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Saturday, October 14, 2006

El libro: "Desde mi Comunidad".


A fines de 2004, terminé de escribir el libro "Desde mi Comunidad". En él recojo una invalorable experiencia comunitaria compartida con dirigentes y amigos, la cual a través de la lucha vecinal, se convierte en una extensión de nuestras vidas. Como aún no ha sido publicado -y no se si lo será en algún momento -me entusiasma la idea de compartirlo con ustedes a través de esta página, en sucesivas entregas semanales que permitan "agradar" sin "saturar". ¡Espero que lo disfruten!

Agradecimientos.

Sin duda, hay mucha gente a quien debo un agradecimiento por haber colaborado, de una forma u otra, a que pudiera concretar este libro. En primer lugar, a la mujer que me acompaña desde hace veinticuatro años, y que es la madre de mi último hijo: María Isabel Ron Suárez. Sin su apoyo, sin su comprensión y su paciencia en los momentos más difíciles de mi vida, con toda seguridad no habría libro.
A mis cuatro hijos, Laura, Tito, Mariana y Sebastián, por ser lo que son y cómo son, y por perdonarme haberles negado tantos tiempos que eran de ellos. A través de su presencia permanente en mi pensamiento, ellos aportaron mucho a este libro.

A todas aquellas empresas e instituciones que me permitieron, a través de mi trabajo como Consultor en Comunicación Social, y la interrelación con su recurso humano, compartir experiencias y enseñanzas de enorme valor.

A la Señora Natalia de Ferreira, vecina líder y buena amiga de la comunidad de los Ruices, quien vino una noche a mi casa a proponerme el disparate de ser “un dirigente vecinal” por el sólo hecho de haber sido un aceptable dirigente comunitario en mi edificio. A los compañeros integrantes de la nueva directiva de nuestra Asociación Vecinal, ASODONBOSCO , por haberme invitado a participar una vez más en el desafío –nada fácil –de tratar de mejorar la calidad de vida de nuestra urbanización. Y por los retos enormes que tenemos por delante.

A los compañeros de la Coordinadora Vecinal, CONORESTE, por la comprensión demostrada y la paciencia acumulada frente a mis –quizá en algún momento desbordantes exigencias –para mantener viva y activa más que nunca, una bella idea que el tiempo y los acontecimientos amenazan con destruir.

No es fácil conformar un grupo humano con la suficiente sabiduría, inteligencia, y tolerancia, como para anteponer los intereses comunitarios a las simpatías individuales, complicidades grupales, apetencias personales y sectoriales. En fin, no es fácil tener que desprendernos de nuestros naturales mecanismos de defensa, para ponerlos al servicio de los demás.
Y menos fácil aceptar que, para ser “autoridad vecinal”, se debe ser antes que nada, el ejemplo de la convivencia que exigimos respetar. A todos ellos, gracias por haber influido en mi vida y fundamentalmente, por haberme enseñado algo de “su ciencia” en el difícil arte de convivir en comunidad.


Prólogo.

Publicista, Consultor, y Dirigente Vecinal, Alberto Rodríguez Genta (Argenta) reivindica la tarea de las Juntas de Condominio y las Asociaciones de Vecinos en Venezuela, como una gran escuela para aprender y ayudar a aprender, a vivir en comunidad. Nos cuenta sus experiencias personales, los logros obtenidos por la Coordinadora Vecinal de la cual ambos somos directivos; nos muestra parte de su trabajo comunitario y nos da su visión sobre el liderazgo afirmando que "el conflicto es el horno necesario para templar a los líderes".
"No hay conflicto, no hay líderes" y -parafraseando a Alvin Toffler -"tampoco hay cambios". Se pasea desde la no- violencia del Mahatma Gandhi hasta el mejoramiento continuo de Edwards Deming. Defiende su teoría sobre aplicar el método de la "Calidad Total" en la formación de los policías, en lugar de la "Tolerancia Cero". Enfatiza en la necesidad de una cirujía mayor en los paradigmas perimidos, y de un nuevo modelo para enfrentar la pobreza y la exclusión en América Latina.

Toma un café y conversa con uno de los 70 millones de indigentes latinoamericanos; desnuda la cruda realidad socio -económica venezolana, la lucha de las comunidades organizadas por evitar la pérdida de su calidad de vida, y nos da sus reflexiones sobre el conflicto político planteado. Recoge las opiniones sobre el conflicto venezolano de uno de los más solicitados catedráticos en Macroeconomía del MIT (Massachussets Institute of Technology) en su visita a Venezuela, y la estrategia recomendada por el Asesor de Clinton a un grupo de empresarios venezolanos para sacar a Chávez del poder.

Alerta sobre la responsabilidad de los medios de comunicación, a quienes entregamos diariamente un cheque de credibilidad que influye nuestra forma de percibir, analizar y actuar, en relación con nuestros semejantes.

Finalmente, nos brinda su particular enfoque sobre la necesidad de "salvar la Revolución" -como expresión del cambio -rescatando el formidable esfuerzo realizado por la sociedad venezolana, y secuestrándola de una lucha de poderes, para ponerla al servicio de los mejores intereses de la nación.
Un enfoque inédito sobre la convivencia comunitaria, aderezado con tomas gráficas de la prensa nacional, y reproducciones de Campañas publicitarias al Servicio de la Comunidad.

Angel Manuel Rondón
Abogado y Economista
Presidente de ASODONBOSCO

¡Un amor a primera vista..!

Aprendí a querer a este país, desde el momento mismo en que comencé a vivir en él.
Aquellas primeras tertulias en El Mesón de Los Ruices, con el gallego Paco y la gente de Plushow y El Camaleón –iniciando la década de los noventa –me permitieron ir adentrándome en el “quien es quien” y “cómo es quien”, requisito indispensable para desentrañar el alma de los venezolanos. A mis amigos de origen, como Jorge Haralambides, Ariel Fedullo y Fernando Félix, se fueron sumando otros como Graterolacho, su hijo Víctor, Pamchito, Otto, el Dr. Hinojosa, Carlos Bujanda, Luisito Vega, Sergio García, y muchos más con el tiempo. ¡Gente simple; gente linda! Una noche conocí en El Mesón a Simón Díaz, y “caballo viejo” me pegó en el alma..!

Este mosaico compuesto por animadores y productores de televisión, caricaturistas, escritores, poetas, humoristas, impresores, publicistas, estudiantes, fue prolífico para alguien que –queriendo querer y ser querido –debía comenzar por “presentarse en sociedad” y extraer de ella las vivencias y los sentimientos más representativos. Paralelamente, fui adentrándome en la Caracas cosmopolita, a través de mis desayunos en las panaderías de los portugueses, almuerzos y tragos en los restaurantes y tascas de italianos y españoles, y la convivencia en las residencias de Chacao y Los Ruices, con criollos e importados desde las más remotas latitudes del planeta.

Después, comencé a conocer a algunos de los empresarios más connotados del país, sus éxitos y sus tropiezos. Los tropiezos del país ya se estaban gestando desde antes de mi llegada, y se desatarían casi coincidiendo con ella. Compartir con varios de ellos en forma franca y amena sus vicisitudes durante sus Convenciones de Ventas, sus esfuerzos por tornar a sus empresas mas competitivas frente aun mundo que ya mordía duro, exigiendo mayor productividad y eficiencia sin paternalismos ni concesiones, y trastabillando entre crisis bancarias que llevaron al borde del abismo a más de una -y al propio despeñadero a muchas de ellas –me mostraron la otra cara de una Venezuela que más allá de las fortalezas cedidas por el Todopoderoso, tenía debilidades estructurales a flor de piel.

Si alguna vez dudé en quedarme en Venezuela, el viajar por entre los túneles verdes de sus carreteras, el sumergirme en las increíbles tonalidades de las aguas de sus playas de Chichiriviche, Mochima y el Golfo de Cariaco, el penetrar en el indescriptible mundo de las Cuevas del Guácharo, aunado al eterno verano del clima caraqueño y el imán irresistible del cerro El Avila, fueron lazos demasiado fuertes como para abandonarla. ¡Fue un amor a primera vista!

Increíblemente, también me acostumbré a la suciedad de sus calles, a los abusos cotidianos, a la inseguridad personal. Al año siguiente de haber llegado, y mientras caminábamos por la Avenida Luis Roche de Altamira con mi compañera Isabel –que recién había venido a conocer su posible otro mundo –nos saltaron a punta de pistola en plena media tarde. Había ya mucha delincuencia en Venezuela. Y mucha pobreza. Y una lucha a puñal desnudo entre políticos y empresarios de los medios de comunicación. Las denuncias de corrupción, eran el hobby nacional. Tan normales como una gripe de verano.

Antes de mi primer año, en febrero de 1992, estalló el primer aviso: el golpe frustrado del hoy Presidente Chávez. En noviembre, el segundo, también frustrado. Venezuela sentía nuevamente, después de treinta años de una democracia más virtual que real, las convulsiones del parto. Crisis bancarias, desfalcos y otros condimentos, terminaron de montar la escenografía para lo que habría de venir. ¡Comenzaba a gestarse la Revolución!

Por qué nace “Desde mi Comunidad”.

Los hechos ocurridos en Venezuela durante los sucesos de abril de 2002, y sus posteriores consecuencias - con la terrible radicalización que sembró el odio y la intolerancia entre los venezolanos - me decidieron a escribir este libro. Como dirigente vecinal, profundamente preocupado por la intolerancia que comenzaba a gestarse dentro de los miembros de mi comunidad - y por cómo la irracionalidad comenzaba a hacer mella en muchos de ellos - me sentí obligado a dar mi contribución en la forma que me pareció más oportuna.

Algunas personas trataron de involucrar a nuestra dirigencia vecinal en el conflicto, obligándonos a tomar posiciones. No lo lograron. Creo que Dios nos dio la sabiduría suficiente para hacerles entender que no podíamos caer en el juego de quienes querían dividir a nuestra comunidad, cuando precisamente nuestra tarea era y es, velar por los intereses y el bienestar comunitario, sin distinción de razas, credos, o ideologías. Oí a algunos vecinos relatar -embelesados en su excitación –como fabricaban en sus hogares y edificios un verdadero arsenal de objetos destructivos para defenderse contra una supuesta invasión de los grupos que adversaban políticamente.

Algunos preparaban bolsas de hielo con vidrio picado para arrojar desde sus balcones; otros con clavos, tornillos y objetos contundentes; otros afilaban cuchillos y colocaban hachas detrás de sus puertas; otros se mentalizaban para arrojar desde la azotea tobos de agua y aceite hirviendo; no faltó quienes pergeñaran, aún más allá, verdaderas atrocidades! Un hecho ocurrido en el Colegio donde estudia mi hijo Sebastián, y que relato más adelante, encendió mi alarma. Vino a mi mente entonces, el magnífico relato de Dominique Lapierre y Larry Collins, en el cual reflejan las enormes atrocidades que produjo en sus primeros días, las anheladas independencias de la India y el Pakistán.

Aquella convivencia por la cual el Mahatma tanto había luchado, se convertiría en la más espantosa carnicería humana entre quienes hasta ayer eran pacíficos vecinos, que convivían más allá de sus creencias religiosas y sus diferencias de hábitos y costumbres. Quedó demostrado que la independencia no es tanto para quien la quiere, sino para quien sabe usarla. Parecía que ahora también en Venezuela, la locura y el fanatismo querían apoderarse de su sociedad. Me pregunté entonces “¿Es de esta forma excluyente y salvaje, como los venezolanos quieren lograr la “independencia” de una dominación criolla y una tiranía política, de más de treinta años de fracasos?

Recordé también la sangrienta época de los Tupamaros, en mi Uruguay natal, y le escribí una carta al Presidente Venezolano actual, la cual nunca envié, porque no tenía certeza de que le llegara. Decidí entonces escribir “Desde mi Comunidad”. Es mi contribución a la sociedad civil venezolana - por la cual siento una profunda admiración - y fundamentalmente, a tantos hombres y mujeres que al igual que yo, tratamos empecinadamente desde nuestra comunidad, de poner un granito de sapiencia para contrarrestar la arrogancia y el despotismo de quienes creen que patentaron la marca “venezolanos” solo para su grupo de intolerantes. Espero que lo disfruten.


"Escucho, luego aprendo. No puedo oponerme a aquello que no entiendo. Rechazo la exclusión y la intolerancia como forma de convivencia. Solo el uso racional de la inteligencia nos puede llevar a superarnos como comunidad y como país". Argenta

¡Hasta la próxima semana!



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