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Wednesday, July 14, 2010

Sudáfrica 2010: la magia se llama Uruguay.


Hermann Hesse, quizá el máximo exponente de los románticos alemanes expresó en cierto momento: “La realidad no me era suficiente; me faltaba la magia”. Y era eso también lo que nos faltaba a los uruguayos, deportivamente, muchos años después de haber inaugurado en tierra propia los campeonatos mundiales de fútbol de la FIFA, de haber ganado dos de ellos y otras dos competencias Olímpicas mundiales, instaurando la vuelta Olímpica, logrado 15 Copas Libertadores de América, y algunas cositas más..Lo reconoció recientemente el Ministro de Turismo, momentos antes de recibir –en nuestro nuevo y hermosísimo aeropuerto Internacional de Carrasco - a la delegación celeste: “Nos faltaban emociones deportivas..”

Y es que si bien los uruguayos nunca fuimos unos “agrandados”, un día nos invitaron a jugar entre los grandes, y el mundo todo –incluso nosotros mismos –descubrimos que no éramos ni tan chicos ni tan pobres. Y hoy, le hemos demostrado al mundo una vez más, que la capacidad de asombro sigue estando aquí, en este pequeño paisito de la América del Sur.

Durante las transmisiones del Mundial Sudáfrica 2010, el comercial de un whisky aseguraba acertadamente desde las pantallas de los televisores que estos muchachos : “Nos regalaron el volver a creer..ganando el partido más importante: el que jugamos contra nosotros mismos”. Cuánta razón contra aquellos que se han acostumbrado al derrotismo; contra los que trataban con desdén las manifestaciones de algún periodista uruguayo empeñado en una campaña destinada a fomentar la autoestima de los compatriotas.. Recuerdo entre otros, la especial mención del Director y Redactor responsable de uno de los más antiguos periódicos del país, quien, sintiéndose extasiado por haber tenido el privilegio de pasar una semana como invitado oficial recorriendo Corea del Sur, afirmaba en un artículo publicado el 24 de julio de 2009, que ”llegar a Asia para un uruguayo es como recibir una patada en la boca del estomago. Sobre todo para el complaciente “Gorzy” que todos llevamos (reprimido) dentro –afirmaba. “Sí, ese que sigue creyendo que como el Uruguay no hay, que siente que todavía somos los campeones morales del mundo, y mira con absurdo sentido de superioridad lo que sucede en el resto del planeta, fuera de Europa o Estados Unidos”. “La cosa –prosigue el Redactor “responsable” -es cómo explicar al uruguayo promedio el contraste que uno encuentra entre aquel lejano primer mundo y nuestra pauperizada realidad cotidiana”.

Y recuerdo también que hace unos meses circulaba por la internet un artículo publicado en la revista científica Science, en el cual se afirma que “tratar de reprimir un pensamiento aumenta las posibilidades de que éste regrese”. "Y el hecho de que venga a nuestras mentes lo peor, en ciertas circunstancias, puede incrementar las posibilidades de que pase" explica el autor del trabajo Daniel M. Wegner, psicólogo de la Universidad de Harvard. Por otra parte, finaliza Wegner "Hay cierto alivio en que pase lo peor, para no tener que seguir preocupándonos más". Y esto me lleva a preguntarme: ¿Será que algunos uruguayos al tratar de reprimir sus pensamientos negativos sobre nuestro país, aumentan las posibilidades de que pase lo peor? ¿O es que prefieren aceptar que pasa lo peor para no tener que preocuparse en reconocer que quizá está pasando lo mejor?









No se si el Redactor “responsable” habrá tenido la oportunidad de viajar a Sudáfrica para acompañar a nuestra selección (ubicada nuevamente entre las cuatro mejores del mundo) Pienso que no; porque si les hubiese llevado su mensaje, muy posiblemente una vez más nos habríamos quedado lejos, masticando la bronca de una mediocre actuación. Y es que quizá Pablo Forlán, el padre de Diego y también futbolista valioso en su momento, no supo transmitirle a su hijo que llegar a los cuartos era un imposible. Y entonces Diego y esos otros gurises atrevidos se encompincharon con la caprichosa jabulani, se pusieron a hacer goles y..casi casi se ganan el premio mayor! Y Diego se dio el gusto, además, de ser reconocido como el mejor jugador del mundial y ganar el Balón de Oro otorgado por la propia FIFA. Carajo: ¡pauperizada realidad! Tienen razón quienes afirman que más allá de que no ganamos este mundial, la emoción se hizo más grande por “la forma como perdimos”, porque nos dejó la certeza de que se pudo haber ganado. Y que se puede volver a ganar. Porque entonces podemos suponer que el hecho de que este pensamiento positivo siga visitando nuestras mentes, incrementará las posibilidades de que se haga cierto.
Este es de Diego .
En todo caso, diré que aunque no caigo en esos extremos de creer que somos campeones morales del mundo, etc. etc., si comparto con el fulano Gorzy un inmenso respeto y reconocimiento por el Uruguay que me presentan hoy, aquellos que se quedaron lo suficiente, e hicieron lo suficiente, como para enorgullecernos del país que tenemos. Porque al retornar al país, luego de dieciocho años de ausencia, me he sumado a esa campaña de autoestima con un libro que comencé en Venezuela y acabo de terminar aquí, en el cual relato con satisfacción y asombro por qué creo que el Uruguay ha vuelto a ser “el país de lo posible”. Y así se llamará mi libro.









Pero hay gente a la cual le cuesta hacer la transición desde el Uruguay del Siglo XX al del Siglo XXI, y admitir que ha llegado el momento de las nuevas generaciones. Y las nuevas generaciones son las que hacen posible lo que se supone como imposible, porque no están preparadas para imaginar imposibles. Quizá por ello –¡y que bueno que así fue! –los más emocionados con este triunfo del país de la celeste fueron los más jóvenes, y los más niños; los que no aceptan un “no” ante la primera cachetada, y los que más creen en la magia y en los magos.









Sin duda que el mérito mayor de estos muchachos, con su simpatía, con su garra, su coraje, su excelente desempeño futbolístico, fue demostrarnos que la magia si existe, regalándonos ese acto de prestidigitación por el cual transformaron un penal en contra de la mano de Luisito Suárez, en un penal a favor que nos dio el triunfo, gracias a la “picada” suicida de un “Loco” Abreu, sacando de la galera la locura necesaria para que la magia se hiciera realidad. Y metamorfoseando esa triste y cadenciosa letanía de un “Ay celeste regaláme un sol” para transformarla en la explosión de un “¡Uruguay que no ni no!” que hizo vibrar al mundo entero. La explosión de un pueblo chico que se agranda, cuanto más grandes son sus desafíos. Al fin y al cabo, el próximo mundial se jugará en Brasil; y como bien reflexionaba el optimista Gorzy al finalizar esta contienda: “¿Cuántos mundiales se jugaron en Brasil?” Uno. ¿Y quien lo ganó? Uruguay. ¿Por qué no seguir cultivando entonces el pensamiento de que sí es posible, para incrementar las posibilidades de que la magia se haga nuevamente realidad? Sin duda que lo haremos!
Argenta
Julio, 2010
PD: Durante una Conferencia a la cual fui invitado como expositor en Venezuela, junto a otros exponentes brasileños, uno de ellos me preguntó en público y con indisimulada picardía, porqué los uruguayos, después de los años 50, nunca mas logramos ganar un mundial. Echando mano entonces a esa modestia que nos ha sido característica, le respondí: “Somos un país pequeño y no podemos agrandarnos muy seguido, porque cada vez que lo hacemos herimos directamente la susceptibilidad de nuestros vecinos, e indirectamente la de las grandes potencias europeas”. Por un buen rato todos nos reímos mucho, y hasta el día de hoy hay quienes me lo recuerdan.

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