¿Anclados en el pasado, o calificando para el futuro?
Pese a que
según los sectores de la oposición, el gobierno está “anclado en el pasado”, y
a que el país ”no tiene destino, ni rumbo, ni camino”, los locos e
irresponsables de Moody’s le acaban de
devolver a Uruguay el grado “Inversor”, coincidiendo con los 10
años exactos del decreto de feriado bancario de 2002, cuando estalló la crisis
más importante de la historia del país. La calificación de Moody's para Uruguay ahora es,
pues, la: “Baa3”.
Y es que de esta
forma ya son dos las calificadoras internacionales que ponen a Uruguay en este
preciado status económico-financiero, desacreditando la opinión de los
opositores. Mientras Standard & Poors, el 3 de abril pasado, le subió la
nota de la deuda a Uruguay en un grado, y con eso quedó dentro del Investement
Grade, Moody's le subió la nota en 2 grados, ya que a la categorización de “Baa3”
le agregó el carácter de positiva. Pero vale la pena repasar los factores claves para la decisión de Moody's,
y los fundamentos para la nueva calificación:
1. Un perfil crediticio soberano que en términos generales se ha alineado con el de países grado de inversión con calificación Baa;
2. Mejora sostenida de los indicadores fiscales que ha estado acompañada de un significativo fortalecimiento del balance general del gobierno;
3. Menor vulnerabilidad crediticia a choques regionales ante mayor diversificación económica y amplias reservas de liquidez.'
Algunos de los fundamentos para la nueva calificación.
“El nivel de ingreso de Uruguay se ubica por arriba de la mediana del grupo de referencia Baa. La economía ha reportado un fuerte ritmo de crecimiento durante un período prolongado al registrar el PIB crecimiento anual promedio superior al 6% durante 2004-2011”.
“Los fundamentos económicos de Uruguay se han fortalecido. El crecimiento potencial se ha elevado respaldado por un aumento en la productividad total. A raíz de lo anterior, la economía es capaz de reportar tasas de crecimiento más elevadas de manera sostenida, una condición que beneficia al Uruguay en relación a sus pares”.
Otro
factor a destacar –dentro de
este país anclado en el pasado, y que no tiene futuro ni destino -es
que, pese a los manipulados choques diplomáticos por el dragado en Martín
García, sumado a las trabas a las importaciones de productos uruguayos desde
Argentina, y al acuerdo tributario entre Uruguay y aquel país en el marco de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) –visto como un
potencial factor de cambio desfavorable para los negocios en Uruguay -estas
políticas no han desalentado el interés de los inversores (argentinos y
extranjeros) por aterrizar en Uruguay.
En
este sentido, la expropiación de YPF, anunciada en abril por la presidenta argentina,
Cristina Fernández, fue un detonante que apuró los contactos de empresarios
españoles con Uruguay. En los últimos meses llegaron representantes de firmas
como Acciona (infraestructura), FCC (construcción), otras de ingeniería y del
área naval que buscan desarrollar proyectos, como el puerto de aguas profundas
o la planta regasificadora. Este es el caso, por ejemplo, de empresarios españoles que en diciembre de 2010 presentaron al gobierno
un proyecto para construir una plataforma logística con centro en un puerto de
aguas profundas en Rocha, un
aeropuerto de carga y la reconversión de las vías férreas del país, y
hoy apuran al presidente José Mujica para que se defina y dé luz verde a su
megaplan, consistente en una inversión de nada menos que..¡US$ 8.000 Millones!
«Lo más importante que ven en Uruguay es la seguridad jurídica, la seriedad y que no corren el riesgo de hacer una inversión y que pasen uno o dos años y se expropie», afirmó Manuel Barros Rivadulla, presidente de la Cámara Española de Comercio, Industria y Navegación de Uruguay. El análisis sobre las garantías que ofrece Uruguay es unánime entre operadores inmobiliarios, asesores financieros, empresarios y analistas económicos. Argentina, en cambio, es el polo opuesto.
Pero Argentina también es un contribuyente clave en la inversión extranjera que recibe el país. En 2011, su aporte fue el 26% de los US$ 2.586 millones de inversión foránea. Los dos principales sectores que reciben esos aportes son la construcción y el campo, destacó Ángel Piazza, presidente de la Cámara de Comercio Uruguayo-Argentina, quien recordó que «El boom de la soja vino de la mano de los argentinos». En cuanto al sector de la construcción, se observa que la inversión de ese origen abarca la mayoría de los US$ 1.500 millones invertidos en bienes raíces en 2011.
Por otra parte, y según datos del Banco Central, los argentinos
depositaron en Uruguay en los últimos seis meses, US$ 176 millones de dólares,
mientras que la cantidad de ahorristas no residentes en bancos uruguayos se
elevó 14% en junio, respecto a igual mes de 2011, o lo que es lo mismo, se
incrementó en 6.769 clientes.
Y
crecen las exportaciones.No menos sorprendente para un país anclado en el pasado, y que no tiene futuro ni destino, es que, según datos de la Unión de Exportadores del Uruguay (UEU), las exportaciones uruguayas treparon un 42,4% en julio, en comparación al mismo mes del año pasado, y acumulan un incremento del 15,4% desde enero del presente año. A su vez, y según datos del Instituto Nacional de la Leche (INALE) las exportaciones de lácteos del primer semestre crecieron 30% en volumen, y 21% en facturación.
Ante la reciente y conflictiva
incorporación de Venezuela al MERCOSUR, la presidenta pro tempore del bloque, Dilma
Roussef, detalló la importancia de esta unión - que posiciona a la región como
la quinta economía del mundo -al contar con 270 millones de habitantes y un producto
bruto interno anual de 3 trillones de dólares, representando además un 83% del
producto bruto de América del Sur y el 70% de su población. Por su parte, la
presidenta de Argentina Cristina Fernández señaló que la nueva posición del
MERCOSUR, como quinta economía global, es una noticia muy buena pero a su vez
una responsabilidad. Por eso abogó por mejorar su institucionalidad como forma
de articular este nuevo polo de poder en el mundo. Y si bien deberíamos recordarle
a la presidente argentina que quien debe comenzar por respetar tanto la
responsabilidad como la institucionalidad dentro del bloque es ella misma, no
es menos cierta su afirmación de que “la energía, la minería, los alimentos, y
la ciencia y tecnología son las claves del Siglo XXI”.
Mi opinión.
No voy a opinar en esta oportunidad sobre la nueva calificación de Moody’s ni sobre el crecimiento de las inversiones y las exportaciones, porque creo que los propios hechos hablan por sí solos. Si, me permitiré un comentario adicional sobre el nuevo panorama que presenta para la región el ingreso de Venezuela al Mercosur. ¡No es poca cosa lo de asumir ser la 5ta. economía mundial! Mis dudas están en cómo haremos valer esta fortaleza ante el resto de la comunidad internacional. Es evidente que más allá de las declaraciones altisonantes y las exhortaciones abundantes, se renueva el desafío y se amplía una posibilidad cierta de más y mejores negocios dentro de la región. Por otro lado, una menor dependencia de los vicios y los abusos de las grandes potencias económicas mundiales y una mayor musculatura para enfrentar la negociación con estos centros de poder, son de por si un atractivo nada despreciable. El problema está en si lograremos alinear y potenciar nuestras asimetrías, convirtiendo las debilidades individuales en fortalezas institucionales.
En mi artículo anterior, y ante la solicitud de algunos amigos, intenté dar un panorama sobre esta nueva integración, a través de manifestaciones de distintos sectores de opinión, tanto de Uruguay como de Venezuela. Queda claro que se necesitará de un gran ejercicio de madurez y voluntad política para respetar la institucionalidad mas allá de caprichos ideológicos, personalismos, y radicalizaciones políticas, tan comunes en nuestra región. Las diferencias en los modelos seguidos por los distintos países son, sin duda, abismales. En todo caso, mas allá de una coincidencia ideológica respetable enmarcada en una concepción socialista de mayor inclusión social, son enormes las diferencias de interpretación y ejecución en cada modelo.
Mientras Venezuela camina hacia un modelo de
inclusión basado en el radicalismo y la
exclusión de una parte de su sociedad (el mismo error de los viejos dirigentes
políticos), profundizando la dependencia de los bienes importados en lugar de industrializar su propia
producción, y Argentina se retuerce ante el dilema de reindustrializar su
aparato productivo cerrando las puertas a la importación, Uruguay por el
contrario, marca el punto de equilibrio atrayendo la inversión privada y
apoyando fuertemente a los sectores productivos, con el fin de crear ocupación
y financiar sus programas de inclusión social. Brasil, mientras tanto, si bien
abierto y participativo, tiene siempre a mano la receta de la protección.
Como vemos, cuatro modelos bien diferenciados y que –si bien coinciden en lo social -no se ajustan a ideologías compartidas ni a institucionalidades impartidas. Un verdadero desafío; una segunda oportunidad para el Mercosur, y –fundamentalmente -una oportunidad para capitalizar errores y transformarlos en aciertos.
Argenta
Agosto, 2012
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