugiados de Venezuela, a febrero de 2021, un total de 14.926 ciudadanos venezolanos se habían establecido en el país.

Y sí; yo conozco a varios de ellos; y les extendí mi mano. Porque no vienen a joder, ni a inventar códigos humanos; vienen simplemente a laburar como enanos, en lo que sea, y agradecidos de corazón, por ser reconocidos en su auténtica razón, de ser venezolanos.

¡Un abrazo a todos ellos! ¡Y bienvenidos hermanos!

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