Derechos humanos y humanos derechos.
¿En qué estamos fallando..?
Nadie puede negar el valor de la lucha incesante por la defensa de los
derechos Humanos, y al servicio de los humanos más carenciados y los más abusados
de una sociedad. Pero recordemos que -muchas veces - algunos abusos en los
derechos humanos se deben a que algún humano no procedió a derecho. O sea, no
hubo algunos “humanos derechos”, en su proceder y actuar, frente al resto de la
sociedad.
Según el portal
de la UNICEF, “Los derechos humanos son normas que reconocen y protegen la
dignidad de todos los seres humanos. Estos derechos rigen la manera en que los
individuos viven en sociedad y se relacionan entre sí, al igual que sus relaciones
con el Estado y las obligaciones del Estado hacia ellos. Las
leyes relativas a los derechos humanos exigen que los gobiernos hagan
determinadas cosas y les impide hacer otras. Las personas también tienen
responsabilidades; así como hacen valer sus derechos, deben respetar los
derechos de los demás. Ningún gobierno, grupo o persona individual tiene
derecho a llevar a cabo ningún acto que vulnere los derechos de los demás”.
Podríamos
afirmar entonces que los derechos humanos fueron creados para los humanos
derechos, que, haciendo valer sus derechos, respeten los derechos de los demás.
Sin embargo, en estos tiempos de tanta intolerancia y violencia en las
sociedades, a todos se nos ocurre pensar que a un depredador no podemos tratarlo
como a un ser humano. Y me refiero a esos seres supuestamente humanos que salen
todos los días y todas las noches mentalizados especialmente, para hacer daño
al resto de la sociedad. Y que, amparados en sus derechos humanos, desprecian
los derechos humanos de los demás.
Por ello
si hay que herir hieren, y si hay que matar matan, y si hay que robar roban, y
si hay que destruír destruyen, sin importarles derechos humanos ni pérdidas
irreparables, ni familias destrozadas. (Aún
las propias) Ni hijos que quedan sin padres, ni padres que quedan sin hijos, ni
seres humanos que quedan incapacitados, ni ancianos que son vejados y
estafados, y una sociedad desgarrada por seres humanos que no sienten una pizca
de sensibilidad humana. ¡Caramba! Es difícil esto de entender dónde están los
derechos humanos ¿verdad?
Porque
quienes se quedan sin sus seres amados o sus bienes esforzadamente logrados, no
van a recuperar nunca ni sus bienes ni sus muertos. Y llevarán por siempre el
dolor de las vidas perdidas. Pero quien hace el daño, irá unos pocos años a una
cárcel que le suministra techo, comida, sanidad, algún entretenimiento, y si lo
desea, la enseñanza de algún oficio en forma gratuita, y paga por la sociedad a
quien perjudican. Pudiendo rehacer sus vidas.
¡Vaya! ¡Que
es difícil de entender los límites entre el derecho de los humanos derechos y quienes,
teniendo derechos humanos, se comportan como inhumanos! Pues que hasta se me ocurre
que hay demasiados derechos humanos para los humanos menos derechos. Pero la
pregunta que debemos hacernos es, cómo, y por qué, existen estos seres humanos
totalmente deshumanizados y desvinculados del resto de la sociedad, y por qué han
quedado condenados en ese inframundo de violencia y degradación hacia el resto
de sus semejantes.
No ha
llegado sin duda, hasta ellos, el calor de un hogar bien constituido; de unos
padres que les brindaran amor, paciencia, y dedicación, para encaminarlos a
lograr ellos mismos, esos mismos sentimientos hacia los demás. Porque es
imposible que un niño criado entre los brazos amorosos de su madre que le dio
la vida y el primer alimento, y las caricias de un padre que les da sustento,
aún con las carencias de muchos momentos de privaciones y descontentos, pueda
volverse un depredador violento, de su misma familia humana. O sea; hablamos de
crear y cultivar buenos ciudadanos, desde los inicios de su formación.
¿Y por qué
nuestras enseñanzas de principios y valores que deberían ser compartidos, no
llegan a todos? ¿Y por qué hay seres que matan a sus parejas, delante de sus
pequeños hijos, y luego los abandonan quitándose ellos mismos la vida? ¿Es que
no valoran en nada el derecho a la vida de aquella mujer que ayer amaron, y los hijos que
ellos mismos crearon? ¿Es que es tan grande el egoísmo personal, el resentimiento
individual, y tan grande la impotencia intelectual, que nos hacen negar de la
noche a la mañana a aquellas mismas personas que ayer amamos, y hoy, ya no nos
importan?
Muy pobre
debe ser la autoestima y la valoración personal de estos compatriotas que se
nublan en sus mentes y se enceguecen en sus actos, para tratar de buscar una
reivindicación personal a costa de eliminar su razón de ser en la humanidad. Algo está fallando en nuestra educación. Algo está fallando en nuestra comunicación.
Algo está fallando en nuestro modelo de creación de ciudadanos aptos para la superación
personal y colectiva, capaz de sustentar nuestro proyecto como nación.
Creo que habría que crear un gran Ministerio
de la familia, pero no un MIDES que trate de resolver los problemas cuando ya
fueron creados, sino uno que los prevea desde antes de su nacimiento. Yo me
pregunto por qué, así como dentro de nuestro sistema de enseñanza, con los mismos
profesores, los mismos textos, y los mismos conocimientos adquiridos, hay profesionales
que se distinguen por ser mejores ejemplos que otros, hay a su vez compatriotas
que, habiendo recibido las mismas lecciones educativas, logran ser peores
ejemplos que otros.
El modelo
de la Calidad Total, también aplica.
El algunas
de mis charlas motivacionales, en Venezuela, yo establecía un paralelismo entre
la formación de los ciudadanos y la fabricación de productos, de acuerdo al
famoso modelo productivo de la “Calidad Total” de Edwards Deming, el
norteamericano que resucitó a los japoneses devastados tras la Segunda Guerra
Mundial, hasta convertirlos en la segunda potencia económica mundial en menos
de treinta años. Deming afirmaba que no basta con poner inspectores al final de
la línea de producción, para separar los productos buenos de los malos, una vez
ya elaborados, sino que es necesario evitar que simplemente no se produzcan los
malos, controlando las variables que desestabilizan los procesos.
Es
sumamente oneroso ese desperdicio de productos, o, en este caso, ciudadanos,
que incidirá en los resultados de la productividad final de la
empresa/nación. Y evitando fundamentalmente, desde la formación misma de
los ciudadanos, que no se nos sigan cayendo compatriotas al abismo de la
desesperanza, de la indigencia, y de la indignidad.
Un concepto que repetí en mi artículo “La lotería de la vida”, y publicado
en mi blog personal http://la-tercera-opinion.blogspot el 13 de
mayo del 2021.
Y creo que
deberíamos replantearnos entonces, todo el proceso de formación de nuestros
ciudadanos. Desde que nace, hasta el momento de su madurez intelectual, que le
permita tomar las grandes decisiones de su vida. Para no caer en “inhumanos
derechos” que atenten contra los humanos derechos.
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