Todo lo que se, sobre el Capitalismo y el Socialismo.
Las crisis de los “marcianos..”
66 años de vida, me han mostrado que la modernización y competitividad de un país pasa por sus empresarios.
Complementando estas afirmaciones de Welch, sería bueno recordar que los grandes males sociales que aquejan a nuestros países en las últimas décadas: pobreza, exclusión social, desempleo, falta de planes de educación, salud y vivienda, provienen -no de la buena o mala gestión de los empresarios -sino de políticas equivocadas, gobernantes ineficientes, corruptos y malos administradores. Permítanme recordarles algunos casos no muy lejanos, de nuestra propia región, que tuve la oportunidad de presenciar.
En el pequeño Uruguay del cual yo vengo, sucedió en el año 1982 la más grande devaluación histórica conocida. De ahí en más, le ha costado más de veinte años recuperarse.
Eran las épocas del modelo del crecimiento “hacia fuera”, recomendado por la CEPAL, potenciando la eficiencia productiva del sector exportador como forma de disminuir las importaciones y el ahorro de divisas. El Gobierno de la dictadura militar de ese entonces, exhortaba a invertir en dólares baratos para modernizar el aparato industrial, asegurando, hasta 48 horas antes, que los que creyeran en una maxidevaluación debían ser “marcianos..”!
Cientos de empresarios –por no ser marcianos – quebraron, sin que ni siquiera fuera necesario acudir a los mecanismos legales de las quiebras, pues por disposición legal de ese país, toda empresa que pierda en un ejercicio más del 75% de su capital social, queda, de hecho, ya disuelta. En Argentina, las crisis de esos mismos años 80 produjeron la más salvaje liquidación de empresas –buenas y productivas empresas, por cierto -vista en ese país. También de esa década –a la cual por algo la CEPAL denominó luego “la década perdida de Latinoamérica” –le quedaron enormes cicatrices a Brasil; le costó inflaciones de más del 7.000 por ciento a Perú, y pare usted de contar..Y la historia no terminó ahí; pues ya en los años 90 el tequilazo de México convulsionó a toda la región; el Menenazo privatizador de Menen casi vendió hasta a las madres de mayo en Argentina, y la crisis bancaria del 94 golpeó de muerte al último y más durable baluarte de la democracia y la estabilidad latinoamericana: Venezuela.
Los marcianos venezolanos.
En un posterior informe publicado en el año 2000, CONINDUSTRIA declaraba que en el período 1990 -99, el número de empresas de la industria manufacturera venezolana (grandes y medianas) cayó en un 36%, mientras que el número de trabajadores disminuyó en un 60%..! ¿Dónde estuvo la Responsabilidad Social Empresarial del Estado en todo esto?
Ninguno de estos fracasos se le pueden atribuir al empresariado privado productivo latinoamericano.. Y digo al empresario privado productivo porque especialmente quiero dejar de lado la vergonzosa retirada de este escenario de los representantes del sector financiero venezolano.
Yo tuve la oportunidad de estar en Venezuela en ese entonces. En 1991, fui invitado a la Convención de Ventas de una empresa que estaba implementando con gran éxito un programa de Calidad Total - buscando mayor productividad y eficiencia - y siendo premiada internacionalmente por sus logros en programas de seguridad laboral, como parte de sus programas de responsabilidad social. La empresa se llamaba, y aún se llama, Corporación Grupo Químico. Y pese a enfrentar una tremenda recesión del mercado interno y un brutal endeudamiento, producto de desacertadas políticas cambiarias y crisis bancarias, pudo superar los desaciertos y sigue siendo exitosa. Por esos mismos años conocí otro de los principales grupos empresariales venezolanos: Corimón; el cual, enfocado en estrategias de crecimiento hacia afuera - que chocaron con el tequilazo de México y su repercusión en Argentina -más las abruptas devaluaciones cambiarias ordenadas por los gobernantes venezolanos de turno, tuvo la peor crisis financiera de su historia. Se salvó, gracias a un excepcional compromiso de sus accionistas y a un duro plan de reestructuración de su deuda. Podría citar otras; fueron muchas, demasiadas. Miles de empleos se perdieron; miles de familias quedaron sin sustento; millones de dólares perdió el país.
Los Estados no quiebran; las empresas si.
66 años de vida, me han mostrado que la modernización y competitividad de un país pasa por sus empresarios.
Jack Welch, un hombre que le dedicó 40 años de su vida a la General Electric y quien durante los últimos 20 fuera su Presidente, transformando a un ejemplo de burocracia en un imperio valorado en más de 450 mil millones de dólares (varias veces mayor que el PIB de muchos países), afirmaba ante los asistentes a la promoción de su libro “Winning”, realizado en Wharton: “Al final, las empresas que triunfan son lo único que sostiene nuestras sociedades. Los gobiernos no crean nada”.
Complementando estas afirmaciones de Welch, sería bueno recordar que los grandes males sociales que aquejan a nuestros países en las últimas décadas: pobreza, exclusión social, desempleo, falta de planes de educación, salud y vivienda, provienen -no de la buena o mala gestión de los empresarios -sino de políticas equivocadas, gobernantes ineficientes, corruptos y malos administradores. Permítanme recordarles algunos casos no muy lejanos, de nuestra propia región, que tuve la oportunidad de presenciar.
En el pequeño Uruguay del cual yo vengo, sucedió en el año 1982 la más grande devaluación histórica conocida. De ahí en más, le ha costado más de veinte años recuperarse.
Eran las épocas del modelo del crecimiento “hacia fuera”, recomendado por la CEPAL, potenciando la eficiencia productiva del sector exportador como forma de disminuir las importaciones y el ahorro de divisas. El Gobierno de la dictadura militar de ese entonces, exhortaba a invertir en dólares baratos para modernizar el aparato industrial, asegurando, hasta 48 horas antes, que los que creyeran en una maxidevaluación debían ser “marcianos..”!
Cientos de empresarios –por no ser marcianos – quebraron, sin que ni siquiera fuera necesario acudir a los mecanismos legales de las quiebras, pues por disposición legal de ese país, toda empresa que pierda en un ejercicio más del 75% de su capital social, queda, de hecho, ya disuelta. En Argentina, las crisis de esos mismos años 80 produjeron la más salvaje liquidación de empresas –buenas y productivas empresas, por cierto -vista en ese país. También de esa década –a la cual por algo la CEPAL denominó luego “la década perdida de Latinoamérica” –le quedaron enormes cicatrices a Brasil; le costó inflaciones de más del 7.000 por ciento a Perú, y pare usted de contar..Y la historia no terminó ahí; pues ya en los años 90 el tequilazo de México convulsionó a toda la región; el Menenazo privatizador de Menen casi vendió hasta a las madres de mayo en Argentina, y la crisis bancaria del 94 golpeó de muerte al último y más durable baluarte de la democracia y la estabilidad latinoamericana: Venezuela.
Los marcianos venezolanos.
En un posterior informe publicado en el año 2000, CONINDUSTRIA declaraba que en el período 1990 -99, el número de empresas de la industria manufacturera venezolana (grandes y medianas) cayó en un 36%, mientras que el número de trabajadores disminuyó en un 60%..! ¿Dónde estuvo la Responsabilidad Social Empresarial del Estado en todo esto?
Ninguno de estos fracasos se le pueden atribuir al empresariado privado productivo latinoamericano.. Y digo al empresario privado productivo porque especialmente quiero dejar de lado la vergonzosa retirada de este escenario de los representantes del sector financiero venezolano.
Yo tuve la oportunidad de estar en Venezuela en ese entonces. En 1991, fui invitado a la Convención de Ventas de una empresa que estaba implementando con gran éxito un programa de Calidad Total - buscando mayor productividad y eficiencia - y siendo premiada internacionalmente por sus logros en programas de seguridad laboral, como parte de sus programas de responsabilidad social. La empresa se llamaba, y aún se llama, Corporación Grupo Químico. Y pese a enfrentar una tremenda recesión del mercado interno y un brutal endeudamiento, producto de desacertadas políticas cambiarias y crisis bancarias, pudo superar los desaciertos y sigue siendo exitosa. Por esos mismos años conocí otro de los principales grupos empresariales venezolanos: Corimón; el cual, enfocado en estrategias de crecimiento hacia afuera - que chocaron con el tequilazo de México y su repercusión en Argentina -más las abruptas devaluaciones cambiarias ordenadas por los gobernantes venezolanos de turno, tuvo la peor crisis financiera de su historia. Se salvó, gracias a un excepcional compromiso de sus accionistas y a un duro plan de reestructuración de su deuda. Podría citar otras; fueron muchas, demasiadas. Miles de empleos se perdieron; miles de familias quedaron sin sustento; millones de dólares perdió el país.
Los Estados no quiebran; las empresas si.
Y lo lamentable de estas experiencias –como sucedió en la mayoría de los casos latinoamericanos -es que los verdaderamente golpeados, fueron los empresarios y los trabajadores. Una gran lección que debería dejarnos todo esto, es que los Estados no quiebran; los perjudicados son y serán siempre, los empresarios y los trabajadores! Quienes también son los pagan los impuestos que financian los servicios indispensables de una nación. En última instancia, los gobiernos pasan, y sus errores los paga el pueblo; las empresas permanecen más allá de ellos, y sus errores los pagan los accionistas y los empleados.. En todo caso, aquellos países que tienen malos empresarios, es porque tienen malos gobiernos..!
Mirando fríamente los hechos y la historia, y cuando hoy se levantan nuevamente las banderas nacionalistas pretendiendo reivindicar una vez más los nunca probados beneficios del sistema socialista; satanizando y maldiciendo al capital y al esfuerzo empresarial como únicos responsables de los males que nos aquejan, sería bueno recordar que si un hombre como Jack Welch supo gerenciar un grupo empresarial considerado entre los más exitosos del mundo, con 404.000 empleados y 50 de sus empresas figurando entre las 1000 de Fortune, no creo tanto en que el problema sea de “sistema”, sino de hombres capacitados para hacerlo. Y lo mismo vale para el socialismo. Lo que hasta ahora tenemos claro, es que tanto el socialismo como el capitalismo han fallado en sus promesas de garantizar un mundo mas equitativo, menos excluyente, con menos pobreza y con más oportunidades para todos.
Es indudable que al capitalismo salvaje aplicado en muchos de nuestros países, le hace falta una fuerte dosis de socialismo; pero también es evidente que al socialismo que hemos conocido, le hace falta la iniciativa de los emprendedores capaces de fabricar el éxito, para redistribuir la riqueza y no la pobreza. Otro, no hay. Personalmente, ni quiero ni deseo un mundo exclusivamente de “servidores públicos” -cuyo éxito se mide mayoritariamente por la adicción al gobierno de turno -renunciando a la posibilidad de aspirar a las mayores satisfacciones de quienes, a costa de su propio riesgo y esfuerzo, desarrollan los productos, bienes y servicios, que crean la prosperidad y la riqueza de las naciones.
Mirando fríamente los hechos y la historia, y cuando hoy se levantan nuevamente las banderas nacionalistas pretendiendo reivindicar una vez más los nunca probados beneficios del sistema socialista; satanizando y maldiciendo al capital y al esfuerzo empresarial como únicos responsables de los males que nos aquejan, sería bueno recordar que si un hombre como Jack Welch supo gerenciar un grupo empresarial considerado entre los más exitosos del mundo, con 404.000 empleados y 50 de sus empresas figurando entre las 1000 de Fortune, no creo tanto en que el problema sea de “sistema”, sino de hombres capacitados para hacerlo. Y lo mismo vale para el socialismo. Lo que hasta ahora tenemos claro, es que tanto el socialismo como el capitalismo han fallado en sus promesas de garantizar un mundo mas equitativo, menos excluyente, con menos pobreza y con más oportunidades para todos.
Es indudable que al capitalismo salvaje aplicado en muchos de nuestros países, le hace falta una fuerte dosis de socialismo; pero también es evidente que al socialismo que hemos conocido, le hace falta la iniciativa de los emprendedores capaces de fabricar el éxito, para redistribuir la riqueza y no la pobreza. Otro, no hay. Personalmente, ni quiero ni deseo un mundo exclusivamente de “servidores públicos” -cuyo éxito se mide mayoritariamente por la adicción al gobierno de turno -renunciando a la posibilidad de aspirar a las mayores satisfacciones de quienes, a costa de su propio riesgo y esfuerzo, desarrollan los productos, bienes y servicios, que crean la prosperidad y la riqueza de las naciones.
La única verdad evidente a esta altura, es que pese a sus excesos, sus inequidades y sus errores, el sistema capitalista ha sido el promotor de la modernización y el progreso de la humanidad. El socialismo, al igual que los gobernantes –al decir de Welch –no ha creado nada!
Argenta
Febrero, 2006
Argenta
Febrero, 2006
0 Comments:
Post a Comment
Subscribe to Post Comments [Atom]
<< Home